domingo, noviembre 17, 2024
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Trump: porque nos medios de élite estaban completamente equivocados sobre sus posibilidades

por Jon Rappoport

Porque viven en una burbuja creada por ellos mismos. Esa es la razón.
Y en esa burbuja todo es manejable respecto a América. Las cosas se pueden poner peor, pero luego se componen. El dinero se aprieta, luego se laxa. Las cifras del empleo caen, después repuntan. Las guerras comienzan y más tarde terminan.
Mirando el país y la población por el lado equivocado del telescopio, estas criaturas de los medios se sienten posicionadas por encima del mundanal ruido. Para ellas, frases como “elegante de la calle” e “intuición” son lo más cercano a algo real.
Ocasionalmente, señalan que la gente está inquieta “allí afuera” y en busca de un cambio –como si Obama, con sus eslogans masivos, hubiera alimentado de alguna manera esa necesidad durante ocho años y hubiera resuelto el problema por un tiempo–. Como si el problema fuera simplemente una perversión psicológica que necesitaba ser resuelta.
Así, naturalmente, estos idiotas engreídos de nariz respingada no se dieron cuenta de que en realidad las “cosas” se estaban poniendo peor: las cifras de desempleo se cocinaban, mes tras mes; los globalistas con sus tratados de comercio estaban saqueando la economía entera –y lo han hecho durante décadas–. Así, no se percataron de que una “corrección” política normal no iba a arreglar a América. No se dieron cuenta de que, en un país donde ya viven al menos 40 millones de inmigrantes, la gente se iba a cansar de escuchar que debían ser más generosos y abrir y dejar abierta la frontera sur de los Estados Unidos, o de lo contrario, serían tachados de racistas. Los pestilentes medios parecen no haber percibido que la Izquierda política se estaba volviendo más acorde con la idea de que toda la propiedad privada (excepto la suya) era una suerte de crimen, y de que el ordinario y de pocos amigos capitalismo en marcha era otro crimen, y ganarse la vida por uno mismo era también un crimen, porque los empresarios y los dueños de pequeños negocios “no construyeron eso”.
En otras palabras, ellos no se percataron de que la Izquierda estaba moldeando el discurso político, la opinión pública y la “moralidad” en aras de canalizar una mayor parte de la población en brazos del gobierno central, como una clase dependiente permanente. O, si se dieron cuenta, lo consintieron, porque estaba de moda y era “humano”. Ellos no se percataron de que enormes franjas de América estaban enfermas y cansadas de la abrumadora autoridad federal.
Ellos no notaron que la aplastante mayoría de los propietarios de pistolas no estaban disparándole a la gente y resintieron ser ligados a asesinos, y objetaron los esfuerzos por la Segunda Enmienda. Tampoco los medios idiotas notaron que grandes segmentos de la población no estaban comprando los desórdenes psiquiátricos o la psicología popular como forma de vida en una amable y gentil (drogada) sociedad, pero en lugar de ello, determinaron vivir sus propias vidas con energía hacia adelante. Los idiotas medios se equivocaron al ignorar que el ataque a las criaturas políticamente correctas estaba siendo ejercido y burlado por un creciente número de personas que no tenían ninguna intención de autocensura.
Por tanto, no es de sorprender que Donald Trump, a quien los medios crearon como una caricatura del juicio final (“¡Estás despedido!” –El Aprendiz), comenzaría despidiendo a todo tipo de gente en la vida real, con éxito.
Pero eso llegó como una sorpresa.
Porque los pestilentes medios no podían imaginar que un personaje de carácter suelto-que habla al diablo-puede-importar emergería en la escena y hablaría de las necesidades y frustraciones de muchos norteamericanos y, sobrepasándolos, de los reyes de los medios.
Era impensable.
Incluso peor: a algunos norteamericanos que no estaban de acuerdo con Trump y no creían que fuera a salir aún les gusta simplemente porque iba al grano, les respondía a los medios y les decía adónde bajar.
Él estaba violando secretos del templo de los medios, diciendo de manera casual que las vacunas podrían causar autismo, y prometiendo perseguir a los culpables de los ataques de 9/11. Él se rehusaba a unirse con la multitud del control de armas. Él estaba haciendo estallar la simulación llamada discurso político. Él estaba dando un golpe desdeñoso a sus oponentes republicanos y a Hillary. Él estaba diciendo que los tratados de comercio globales eran sabotaje nacional y suicidio económico.
Él era su propio medio de comunicación.
Y su ráiting sigue en aumento.
Después del Súper Martes, llegó a la cumbre de las listas.
“Pero nosotros somos los pregoneros. Nosotros anunciamos las noticias a la gente del pueblo. Tomamos nuestras órdenes de las princesas y reyes, y diseminamos sus mensajes. Somos los ojos y los oídos y bocas del público. Nosotros establecemos las fronteras. Nosotros determinamos las prioridades y propiedades. Nosotros somos los civilizados. Nosotros mantenemos el orden y reinventamos el lenguaje. Nosotros decidimos qué puede debatirse. Nosotros elegimos a los representantes de cada bando. Nosotros tenemos el espacio de La Discusión.”
No hoy.
Trump –falso o real– ha dado a la gente una pista.
No debe ser de la forma que era.
Un cawboy puede saltar con paracaídas desde lo alto de su propia torre, y mientras desciende pasa su séquito financiado y refinanciado y formalmente en bancarrota –hablando, siempre hablando–, y mientras flota pasa su estructura de concreto controlada por la mafia –hablando, siempre hablando– él puede transmitir un código a las frustraciones de millones de gentes desconocidas; y van a responderles, porque los mismos medios que han estado odiándolos todos estos años están, de alguna manera, retorciéndose y lamentándose al final del azote del cawboy.
Los medios debían haber sabido que eso iba a pasar, pero los medios nunca saben. Pálidos y muertos, imitan el mundo de su propia creación.
Exponerse, eso es todo lo que tienen.
Jon Rappoport es autor de tres colecciones explosivas, the Matrix Revealed, Exit From The Matrix, y Power Outside The Matrix.

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