por Marisella Veiga
Maggie Rivas Rodríguez, de 51 años, parece estar tranquila dirigiendo a un grupo selecto de líderes latinos que reunió durante la protesta a nivel nacional que se difunde contra el documental sobre la segunda guerra mundial que realizó Ken Burns. La serie televisiva la emitirá la estación pública PBS durante el Mes de la Herencia Hispana en septiembre de este año.
Si bien las contribuciones de los africano-americanos y los japoneses americanos se documentan al lado de las de los blancos en la serie de siete partes, que dura 14 horas llamada “The War”, Burns ha desatendido por completo al papel que jugaron los hispanos en dicha guerra. Hasta medio millón de latinos y latinas, incluyendo al padre de Maggie, sirvieron en las fuerzas militares de los EE.UU. durante aquel conflicto.
La omisión histórica y que Burns se negara a volver a editar su serie no le cae bien a Rivas Rodríguez. Su experiencia vital la ha comprometido a elaborar un archivo sobre los hispanos que sirvieron en la segunda guerra mundial. Su promesa no se ha marchitado frente al desánimo ni al desencanto con los que se tropezaron muchas latinas durante su juventud. Los padres de Maggie le enseñaron desde muy joven a representar con orgullo su herencia y lo que cree.
Rivas Rodríguez describe a Ramón Martín Rivas y a Henrietta López Rivas como padres “increíblemente chéveres”, quienes criaron a seis hijas y un hijo. Maggie era la hija número cinco. Su padre, cuenta, era ferviente promotor de los derechos de la mujer.
“Para darles el honor que les corresponde, mis padres apoyaron siempre el que nos educáramos, así no fuera la educación formal parte de su mundo”, explica.
Le animaron a Maggie a mudarse de su pueblo natal de Devine, Texas, a una comunidad de 3.500 habitantes, Austin, la capital del estado, a 113 millas de casa, para sacar un título en la Universidad de Texas.
En un tablón de anuncios en la universidad, Maggie vio un anuncio por un locutor de un programa de radio. Respondió al anuncio, y en un momento se encontraba de locutora de tres programas a la vez. Le encantaba la redacción, entonces comenzó a reportar noticias para el periódico universitario también. En 1977, fue a completar su maestría en la escuela graduada de periodismo de la universidad de Columbia, en Nueva York.
Como joven reportera en el proceso de redactar una nota para el periódico Dallas Morning News fue que Maggie se dio cuenta de la falta de información que había referente a los latinos y las latinas en la segunda guerra mundial.
Maggie se encontraba entre los promotores quienes en 1982 crearon la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos, siendo electa a la junta directiva de la organización. Frustrada con el fracaso de la industria por animar a estudiantes hispanos a considerar carreras de periodismo, inauguró y desarrolló proyectos como concursos de ensayos para la secundaria, que en su auge llegaron a implementarse en 14 ciudades, y periódicos estudiantiles de cobertura diaria en los congresos nacionales de periodismo. La American Society of Newspaper Editores es una de varias organizaciones que adoptaron su concepto. La sociedad continúa usándolo como herramienta de motivación para capacitar a los estudiantes hispanos y otros que siguen la carrera de periodismo.
Hace trece años hubo un cambio importante en la vida de Maggie. A los 38 años, se casó con Gil Rodríguez, maestro de escuela pública a quien describe como “colaborador por completo”. Quedó encinta y dejó de reportar durante un año. Mientras que buscaba la forma de combinar la carrera y la familia, aceptó un puesto de periodista-en-residencia en la Universidad de Texas en El Paso.
Le agradó la docencia. Pronto, esperando su segundo hijo, siguió su intuición y solicitó una beca del Freedom Forum para seguir el doctorado. Terminó en Chapel Hill, Carolina del Norte, donde se tituló de doctora en 1998 en la Universidad de Carolina del Norte.
Habiendo logrado el doctorado, la familia Rivas Rodríguez – mamá, papá y dos hijos en pleno desarrollo – volvieron a Texas donde Maggie se incorporó a la facultad de periodismo de la Universidad de Texas en Austin.
Allí fue que estableció el Proyecto de Historia Oral de los Latinos y las Latinas de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial. Con sus empleados ha filmado y redactado unas 550 historias, algunas póstumas, de los que sirvieron en la contienda.
Editó dos libros sobre el tema con el que primero se encontró de joven periodista: “Mexican Americans and World War II” (2005) y” “A Legacy Greater Than Words: Stories of U.S. Latinos and Latinas of the WWII Generation” (2006).
Convencida que las contribuciones de los latinos se meritan un puesto prominente en la saga de las reacciones vigorosas de esta nación ante el fascismo, el comunismo, y otras amenazas del exterior, ha ofrecido compartir su material de recurso con PBS.
“No debemos nunca tener que renunciar a quienes somos para poder lograrnos”, asevera Rivas Rodríguez, repitiendo la sabiduría que aprendió de sus padres.
Si Burns y la cadena PBS continúan con negar a la comunidad latina entera representación en su historia de la segunda guerra mundial, tendrán que luchar con una enemiga latina formidable, cuya fortaleza contrasta con su talle menudo de 5 pies de altura.
(Marisella Veiga, de St. Augustine, Florida, es columnista que contribuye con Hispanic Link News Service. Comuníquese con ella a: mveiga@bellsouth.net). © 2007 FIN