por David Bacon
Ciudad Juárez, sólo al otro lado del Río Grande de El Paso, Texas, se encuentra el centro de una creciente rebelión de trabajadores en las fábricas de la frontera. Desde septiembre, los trabajadores han instalado campamentos o plantones frente a las fábricas, han marchado por las calles, han demandado el reconocimiento de sindicatos independientes. En respuesta, las compañías han despedido a cientos y han tratado de impedir que se extienda el movimiento de los trabajadores.
Alrededor de 255,000 personas trabajan directamente en las 330 maquiladoras de Juárez, cerca del 13% del total nacional, lo que significa que Juárez tiene una de las mayores concentraciones de manufactureras en la frontera México-Estados Unidos. Casi todos los establecimientos son propiedad de extranjeros. Ocho de las 17 fábricas más grandes de Juárez pertenecen a empresas norteamericanas, tres a taiwaneses, dos a europeos y sólo dos a mexicanos. En total, emplean a unas 69,000 personas –cerca del 30 por ciento del total de la ciudad.
Cinco compañías (dos estadunidenses y otras tres taiwanesas) son manufactureras contratistas de equipo electrónico vendido a los nombres de conocidas marcas de grandes corporaciones. Una de ellas, Foxconn, es la mayor manufacturera contratista del mundo. Sus plantas ensamblan productos en Ciudad Juárez para Hewlett Packard, Cisco y Dell. Tres plantas de Juárez producen autopartes y electrónicos, incluyendo las dos fábricas más grandes de la ciudad: Delphi, que emplea a 16,000 trabajadores, y Lear, que emplea a 24,000.
En la mayoría de las otras ciudades donde hay maquiladoras, como Tijuana y Matamoros, los trabajadores son rígidamente controlados –y la organización independiente está prohibida– por una alianza política entre las compañías, las autoridades del gobierno y sindicatos vinculados al partido en el poder en México, el Revolucionario Institucional (PRI). Juárez ha sido una excepción. Su punto de venta a las mayores corporaciones ha sido producto de que posee unos de los salarios más bajos en toda la frontera; la paga promedio a los trabajadores de una maquiladora de Juárez era 18 por ciento menor que el promedio de los trabajadores de la manufactura en otras ciudades de la frontera mexicana.
El actual movimiento de los trabajadores en Juárez comenzó en agosto pasado en cuatro maquiladoras: Foxconn, ADC Commscope, Lexmark e Eaton Corporation. Commscope manufactura cable óptico láser, Lexmark hace cartuchos para impresoras de tinta e Eaton es una planta de autopartes. El 16 de septiembre, el Día Nacional de la Independencia de México, un grupo de 190 trabajadores de Commscope fueron a la sede de las autoridades laborales locales en la Junta de Concliación y Arbitraje, y llenaron una solicitud de registro, o estatus legal, para formar un sindicato independiente. En Foxconn, los trabajadores también pidieron el registro de su sindicato ese mismo mes.
Ambos esfuerzos fueron respondidos con el despido masivo, lo que llevó a los trabajadores a instalar campamentos frente a esas plantas el otoño pasado para protestar. En Lexmark, 120 trabajadores fueron despedidos en diciembre por protestar por bajos salarios y malas condiciones de trabajo, y desde entonces han mantenido el plantón.
Los trabajadores instalaron campamentos similares en Foxconn y Commscope luego que las compañías les prometieron el registro en noviembre. En el momento en que escribo este artículo, el plantón de Lexmark continúa frente a la compañía. Una red de apoyo en los Estados Unidos ha organizado manifestaciones solidarias, incluyendo un concierto encabezado por el legendario cantante folk Charlie King. Una manifestación incluso confrontó a la compañía en su sede matriz en Lexington, Kentucky.
Esta ola insurgente de protesta de los trabajadores amenaza el orden económico establecido en el corazón de la producción maquiladora en la frontera, mientras México sigue sintiendo el impacto de la recesión norteamericana. Según los estándares de este último país, las compañías son grandes: las dos fábricas de Foxconn emplean aproximadamente a 11,000 personas, mientras Commscope emplea 3,000, y Lexmark 2,800 trabajadores.
En los años noventa, una oleada de activismo de los trabajadores se esparció en Juárez, pero declinó cuando las mujeres de la ciudad se volvieron víctimas de una notoria serie de asesinatos masivos que aterrorizaron la ciudad durante una década.
Juárez se ha convertido en una gran metrópolis construida por el trabajo de decenas de miles de mujeres jóvenes, abrumadoramente inmigrantes, que han viajado hacia el norte desde ciudades, pequeños pueblos y áreas rurales del centro y del sur de México. Entre 1993 y febrero de 2005, han sido asesinadas 370 mujeres. Sólo en 2010, han sido 247, y entre enero y agosto del año siguiente, otras 130.
Las madres de Juárez organizaron, a pesar del terror, la lucha por las vidas de sus hijas. Ellas acusan a esas fuerzas sociales mayores de la creación del clima de extrema violencia contra las mujeres. Esta nueva ola de protestas de los trabajadores, por tanto, está rompiendo el círculo de miedo y terror que ha cubierto los barrios de la clase trabajadora por más de una década.
En las dos memorias personales que siguen, Verónica Rodríguez, una trabajadora de Commscope despedida, y Elvia Villescas, una organizadora de comunidad, explican los orígenes de este nuevo movimiento de los trabajadores, y lo que puede significar para los trabajadores de las maquiladoras de Juárez.
VERÓNICA RODRÍGUEZ, fue despedida de ADC Commscope:
He trabajado en muchas maquiladoras. Tengo tres hijos –dos niños y una niña– y fui a trabajar allí porque sólo había terminado la secundaria. La jornada laboral es de nueve horas. Puedes tomarte el sábado y domingo, así que puedes realizar el trabajo que tienes en la casa, y al final del día estás con tu familia y haces la tarea con los niños. Pero tienes que pedir permiso a la compañía para irte si tu hijo está enfermo, y prácticamente lo tienes que pedir de rodillas. Es contradictorio.
Hace nueve años empecé a trabajar en ADC Commscope. Trabajé durante once años, me ausenté tres meses y luego regresé a trabajar un año. Cuando comencé aquí, trabajé muy duro para conseguir un mejor trabajo. Pero cuando lo alcancé, pude percibir que había muchos abusos.
Los otros supervisores no me daban permiso de abandonar la fila, por ejemplo. Chocaba con uno de ellos todo el tiempo. En una ocasión un trabajador pidió el día porque tenía un compromiso por su hijo, que acababa de nacer. El supervisor dijo: “No, dile [al doctor] que lo haga en otra ocasión”. Le dije, la cita es para mañana –no la podía cambiar. Al final, el supervisor dijo que tendría que buscar a otra persona para remplazarlo, y le dije que yo lo haría.
— Debido a la falta de espacio, sólo estamos publicando una parte del artículo. Para el artículo completo, visite http://davidbaconrealitycheck.blogspot.com/2016/04/voices-from-juarez-workers-movement_6.html.