por Javier Aguirre
Sería optimista decir que la economía está al borde de un desastre. En realidad, la economía se ha ido ya por la borda.
A pesar de que este evento trastornador tiene a la luz su desagradable rostro desde un tiempo ya, el fracaso por parte de nuestros legisladores de reconocerlo y de informar a la población en general resulta tan deplorable como es cataclísmico el evento.
A su vez, el fracaso de la población en general resulta casi igual de deplorable. Las preguntas a las que no respondimos en ese entonces han vuelto para mordernos el gluteus maximus proverbial.
Los préstamos riesgosos – menos que preferenciales – ¿son de beneficio al mercado, o sólo para los que cobran comisiones? La práctica de vender casas sin cuota inicial, ¿es una forma fiable de venta, o es sólo una práctica de conformación legal para la especulación de compra y reventa rápida de propiedades?
¿Es posible justificar, verdaderamente, los salarios glotones y las gratificaciones de los funcionarios principales de las corporaciones?
Estamos al punto en que prácticamente cualquier estado de la nación puede acercarse a sus equipos deportivos y prestarse dinero suficiente de un solo jugador para saldar los déficits estatales.
Sin embargo, el gobierno federal está considerando usar dinero de los impuestos para rescatar a corporaciones que no se han molestado en regularse de manera fiscalmente sólida.
Que el público no se olvide que el gobierno está pensando hacer esto desde una posición deficitaria.
¿Quién es que va a beneficiarse? De hecho no lo es la clase media, quienes ya han perdido sus casas para ir a vivir en una ciudad carpa.
De hecho no son los crónicamente desempleado, quienes continuarán sin empleo.
De hecho no son los que no cuentan con buen crédito y quienes no se beneficiarán del rescate a menos que se les ofrezca otro préstamo menos que preferencial, lo cual no ocurrirá bajo reglamentación federal.
Las agencias de bienestar público mantiene que si los que reciben beneficios del bienestar fueran a recibir $10.000 para volver a establecerse, no ocurriría: se lo gastarían todo. Se figura que no tienen responsabilidad fiscal. No obstante, si esta misma analogía se la aplicamos a las corporaciones y al rescate federal, no faltarán las explicaciones “razonables” y excusas de por qué no es igual. Setecientos mil millones de dólares.
Hagamos lo siguiente. Dividirlo entre los estados.
Así cada estado tendrá aproximadamente 13 mil millones, 461 millón, 538 mil, 461 dólares y 50 centavos, lo cual debería cubrir varios presupuestos estatales en déficit y ayudar a rectificarlos.
¿Regular, dice? Consignar el dinero para atacar la pobreza y todos sus problemas afines, como el fracaso de las escuelas, la incompetencia de los legisladores, el vivir sin techo, la ignorancia gubernamental y el desempleo.
Ofrecer el dinero como un préstamo con tasas altas de interés a los estados que muestren normas de alto rendimiento vinculadas con el préstamo. Se perdonaría el interés en lo que el estado cumpla con las normas de rendimiento. Hacer que llegue a los niveles más bajos de la sociedad al usar a funcionarios de presupuesto corporativo principales a quienes también se les requerirá cumplir con las más altas normas de rendimiento posibles. Juntar esta acción con evaluaciones formativas trimestrales que realicen evaluadores independientes, y no empleados de gobierno.
Los programas que no cumplan con las metas trimestrales perderán su financiamiento.
No habrá excepciones. Por ejemplo, la medida de rendimiento para la mayoría de los programas de empleo y capacitación es de “entrenar y colocar en un puesto”. Como consecuencia, si el cliente se va después de sólo pocos días de trabajo, la colocación cuenta positivamente para el cumplimiento de la norma de rendimiento. La medida del éxito tendría que ser retención a largo plazo, y no el colocar en un puesto. Se define la retención a largo plazo como suficiente tiempo empleado como para resultar en la acumulación de valor neto propio, como por ejemplo el seguro contra el desempleo.
El modelo tradicional de resolución de problemas que afectan a las poblaciones pobres y de clase media ha sido vertical – de arriba abajo. Se probó la ineficacia de este modelo recientemente con el fiasco de las sociedades de ahorro y préstamo.
En éste, el siglo XXI, el modelo resulta ser obsoleto. El rescate nunca llega al nivel de las personas de a pie, donde más hace falta llegar. La única solución viable es lograr un impacto sobre las personas crónicamente desempleadas y de bajos recursos, las que tienen problemas con la retención en un puesto laboral.
Hay un refrán viejo que deja entender que todo “rueda para abajo”. Es cierto. Es hora de invertir la pirámide. Hispanic Link.
(Javier Aguirre ha sido campesino inmigrante y mantiene vínculos extensos con la comunidad laboral. Cuenta con un título universitario en administración pública de Heritage College, en Washington, y una maestría de American Intercontinental University en Illinois. Actualmente candidato doctoral en la University of Phoenix. Ha colaborado con anteriormente con Hispanic Link, y ha sido activista y organizador comunitario y educador comunitario. Está empleado hoy como gerente de operaciones en la Fresno West Coalition for Economic Development, de Fresno California. A Fresno se le compara con la región pobre de las Montañas Apalaches del este de los Estados Unidos, por lo que tiene una de las mayores concentraciones de pobreza entre sus comunidades urbanas. Es autor de “Expanding Horizons: A Journey to Becoming a Skilled Language Interpreter”). © 2008