sábado, diciembre 28, 2024
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Para el voto Latino, el futuro es ahora

por José de la Isla

WASHINGTON, D.C. – Gary Trudeau, creador de la tira cómica Doonesbury, compone su tira con mucha anticipación, y por eso es que declaró a Barack Obama ganador de la elección para presidente antes que abrieran las primeras urnas de votación.

La fecha límite que me toca a mí es parecida. En lo que usted esté leyendo esto, ya se sabrá el resultado de los comicios. Yo no lo sé.

El personal de la oficina aquí se divide fundamentalmente en tres campos. Uno dice que los latinos recibirán crédito por haber influido en la elección sólo si el sol amanece sobre la isla Catalina en el oeste.

Lo que razonan es que los latinos viven en su mayoría en estados en gran parte en las zonas cronológicas del Pacífico, la Montaña y Central. Si la elección resulta preponderantemente a favor de Obama, los medios reportarán su victoria antes de cerrar las urnas del oeste, y dirán que el crédito lo merecen las zonas cronológicas del este, y sus coaliciones de mujeres, votantes de clase obrera, hombres blancos y personas negras de ambos géneros. Se formará una percepción a largo plazo que será difícil de sacudir. A los latinos les pondrán la casaca de haber llegado muy tarde.

Otro grupo no distingue ninguna importancia que derive del voto latino. Estas personas agnósticas en resumidas cuentas se equivocan. Hay que pasar un tiempito viendo cómo John Kennedy en Texas y en Illinois y George W. Bush en la Florida, se hicieron con sufi cientes votos como para ganar y se verá lo decisivo que ha sido el voto hispano en comicios presidenciales pasados.

Pero hoy no es 1960, ni tampoco el 2000. Otros factores caracterizan el panorama políticos del 2008. Lo más importante es que el elenco que atrae a los votantes a las urnas es mucho más grande.

La Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Nombrados reporta que hay 612 hispanos en contiendas electorales para ocupar escaños en el Senado y la Cámara de Representantes a nivel federal; y en otros 37 estados para escaños a nivel de senado y asamblea estatales. Han estado expandiéndose sus cifras durante años. Actualmente, hay 6.000 latinos que ocupan puestos de elección o nombramiento en los Estados Unidos. Muchos de los candidatos de hoy llenarán más adelante las papeletas de su partido para convertirse en los gobernadores de estado y senadores de los Estados Unidos.

En el pasado, nueve estados, que representan el 81 por ciento de la población total de hispanos en los EE.UU., — Arizona, California, Colorado, Florida, Illinois Nuevo Jersey, Nuevo México, Nueva York y Texas – han sido el foco de atención. Los treinta miembros del Congreso hispanos y todos menos unos cuantos de las legislaturas estatales provienen de aquellos estados tradicionales.

Este año hay cinco candidatos hispanos certeros (que no tienen oposición) o candidatos hispanos muy, muy fuertes que son nuevos y que compiten en estados que no son tradicionales, uno de cada grupo en Kansas, Wyoming y Massachusetts, además de dos en Oklahoma.

Esto sí que es noticia ya que los que observan la política de los latinos en los Estados Unidos (y los medios que influencian) con demasiada frecuencia asumen una perspectiva regional, y no una nacional.

Algunos comentadores implosionaron la noticia por lo que les cuesta entender la geografía más allá de la vista panorámica de su sala de estar.

Ahora es buen momento para consultar Rand McNally o Google Map sobre los lugares en los que las contiendas interesantes se están realizando. Lo que muestran es cómo la nación va extendiendo sus límites demográficos – a Delaware, Nuevo Hampshire, Rhode Island, Washington y muchos estados más.

Lo que implica la adquisición de representación política es tener mayores oportunidades de hacerse oír. Se respeta a más individuos cuando se les reconoce como parte de una comunidad mayor. Empiezan a desmoronarse los estereotipos. Mejoran las posibilidades de tener un gobierno que responda más a sus necesidades. Sin esto, ¿cómo pretende el gobierno avanzar con buscar soluciones a problemas difíciles?

La participación es lo que marcó los orígenes de los hispanos en la política en unos cuantos pueblos y ciudades dispersos del suroeste con un puñado de personas que remonta a los años treinta. Pero no han variado los principios. Ahora hay participación cívica de 11 millones de electores latinos registrados.

Dado el hecho que usted se encuentra en el presente pos-elecciones y yo esto lo redacto en el pasado pre-elecciones, no puedo determinar qué fue lo que ocurrió con los competidores latinos en su estado – los que ya mencioné, así como otros en lugares como Rhode Island, Pennsylvania, Alaska, Nebraska, Montana, Louisiana, y Carolina del Norte y del Sur. Entonces, hágame el favor, y búsqueme los resultados en www.naleo.org.

[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003) redacta comentarios semanales para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: ­joseisla@yahoo.com].

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