lunes, abril 29, 2024
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Silenciar a EE.UU. mientras se prepara para la guerra

NOTA DEL EDITOR

QUERIDOS LECTORES:

No he leído un artículo con tanta agudeza sobre política internacional. Escrito con mucha claridad, este artículo, cuyo autor es John Pilger, prepara al lector para realmente entender lo que ha sido cubierto y lo que no de la política norteamericana por los llamados principales medios. PRIMERA PARTE DE DOS.

Silenciar América mientras se prepara para la guerra

por John Pilger

De vuelta a los Estados Unidos en un año electoral, me siento golpeado por el silencio. He cubierto cuatro campañas presidenciales, comenzando en 1968; yo estuve con Robert Kennedy cuando le dispararon y vi a su asesino, preparándose para matarlo. Era un bautismo al estilo americano, junto con la violencia entusiasta de la policía de Chicago en la convención fraudulenta del Partido Demócrata. La gran contrarrevolución había comenzado.

El primero en ser asesinado aquel año, Martin Luther King, tenía atrevidos vínculos con el sufrimiento de los afroamericanos y la gente de Vietnam. Cuando Janis Joplin cantaba “La libertad es sólo otra palabra cuando no hay nada que perder”, se refería, quizá inconscientemente, a los millones de norteamericanos víctimas en lugares lejanos.

“Perdimos 58,000 soldados jóvenes en Vietnam, y ellos murieron defendiendo tu libertad. Ahora no lo olvides.” Así se expresó un guía del Servicio del Parque Nacional mientras filmaba la semana pasada en el Memorial Lincoln en Washington. Él se estaba dirigiendo a una fiesta escolar de jóvenes adolescentes con camisetas color naranja brillante. Como por rutina, invirtió la verdad sobre Vietnam con una mentira incuestionable.

Los millones de vietnamitas que murieron y fueron mutilados, envenenados y desposeídos por la invasión norteamericana no tienen un lugar histórico en las mentes de los jóvenes, por no mencionar el estimado de 60,000 veteranos que dieron su propia vida. A un amigo mío, un marino que se volvió parapléjico en Vietnam, con frecuencia le preguntaban, “¿De qué lado luchaste?”

Hace algunos años, asistí a una exposición popular llamada El Precio de la Libertad en el venerable Instituto Smithsoniano en Washington. A las colas de gente común, en su mayoría niños arrastrando los pies a través de la gruta del revisionismo de Santa, se les dispensaba una variedad de mentiras: la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki salvó “millones de vidas”; Irak fue “liberado [por] ataques aéreos de precisión sin precedentes”. El tema era infaliblemente heroico: sólo los norteamericanos pagan el precio de la libertad.

La campaña electoral de 2016 es notoria no sólo por el ascenso de Donald Trump y Bernie Sanders, sino también por la resistencia de un largo silencio sobre una divinidad asesina auto-otorgada. Un tercio de los miembros de la ONU han sentido la bota de Washington, revocando gobiernos, subvirtiendo la democracia, imponiendo bloqueos y boicots. La mayoría de los presidentes responsables han sido liberales: Truman, Kennedy, Johnson, Carter, Clinton, Obama.

El punzante récord de perfidia se ha transmutado en la conciencia pública, escribió el fallecido Harold Pinter, que eso “nunca aconteció… Nunca ocurrió. Incluso si estaba sucediendo, no sucedía. No importaba. No era de interés. No tenía importancia…” Pinter expresó admiración por lo que llamó “una manipulación clínica del poder en el mundo que se enmascaraba como una fuerza para el bien universal. Es un brillante, aun ingenioso, altamente exitoso acto de hipnosis”.

Tomemos a Obama. Mientras se prepara para dejar la oficina, el adulador ha comenzado todo de nuevo. Él está “sereno”. Uno de los presidentes más violentos, Obama dio rienda suelta al aparato de hacer la guerra del Pentágono de su desacreditado predecesor. Él procesó más delatores- hablantes-de-la-verdad que ningún otro presidente. Él declaró a Chelsea Manning culpable antes de que se intentara. Hoy, Obama dirige una campaña mundial sin precedentes de terrorismo y de asesinato por drones.

En 2009, Obama prometió ayudar a “librar al mundo de armas nucleares” y fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Ningún presidente norteamericano ha construido más ojivas nucleares que Obama. Él está “modernizando” el arsenal de Estados Unidos del Día del Juicio Final, incluyendo nuevas “mini” armas nucleares, cuyo tamaño y tecnología inteligente, dice un lineamiento general, asegura que su uso “ya no es impensable”.

James Bradley, el autor más vendido de Flags of Our Fathers [Banderas de nuestros padres] e hijo de uno de los marinos estadunidenses que izó la bandera en Iwo Jima, dijo: “[Un] gran mito que estamos viendo derrumbarse es aquel de Obama como una suerte de tipo pacifista que está tratando de eliminar las armas nucleares. Él es el mayor guerrero nuclear que existe. Él nos ha comprometido en un ruinoso gasto de trillones de dólares en más armas nucleares. De alguna manera, la gente vive en esa fantasía porque da vagas conferencias de prensa y discursos y fotos sintiéndose bien, que de alguna forma están adjuntos a la política actual. Pero no lo están”.

Desde la mirada de Obama, una segunda guerra fría está en marcha. El presidente ruso es un villano de pantomima; los chinos no son sin embargo su siniestra caricatura de la trenza –cuando todos los chinos fueron prohibidos en los Estados Unidos– pero los guerreros de los medios de comunicación están trabajando sobre ello.

Tampoco Hillary Clinton ni Bernie Sanders han mencionado nada de esto. No hay riesgo ni peligro para los Estados Unidos y todos nosotros; para ellos, no ha sucedido la mayor acumulación de fuerzas en las fronteras de Rusia desde la segunda Guerra Mundial. El 11 de mayo, Rumania fue “en vivo” con una base de “misiles de defensa” de la OTAN que tiene como objetivo sus misiles estadunidenses de primer ataque en el centro de Rusia, segundo poder nuclear del mundo.

En Asia, el Petágono está enviando barcos, aviones y fuerzas especiales a las Filipinas para amenazar a China. Los Estados Unidos ya han envuelto a China con cientos de bases militares que forman un arco desde Australia hacia Asia y a través de Afganistán. Obama a esto lo llama un “pivote”.

Como una consecuencia directa, se ha reportado que China ha cambiado su política de armas nucleares de no-primer-uso a alta alerta y colocado en el mar submarinos con armas nucleares. La escalera mecánica se está acelerando. LA SEGUNDA PARTE CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA

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