by Ron Arias
Cuando entré al Cuerpo de Paz en 1963 para trabajar en el Perú, pensé que iba a ayudar a personas necesitadas.
Años después me di cuenta que ellos me ayudaron a mí mucho más de lo que yo les ayudé a ellos.
Ahora que Barack Obama ha prometido expander el Cuerpo de Paz, me gustaría enfatizar a los latinos de los EE.UU. lo mucho que se recibe del trabajo voluntario en el extranjero, en particular en América Latina.
Yo descubrí que mis raíces en México me conectaban a una historia y una cultura más profundas que lo que nunca hubiera imaginado. Al trabajar y vivir entre campesinos en los Andes, llegué a apreciar cómo vive la mayoría del mundo – luchando al borde de la supervivencia.
El Cuerpo de Paz me mandó a mí y a otro californiano a Sicuani, un pueblo en un valle al sur de Cusco, en el que administramos un programa de alimentos para niños de escuela quechua hablantes.
También iniciamos una media docena de otros proyectos más. Les enseñamos el inglés a adultos en el pueblo; criamos conejos de calidad con la esperanza que los granjeros los criaran; importamos puercos por la misma razón; conseguimos que una empresa de tractores en Iowa nos enviara un tractor versátil, de un pistón, para arar pequeños lotes; intentamos cruzar toros suizos con las pequeñas vacas locales; hasta montamos un campamento de verano para los niños del pueblo.
Fracasamos con casi todo menos el programa de alimentos para la escuela, las clases de inglés y el campamento para los niños.
Pero cada fracaso fue una aventura, incluyendo nuestro esfuerzo de vitrina con los dos toros que nos prestamos de un rancho del estado. Uno era maduro, pero el otro, si bien grande, descubrimos que aún era adolescente.
Para publicitar el proyecto, invitamos a los campesinos del rededor para ver el primer día de la crianza.
Llegaron, pero después que llegara la primera vaca al corral, todo lo que oí fue risas. El toro más chico quería amamantar y fue a dar con la úbre de la vaca, mientras que el toro más viejo se interesaba sólo en montarse al otro macho.
Nos reímos también, así como compartimos otras partes de la vida comunitaria, desde las fi estas hasta los funerales. Hasta fuimos testigos de una tragedia cuando a la distancia vimos a soldados disparar y matar a un grupo de indios indefensos que se habían asentado en tierra sin cultivar perteneciente a un dueño ausente.
Después de dejar el Cuerpo de Paz, enseñé inglés durante 13 años en una universidad comunitaria. Mis estudiantes aprendieron siempre de América Latina de mí, y como mi estadía en el Perú fue de tal intensidad, comencé a escribir ficción infl uenciado tanto por Gabriel García Márquez y Juan Rulfo como por William Faulkner y Bernard Malamud.
Cuando dejé la docencia para dedicarme alperiodismo de revistas, miéxito como “paracaidista” a los lugares candentes y terribles del globo lo hizo posible mi vida en el Perú, donde aprendí el valor de ser flexible y no ser crítico, relativamente.
Cuando entrevistaba a campesinos en Brasil o en Nicaragua, víctimas de guerra en Viet Nam o en Sarajevo, los hambrientos en Somalia o las víctimas del racismo entre los sioux lakota o aborígenes australianos, sentía cierta familiaridad con la vida y la muerte al borde de la existencia. Gracias a mi servicio en el extranjero, no requería preparación.
Cuando en 1961 el presidente John F. Kennedy creara el Cuerpo de Paz, sus palabras famosas fueron, “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. A los jóvenes norteamericanos, en particular los de ascendencia hispana, yo quisiera añadir: “También pregunta lo que puede hacer porti el país que te acoja”.
Si sirves en América Latina, como yo, recibirás más de lo que das. Es probable que profundices tus lazos con tus primos culturales al sur. Aprenderás el benefi cio de la compasión, de la paciencia y de la tolerancia, y de manera absoluta, afi narás tus habilidades con la resolución de problemas a la vez que ampliarás el español que ya sabrás hablar. Esos dos años afectarán el resto de tu vida. Hispanic Link.
(Ron Arias, de Hermosa Beach, California, es autor de varios libros, entre ellos la novela chicana pionera, “The Road to Tamazunchale” en 1975. Comuníquese con él a: ron.arias@mac.com). © 2009