por Louis Nevaer
New America Medias
LA HABANA – el vuelo de Aviación Cubano 154 sale de La Habana a las 12:50 am, llegando a Cancún, México menos de una hora más tarde. Es uno más de un puñado de vuelos que, todos los días, son utilizados por los agentes del gobierno y autodenominados “empresarios” de Cuba para el contrabando de productos de consumo en la isla que, a causa del embargo y las restricciones de viaje a los Estados Unidos a la mayoría de los cubanos, no estaría disponible de otra manera.
El Vuelo 154 rara vez está a tiempo, a menudo sale más de una hora de retraso. Esto no hace ninguna diferencia a Juan, un cubano de unos 30 y tantos, quien realiza este vuelo varias veces al mes.
“Cualquier cosa que vendan en las tiendas Wal-Mart, Costco o Comercial Mexicana, yo lo puedo conseguir para cualquier persona en La Habana”, dice.
Lo qué se necesita para ser un empresario cubano, cuyo trabajo es eludir el embargo económico de Estados Unidos son tres cosas: una visa del gobierno cubano que le permita viajar a México, saber cómo funcionan los sobornos en el aeropuerto internacional de La Habana para la entrada sin restricciones de bienes de consumo, y el capital suficiente para el viaje inicial a México para ir de compras.
Si durante la Guerra Fría los Estados Unidos operaba un puente aéreo para evitar que Berlín colapsara, los vuelos comerciales entre La Habana y Cancún ofrecen una forma de liberar la presión en La Habana a través del establecimiento de un mecanismo que permite el flujo de bienes de consumo en Cuba, y a su vez permite a los cubanos con dólares o euros alcanzar un mayor nivel de comodidad material que de otro modo no sería posible.
Cuando el vuelo 154 llega a Cancún, el aeropuerto está casi desierto. Casi todos los vuelos a Europa se han ido. Los primeros vuelos de los EE.UU., Canadá y México aún no llegan. Juan encuentra esta llegada antes del amanecer, inconveniente; pues pasaran horas antes de que Wal-Mart, Samis Club, Costco, Comercial Mexicana o Home Depot abran sus puertas.
En la ocasiones, se encuentra con sus amigos mexicanos o socios del negocios, a quienes les escribió por medio de correo electrónico cuando hay una petición demasiado difícil de encontrar en tan sólo unas horas. A menudo pasa el rato, como por una hora o algo así con la tripulación de Aviación Cubana, dándoles consejos de comercio, en donde conseguir la mejor oferta de esto o aquello. Juan prefiere Wal-Mart en la Avenida Coba, ya que tienen una mejor selección de electrónica y servicio doméstico.
Aunque para cosméticos, artículos diversos y alimentos, no hay nada mejor que la Mega Comercial Mexicana en la intersección de las avenidas Tulum y Uxmal.
“No me sorprendería si la mitad de las mujeres en La Habana usaran el champú para el pelo de los Mega”, dice.
Juan dice que cuando está bien organizado, puede comprar todo en su lista en unas pocas horas. Como un cliente regular en estas tiendas, los vendedores le conocen; y deben fijar la mercancía reservada para él, e incluso empacársela para el transporte de carga.
Los precios que cobra por los productos de vuelta en Cuba reflejan lo que él llama el “impuesto de embargo”, es decir, que triplica el precio. Por ejemplo, Un acero inoxidable Hamilton Beach 4-Slice Toaster Horno, que se vende por poco más de $ 30 USD en Cancún, se vende por $ 100 USD en La Habana. A Suave Professionals Shampoo + Conditioner que se vende por $3 USD en la Mega Comercial, se venderá por $ 10 USD en La Habana.
“Tengo que pagar entre $ 00 y $ 200 dólares en sobornos en el aeropuerto de La Habana, por lo mucho que me voy a llevar” explica Juan. “Además, el costo del boleto, así es como me gano la vida”.
La noticia de que los EE.UU. y Cuba pudieran reanudar las relaciones diplomáticas no le molestaba.
“Pasarán años antes de que me afecte”, dijo con confianza. “La verdad es que Wal-Mart podría abrir una tienda en La Habana mañana y no haría una diferencia. ¿Por qué? Debido a que el problema de Cuba no es que no hay Coca-Cola, hornos de microondas, o champú, explica.
“El problema es que el pueblo cubano no tienen dinero para comprar cosas”, dice. “Vendo tres hornos de microondas y 10 hornos tostadores al mes, pero eso es porque así es como pocos cubanos tienen el dinero para comprar estas cosas”.
“Los únicos clientes que tengo son funcionarios -todos gubernamentales, los cuales son corruptos por lo que tienen dólares -o cubanos que tienen acceso a dólares. Se puede conseguir dólares sólo de una u otra manera: Si tiene familia en Miami que se los envié o si trabaja en una industria turística, donde los turistas le dan los dólares o euros como propinas. Eso es todo, esa es toda la economía de los consumidores”.
“Si el embargo terminara mañana y Wal-Mart abriera…estaría tan vacío como el Centro Comercial Palco o Galerías Paseo”, dice, una referencia a dos zonas comerciales ubicadas en el corazón de La Habana, los cuales permanecen en gran parte vacía de clientes locales. “A menos que el embargo signifique que a todos en Cuba se les pague en dólares americanos, yo no voy a la quiebra en el corto plazo”.
Después de una ajetreada mañana de compras en Cancún, está listo para regresar al aeropuerto. Si tiene suerte, no habrá ningún problema al registrar todo su equipaje y la carga para el vuelo de la tarde a La Habana.
Juan prefiere regresar a La Habana antes del atardecer. Esto le permite pasar por la aduana, lo que significa pagarle a sus funcionarios regulares y poder volver a casa por la noche. Cuando los cubanos tienen el dinero para comprar productos, quieren gratificación instantánea.
“Estaré despierto hasta las 2 o 3 de la mañana”, explica. “Hasta que la gente recoja lo que ha pedido”.
A medida que pasa su lista, como si fuera una versión cubana de Santa Claus, con tickets en los artículos que dicen: hornos tostadores; artículos varios y champús; dos asientos de seguridad para niños; tres consolas de videojuegos Xbox 360, cuatro pares de zapatos corrientes de Asís Gel-Kahana hombres, de diferentes tamaños; más tres maletas de niños, de mujeres y de ropa de hombre.
Si no hay problemas, después de los costos, espera que le queden en el bolsillo alrededor de $ 250 USD en ganancias. Esta es una suma principesca, especialmente en un país donde el trabajador promedio gana alrededor de $ 25 USD al mes.
“Algunos de mis clientes tienen que ahorrar durante meses para comprar un champú de marca, o un par de zapatillas de deporte para sus hijos”, explica Juan.
Así, el agente de boletos de avión da él su tarjeta de embarque y recibos por el equipaje que registró. Un momento después, él sonríe mientras camina hacia el puesto de control de seguridad. Menos de una hora después de salir de Cancún, estará de regreso en La Habana, donde los clientes estarán ansiosos de poner manos encima de todo por lo que pasó toda la mañana consiguiendo.