por Cecilio Morales
Ya que para los republicanos en un debate presidencial reciente la paridad en servicios de salud era aceptable, tal vez sus seguidores anti-inmigrantes podrían considerar la paridad para los inmigrantes de hoy. Las restricciones sobre la inmigración hoy no tendrían que ser más severas que lo que eran cuando la mayoría de los antepasados de nuestra población llegó.
Así reflejaría el espíritu de la aseveración del anterior gobernador de Arkan 3sas, Mike Huckabee, quien durante el debate declarara: “O hay que ofrecer a todo norteamericano el mismo nivel de servicio médico que tiene el Congreso, o hacer que el Congreso tenga el mismo nivel de servicio médico que tiene cada norteamericano”. Ningún republicano dio réplica en contra de aquella noción.
Entonces, dejemos que los inmigrantes entren con la misma facilidad con la que llegaron que los bisabuelos y los tatarabuelos de nuestra actual cosecha de patriotas o sino, devolvamos a sus descendientes a la otra orilla del océano hasta que puedan cumplir con las modernas reglas de inmigración.
Los recuerdos teñidos de sepia de los millones de millones de residentes de los EE.UU. cuyos ancestros llegaron pasando por la Isla Ellis por lo general incluyen imágenes de inmigrantes de antaño que hicieron cola, esperando con paciencia su turno. Todos los 22 millones de los que se registraron allí entre los años 1892 y 1924.
En realidad, no fue sino hasta el 1882 que hubo barrera legal a la entrada a los Estados Unidos.
Así fue que millones de inmigrantes irlandeses pudieron huir la política genocida de Gran Bretaña que conllevó a la infame hambruna por escasez de papas de la década de los 1850. La única barrera que enfrentaron en las orillas de este lado fue el prejuicio étnico de los vigilantes angloamericanos.
¿Algunas cosas no cambian, verdad?
En efecto, la historia de las leyes de inmigración en los EE.UU. es la historia del prejuicio. La primera ley del estilo fue la Ley de Exclusión de los Chinos de 1882.
Como el nombre sugiere, la ley se diseñó para excluir del país a un grupo específico de personas por razones ni siquiera dignas de considerar. Muchos de los ancestros de los inmigrantes que no fueran chinos podían aún entrar a los Estados Unidos sin límite, con tal que no tuvieran una enfermedad infecciosa (una consideración médica razonable durante la era anterior a la penicilina).
Las puertas abiertas destinadas a los europeos cerraron en 1922 con otra ley fundamentada en el prejuicio. Esta ley se diseñó con la intención explícita de preservar la entonces-actual composición étnica del país al limitar severamente los inmigrantes que llegaran del sur y del este de Europa.
El flujo todavía era bastante grande y fácil para la mayoría de los demás europeos hasta 1924. Efectivamente, el flujo cambió de dirección hacia fuera durante la Gran Depresión, cuando salieron de los Estados Unidos más personas que las que entraron. Otro mito se muere. Es la economía, no la Estatua de la Libertad, la que atrae la inmigración.
¿Quiere limitar la inmigración?
Asegúrese que la economía sea lo suficientemente mala como para perder su trabajo y hacer colas para recibir un poco de sopa.
De otra manera, observe la siguiente catástrofe que acaeció a los Estados Unidos cuando el país tenía fronteras prácticamente abiertas.
Por la Isla Ellis exclusivamente, la nación recibió al novelista Isaac Asimov, el culturista Charles Atlas, el compositor Irving Berlin, el escritor de libros para niños, Ludwig Bemelans, quien escribiera los adorados libros de “Madeline”, actor y director Charles Chaplin, experto en maquillaje y empresario Max Factor, fundador de Boys’ Town, Padre Flanagan, Juez de la Corte Suprema, Felix Frankfurter, comediantes Bob Hope y Stan Laurel, actor Bela Lugosi, maestro de la danza Arthur Murray, periodista James Reston y estrella del football american, Knute Rockne.
Muchos de estos inmigrantes, y otros, quienes llegaron siendo nadie, fueron el mejor regalo que el mundo le ha donado a los Estados Unidos.
¿Y qué de los hispanos? ¿No es que están apoderándose del país?
Si bien están entre los inmigrantes más recientes, también están entre los más antiguos. No se vieron con un inspector de pasaportes en la frontera, tampoco. San Agustín, la ciudad más antigua en los Estados Unidos, fue fundada por españoles. Ya había cumplido los 42 años de existencia cuando en 1607 se dudaba aún el que Jamestown, Virginia pudiera sobrevivir, ciudad que este año celebra sus 400 años de establecida.
Entonces, qué viva la paridad. Démosles el mismo trato legal a los recién llegados que el que se les concedió a los bisabuelos de la gran mayoría de los ciudadanos modelos de hoy.
(Cecilio Morales es director ejecutivo de Employment & Training Report, publicación semanal con sede en Washington, D.C. Comuníquese con él a: Cecilio@miipublications.com). © 2007