por José de la Isla
HOUSTON : El primero de mayo, el presidente de México, Felipe Calderón, conmemoró el aniversario sesenta y dos del Escuadrón Aéreo 201 de su país. Durante la segunda guerra mundial, la unidad participó en acción en el Pacífico, como parte de las Fuerzas Aliadas.
Este año marca la primera vez en la historia que un presidente mexicano haya participado en un evento público de conmemoración al escuadrón. Al dar un discurso sobre políticas, Calderón se refirió sólo tangencialmente a la ocasión.
Submarinos alemanes habían torpedeado dos naves mexicanas en el Golfo de México antes que nuestro vecino hubiera entrado en la guerra. Se formó una patrulla aérea contra los submarinos para cazar a submarinos alemanes. En el mes de mayo, 1943, México rompió relaciones con las fuerzas del Eje tras el ataque japonés del puerto Pearl. Después, en 1944, México envió al escuadrón aéreo a unirse con el general Douglas MacArthur y su intencionada invasión de las Islas Filipinas, así como para otras misiones.
Hay muchas historias sobre el Escuadrón 201, pasadas mayormente entre familias. Un aviador me dijo una vez cómo, aproximándose al final de su misión, los miembros que servían en las selvas filipinas derritieron botellas de Coca-Cola para esculpir una estatua de un águila y una serpiente, símbolo nacional de México, para dejar grabado el papel que jugó el escuadrón.
De adolescente, hubiera prestado yo poca atención a los detalles salvo por el hecho que los parientes de mi madre en California tenían conexión al escuadrón.
La tradición en los eventos públicos durante seis décadas ha sido, como lo fue después del discurso del presidente Calderón, pasar lista de presencia a los ocho miembros caídos del escuadrón. Uno de ellos, el lugarteniente Javier Martínez Valle, era primo de mi madre.
En aquel entonces, México representaba parte de la primera línea de defensa de América del Norte si llegara una invasión. Hoy, la mera idea de extender sobre el Tratado de Libre Comercio Norteamericano un artículo de Seguridad y Prosperidad se ve con ojos de sospecha por parte de algunos en nuestro país. Cualquier noción de con- fiarse de México resulta absurda.
¡Lo mucho que no saben!
A veces los importantes eventos se eliminan de la vista del público por razones de conveniencia política. Es como si la historia fuera una película y que nosotros servimos de actores extra en ella. Pero cuando se sabe lo que ocurrió, el cuento es otro.
Hace unos diez años, una contingente de octogenario Escuadrón 201 llegó a Houston a marchar en un desfi le de Memorial Day. En un restaurante del lado este de la ciudad, un miembro del Comité de Veteranos Judíos de la Segunda Guerra Mundial llegó para dar sus respetos. Un sobrino del coronel Antonio Cárdenas Rodríguez, comandante de ala, asistió. Relató un anécdota sobre cómo su tío había sido observador de movimientos nazi en el norte de África con Wild Bill Donovan, fundador de la comunidad de inteligencia estadounidense de hoy.
En una ceremonia de guirnaldas en el parque Hidalgo, una pequeña muchedumbre, la mayoría demasiado joven para haber vivido aquella historia, se apareció después de oír por radio sobre la presencia de miembros del escuadrón. Tal vez recordando las historias que contaban sus padres sobre la participación de la fuerza aérea mexicana en misiones con los Tigres Volantes, querían verificación.
Llegó un vaquero al parque a caballo. El corcel se agachó e hizo reverencia frente a los aviadores y las banderas y estandartes de guía.
Hasta un caballo sabe rendir homenaje. Fue un gesto sencillo, pero hasta mejor que la de un presidente sureño con agenda. Fue un acto superior al de cualquier presidente norteño que deja de excepto en sesiones secretas reconocer cómo nuestra seguridad nacional depende de la amistad y de la alianza con nuestras naciones vecinas.
Quizás nuestra actitud pública haya tocado fondo ya porque estas historias no se hacen públicas. Qué triste es eso. Le da la oportunidad a la actual cosecha de candidatos a la presidencia a impulsar una cuña mayor para el avance profesional.
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].