jueves, noviembre 28, 2024
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Nuestra Sra. de Guadalupe y la chica ‘de abajo’

por Tim Chávez

“¿No estoy yo aquí, yo quien soy tu madre? ¿No estás tú en mi sombra, bajo mi protección? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás tú en el pliegue de mi manto, en mis brazos lazados?

¿Hay algo más que necesites?”

– Nuestra Señora de Guadalupe, al hablarle a San Juan Diego, el 11 de diciembre de 1531 Hace un mes, Vita Hernández Chávez envió un cheque de $3.000 a beneficiar una iglesia en Nashville que nunca conocería. El reciento de adoración, sin embargo, llevaba el nombre de alguien que fuera desde siempre parte central de su vida y de la de sus tres hermanas – y del pueblo mexicano durante casi cinco siglos.

Vita se casó en la Iglesia Católica Nuestra Señora de Guadalupe en Topeka, Kansas, en un barrio llamado, “The Bottoms”. Se encontraba al lado de la planta empacadora de carne John Morrell y del campo de mantenimiento del ferrocarril Atchison Topeka y Santa Fe. Vivían en su barrio los que más trabajaban y los que menos ganaban.

La iglesia era un refugio de respeto y de protección de una sociedad que denigraba a la presencia hispana necesaria a la prosperidad de Topeka y de la nación. Se repite esa misma historia en la ciudad de Nashville actual, esta vez bajo el infame azote del programa de deportación 287(g).

La Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe en Nashville abrió en otoño del año pasado como un nuevo refugio para la creciente población hispana en esta ciudad del sur, y alivio de la opresión impuesta por los políticos locales en busca de la re-elección.

Hace un mes, Nuestra Señora estaba en peligro de cerrar. La deuda amasada por abrir la iglesia y una economía deprimida que reprimió las donaciones anticipadas, puso a Nuestra Señora al borde de la bancarrota con el avance de la fecha límite del 30 de junio.

Entonces, desde su lecho, Vita Chávez comenzó a participar. Su donación y su historia dieron vida a una respuesta increíble. Dos iglesias en un condado aledaño, políticamente conservador, contribuyeron $125.000. Las monjas del reciento local dominicano dieron $500. Y una chiquita de seis años llamada Elizabeth, lo dio todo — $7 de su alcancía – dinero que había ahorrado de la hada de los dientes perdidos y de tareas como la limpieza del carro familiar. Elizabeth dijo que había donado porque era algo que a Dios le agradaría, y quería que su amiga del colegio tuviera donde seguir yendo a la iglesia.

Siguen ocurriendo milagros. El más reciente llegó al alba del 7 de junio. Dormida, Vita Hernández Chávez pasó de esta vida a la siguiente, reuniéndose con sus hermanas Rita, Paulina y María, y con su madre Luz Olmos Hernández, quien falleciera en 1960. El elogio de los funerales de Vita invocaron la siguiente verdad: mucho de lo bueno para esta nación todavía nos llega desde México.

Dos de las hermanas tuvieron tres hijos, y dos tuvieron cuatro. Juntas, las hermanas son un modelo para la nueva oleada de mujeres inmigrantes hispanas. Las necesidades de la familia tomaron precedencia. Pero una vez crecidos sus hijos, dos de las hermanas se dirigieron a carreras profesionales. Vita, la primera de su familia en graduarse de la secundaria, se hizo administradora de un despacho médico en el University of Oklahoma Health Sciences Center. Rita era bibliotecaria del distrito escolar Alamogordo en Nuevo México. Con los recursos mayores que contribuyeron a la familia, sus hijos fueron a la universidad.

Paulina y María habían abandonado los estudios secundarios para mantener a sus hermanas y hermanos menores, lo cual ocurre aún en las familias latinas.

El índice de abandono escolar es el más alto en la nación entre latinas. De alguna forma tenemos que convencer a los padres de familia a dejar que sus hijas continúen sus estudios de secundaria. Ese milagro lo estaremos trabajando en los meses venideros en Nuestra Señora, en Nashville.

En diciembre de 1531, única vez que aparecería en este hemisferio, Nuestra Señora de Guadalupe le dijo al indio azteca llamado Juan Diego que construyera una iglesia en reconocimiento de su amor por el pueblo indígena que sufría. Acababan de sobrevivir tres años de matanza de la conquista española. El cerro sobre el que apareció fue un páramo a cinco millas al norte de la Ciudad de México.

Las cuatro hermanas de Topeka le dirían que si no fuera por la protección de la Santa Madre, no habrían sobrevivido la intolerancia ni la pobreza de su niñez.

Son estas mujeres nuestros mártires. Por eso las adoramos tanto, por eso por todo el país existen iglesias dedicadas a Nuestra Señora de Guadalupe. Su presencia nos asegura que el bien prevalecerá.

Se establecerá un memorial a las cuatro hermanas en un nicho de la Iglesia de Nuestra Señora en Nashville, como inspiración para las mujeres y adolescentes latinas. Por gratitud a la Santa Madre, otros $7.000 se donarán en nombre de Vita a Nuestra Señora para ayudar con la deuda. Aún así, la iglesia tendrá que pedirle un préstamo a la diócesis, con pagos mensuales que serán una carga para la congregación.

Sus compañeros de secundaria blancos no esperaban mucho de una chica mexicana de “The Bottoms”. Pero crió a una familia, tuvo una larga carrera profesional, envió a la universidad a sus hijos y a carreras docentes junto con su adorado esposo, Natalio, y animó al menor de sus hijos, quien soy yo, a entrar en una carrera de escritor.

Vita era muy política y muy franca. Honesta, graciosa, digna de inspiración, y generosa hasta el final, dejó a todos sintiéndose especial. En su nuevo comienzo, nuestra pérdida es ganancia para el cielo. Y las cuatro hermanas extraordinarias – bajo la protección de Nuestra Señora de Guadalupe – han llegado a su hogar.

(Tim Chávez contribuye columnas a Hispanic Link News Service. Publica un blog político en www.politicalsalsa.com. Comuníquese con él a: ­timchavez787@yahoo.com para hacer una contribución a la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Nashville). © 2008

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