miércoles, diciembre 25, 2024
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Un pueblo libre borrando sus propias libertades

NOTA DEL EDITOR:

Queridos lectores, en una época en que nuestras libertades están siendo amenazadas por el sistema político actual, y la mayoría de la gente ha olvidado cómo es que vivimos en una sociedad más libre que otros países y que necesitamos defenderla, encontré este artículo. Escrito por Matt Patterson y Lindsey DePasse, brinda un poco de educación acerca de la libertad, la filosofía, la Constitución en una cáscara de nuez.

Un pueblo libre borrando sus propias libertades

por Matt Patterson and Lindsey DePasse
American Thinker

La ciudad-Estado griega de Atenas carecía de protecciones constitucionales para la gente que profesaba nociones radicalmente diferentes a la sabiduría prevaleciente.
El resultado: Sócrates fue muerto por “corromper a la juventud”.

Cuatrocientos años más tarde, la provincia romana de Judea no brindaba protecciones constitucionales a predicadores salvajes que defendían alternativas radicales para establecer ortodoxias políticas y religiosas.

El resultado: Jesús fue crucificado por afirmar ser el “Rey de los Judíos”.

Mil seiscientos años después en Italia, no había protecciones constitucionales para los pensadores que discernían una profunda reestructuración de las realidades metafísicas.

El resultado: Galileo Galilei fue procesado y sentenciado a arresto domiciliario por la Inquisición Católica debido a que defendía puntos de vista contrarios a la doctrina de la Iglesia.

Cuatro siglos más tarde, los Estados Unidos de América brindaron protecciones constitucionales de libre expresión y asamblea, permitiendo a Dr. Martin Luther King, Jr. dirigir un movimiento que cambió las leyes y expandió la libertad para millones.

Sócrates, Jesús y Galileo carecieron de la protección gubernamental de expresar sus ideas. Como resultado, fueron matados o hechos prisioneros por el gobierno por afirmar ideas descabelladas.

Cierto, Dr. King también tuvo un final prematuro, muerto por un conciudadano que negó sus libertades constitucionalmente protegidas. Pero los otros fueron matados o hechos prisioneros por el gobierno debido a que no tenían libertades protegidas constitucionalmente.

Esa es toda la diferencia en el mundo. Y es una diferencia que el Dr. King muriera por ella.

La Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos permitió al Dr. King difundir su mensaje liberador y glorioso. Pero no olvidemos que para muchos en los años sesenta en el sur, el mensaje del Dr. King era considerado un “discurso de odio” ofensivo. Y lo era –odiado por el orden establecido que mantuvo a millones de norteamericanos encerrados en un terrible sistema de castas. Odiado por una oligarquía que les negaba sus libertades esenciales.

Eso sólo viene a demostrar que el discurso de odio de un hombre es la emancipación de otro hombre. La ofensa a una persona es la liberación de otra. Lo que explica por qué los fundadores, en su sabiduría, protegieron todo el discurso cuando aprobaron la carta para la nueva República de América en 1787 e incluyeron allí la Primera Enmienda que garantizaba explícitamente la libertad de expresión, prensa, asamblea y religión.

Ahora esas protecciones están amenazadas porque son alarmantemente poco apreciadas, especialmente por los jóvenes. En 2015 una encuesta de Pew Research encontró que “cuatro de cada diez personas del nuevo milenio dicen que el gobierno debería ser capaz de evitar que la gente haga públicamente afirmaciones que sean ofensivas para los grupos minoritarios”.

Pero eso no es todo: 40 por ciento de las personas del nuevo milenio favorecen la censura explícita, inconstitucional, del discurso “ofensivo”. La misma encuesta de Pew encontró que 35 por ciento de los demócratas y 33 por ciento de las mujeres “dicen que el gobierno debería ser capaz de restringir el discurso que es ofensivo para las minorías”.

Y si eso no es suficientemente alarmante, un juez federal recientemente advirtió a sus colegas ignorar la Constitución. Al escribir en la pizarra, el juez Richard Posner de la Corte de Apelaciones del 7° Circuito sentenció:
“No veo absolutamente ningún valor para un juez… en estudiar la Constitución, la historia de sus promulgaciones, de sus enmiendas, de su implementación. Los hombres del siglo XVIII, sin embargo inteligentes, no podían prever la cultura, la tecnología, etc., del siglo 21. Lo que significa que la Constitución original, la Carta de Derechos… no le hablan a nuestro tiempo.

Esta erosión de la lealtad de la Constitución –por grandes sectores de la población y aquellos encargados de protegerla y preservarla– es tan descabellada como peligrosa. No olvidemos que los “sentimientos” de los sureños blancos deberían haberse protegido restringiendo el discurso del Dr. King. Por fortuna, King sabía que las ideas encarnadas en la Constitución le hablaban a él y a su tiempo, de la misma forma que nos hablan a nosotros y nuestra época:
“El Congreso no debe hacer ninguna ley respecto al establecimiento de la religión o la prohibición del libre ejercicio del credo a partir de entonces, o abolir la libertad de expresión, o de prensa; o el derecho de las personas a realizar asambleas pacíficas, y a pedir al gobierno reparación de daños.”

Cierto, estas palabras fueron escritas por un blanco, hombre adinerado de fines del siglo 18. Pero si podemos ver más allá del color de las manos que les dan forma, podemos ver profunda elegancia, previsión y sorprendente coraje.

Así que dejemos que los jueces se adhieran a la Constitución, no porque los constriñe, sino porque libera. Dejemos a los jóvenes escuchar todo tipo de discurso, incluso (especialmente) el discurso ofensivo. Y recordemos que las palabras de Sócrates, Jesús, Galileo y Martin Luther King Jr. fueron etiquetadas de “ofensivas”.
No desperdiciemos el mayor regalo que nunca se ha dado al pueblo soberano, la libertad de pensar, hablar, asociarse y rendir culto según los dictados de nuestra consciencia.

Mantengamos la Primera Enmienda en alto en nuestros corazones.

(Matt Patterson es presidente de 1st Amendment First; Lindsey DePasse es director ejecutivo de 1AF. Pueden localizarse en 1stamendmentfirst.org).

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