por Frank Gómez
Son pocos los presidentes quienes han contado con poder hablar un segundo idioma. ¿Tiene importancia? Más allá de ser atractivo a los votantes hispanos en las elecciones del 2008, ¿tiene importancia el saber una segunda lengua para nuestra posición de liderazgo y nuestra competencia a nivel global?
Thomas Jefferson, alguna vez enviado a Francia, hablaba bien el francés. ¿Ayudó su habilidad lingüística y comprensión de la Francia al negociar la compra del territorio de Luisiana? Es posible que nunca lo sepamos; pero desde Jefferson, ningún presidente de los EE.UU. ha dominado una segunda lengua.
Jimmy Carter, quien como gobernador de Georgia apoyó los programas de Partners of the Americas entre Georgia y Costa Rica, hablaba un español limitado. A Ronald Reagan le gustaba decir en español, “mi casa es su casa”, y le puso “Rancho del Cielo” a su estancia. Pero no hablaba español. Bill Clinton se comunicaba fácilmente con las personas por todo el mundo, a veces pronunciando una que otra palabra en español o en otra lengua, sin embargo, sólo hablaba inglés.
George W. Bush, criado entre obreros hispanos en los campos petrolíferos del oeste de Texas, les ha convencido a los que no saben que puede comunicarse en español; sin embargo, después del intercambio inicial del saludo — como se vio claramente en su gira por Latinoamérica – está seriamente limitado.
Entra en escena Bill Richardson, un verdadero candidato hispano a la nominación demócrata por presidente. De madre mexicana y padre estadounidense nacido en Nicaragua, Richardson nació en Pasadena, California, pero pasó gran parte de su juventud en la Ciudad de México con su familia. El sí que habla español, y lo habla bien.
Un segundo candidato anunciado a la primaria demócrata, el senador Chris Dodd de Connecticut, anterior voluntario con el Cuerpo de Paz, habla bastante bien el español.
De nuevo la pregunta, ¿tiene importancia el saber un segundo idioma?
Richardson dice que sí tiene importancia. El biculturalismo, cree, es un atributo que le permite entrar en las psiquis de otros, y apreciar sus valores y percepciones. Cuatro veces nominado al Premio Nobel por la Paz, Richardson ha negociado la libertad de prisioneros y ha enfrentado a los malévolos del “Eje de la Maldad”, “de cerca y muy personalmente”.
A comienzos de este año negoció un cese al fuego en el Sudán que permitió que obtuvieran ayuda las personas en Darfur.
No habló español en Corea, Irak, Siria, Darfur y demás lugares, sin embargo, con una combinación de bonachón y una resolución de acero, ha demostrado una habilidad sin paralelo por entablar comunicación con tiranos y autócratas, y de hacer la voluntad de la humanidad. Fue eficaz de forma extraordinaria como embajador a las Naciones Unidas, reconociendo que su biculturalismo le facilitó cruzar las barreras políticas y lingüísticas.
Richardson es un hombre corpulento, que no se toma en serio, de abrazos con palmadas, que da la mano, que cuenta chistes, quien sabe relacionarse con la gente de cualquier estación. Sabe hacer conexión individual en un salón lleno de personas, conectándose con todos – desde los camareros hasta los primeros Herreraministros. Pero detrás de su sonrisa y los abrazos cálidos, se encuentra un hombre que sabe comunicarse con efectividad a través de las culturas.
Hace unos años, Richardson negoció la libertad de unos prisioneros políticos cubanos. En un principio frío y distante, Castro se relajó con él en lo que discutían el béisbol. “La diplomacia del béisbol”, lo llama Richardson, facilitó la comunicación.
Encontró la manera – mucho más allá de su habilidad lingüística.
Con un mundo cada vez más complejo y reducido, ¿será la habilidad de entablar comunicación con dirigentes extranjeros reconocida como un atributo importante para un presidente del siglo XXI? ¿Y serán útiles las comunicaciones a través de culturas dentro de nuestra propia sociedad, compuesta cada vez más de múltiples culturas? ¿Serán la lengua y la cultura factores de peso en la mente de los electores y en los debates para la presidencia?
Bill Richardson sólo empieza a recibir la atención que amerita su experiencia vital. Una autoridad de los programas de televisión de domingo por la mañana predijo recientemente – señal del momento que vivimos – que los debates por televisión en las cadenas en español van a formar parte de estas elecciones. Será buen augurio para el voto hispano, pero los Estados Unidos, como país, tiene que poder comunicarse bien a nivel internacional para ganarse el respeto de los dirigentes y de las personas por todo el mundo. Las habilidades que ofrece el gobernador Richardson las debemos considerar con seriedad.
(Frank Gómez es diplomático estadounidense jubilado y fue profesor adjunto de relaciones internacionales en la New York University). © 2007.