[Author]por Alex Newman
New American
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Con un estimado que sugiere que más de 800 personas han muerto debido a la presente epidemia de ébola que se expande en el Occidente de África, crece la preocupación en los Estados Unidos acerca de cómo van a reaccionar las autoridades federales y estatales si –o cuándo– un virus que amenaza la vida como el ébola comienza a esparcirse domésticamente. Las respuestas globales ante el brote también despiertan temores. Considerando los preparativos militares de la gripe porcina hace cinco años, hay muchos motivos para alarmarnos, según dicen los expertos. Algunos analistas y comentaristas han anunciado que se ha configurado el escenario de la tiranía médica para cuando un americano infectado con ébola venga a Estados Unidos por tratamiento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) de la ONU también está haciendo olas con sus controvertidos preparativos globales. Desde ahora, el equipo planetario afirma estar “coordinando” una respuesta planetaria de $100 millones con sus gobiernos miembros.
En los Estados Unidos, ya se hicieron los preparativos cuasi draconianos, y muchos han estado en vigor durante años. En una enmienda a la “Orden Ejecutiva” 13295 firmada la semana pasada, Obama, al expandir una orden previa, se ha propuesto dedicar los vastos poderes de su administración a detener norteamericanos sospechosos de tener un “trastorno respiratorio”.
El 31 de julio, respondiendo a las noticias sobre el contagio del ébola, Obama modificó una “Orden Ejecutiva” de la era de George W. Bush firmada en 2003. Ese decreto inconstitucional estaba dirigido supuestamente “a prever la aprensión, detención o libertad condicional de los individuos para prevenir la introducción, transmisión o contagio de trastornos sospechosos comunicables”. Bajo ese esquema, el gobierno federal podrá detener a personas sospechosas de albergar una amplia lista de trastornos incluyendo cólera, difteria, tuberculosis, viruela, fiebre amarilla, SARS, ébola, y más.
La orden firmada por Obama la semana pasada modifica una subsección de la orden ejecutiva de Bush. En esencia, amplía drásticamente los términos netos en que los norteamericanos pueden ser detenidos. Bajo Bush, la subsección B sólo trataba del Síndrome Respiratorio Agudo, o SARS. La enmienda de Obama permite a los federales detener a cualquiera que presente signos “de trastornos asociados con fiebre, y signos y síntomas de neumonía u otras enfermedades respiratorias” que puedan causar una pandemia, o conducir a la “mortalidad o a seria morbosidad no propiamente controlable”. Sólo la gripe está exenta.
La orden ejecutiva de Obama se refiere a la sección 361 de la Ley de Servicio Público de Salud. En su sitio web, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) afirman que el estatuto, originalmente aprobado en 1944, “establece claramente la autoridad sobre la cuarentena del gobierno federal por primera vez”. La Constitución nunca estableció esto. Asimismo, los críticos dicen que el estatuto representa un descarado e inconstitucional abuso de poder que es totalitario. Por ejemplo, el esquema significa permitir al gobierno federal “aprehender” y “detener” a individuos sospechosos de infección en “el momento y la manera que sean razonablemente necesarios”.
En otras palabras, un burócrata puede privar a un ciudadano de sus inalienables derechos –por el tiempo que el burócrata considere necesario– por la mera sospecha de que la persona detenida haya estado en contacto con alguna enfermedad. Contraste la supuesta autoridad federal con el estatuto de la Enmienda Quinta de la Constitución de los Estados Unidos, que pura y simplemente prohíbe la privación de la libertad sin el debido proceso de la ley –un principio esencial e intemporal consagrado en la Carta Magna hace casi 800 años–. Las constituciones estatales a lo largo de Estados Unidos también reconocen esos mismos derechos fundamentales.
Incluso, los militares pueden estar involucrados. De hecho, en 2009, cuando surgió la exagerada histeria de la gripe porcina, la administración de Obama se estaba preparando para un despliegue militar en suelo norteamericano.
Entre otros esquemas, la ley otorga a los oficiales de la salud pública la autoridad para mandar vacunas y forzar involuntariamente cuarentenas en caso de una declaración de emergencia. También fuerza a las personas a someterse a exámenes médicos y tratamiento decretados por las autoridades contra su voluntad, violando la privacidad de los pacientes y atacando los derechos de propiedad privada al amenazar a médicos profesionales, movilizar a la tropa para forzar los decretos del gobierno y racionar todo, desde los alimentos hasta la gasolina y las armas de fuego, etcétera.
Los norteamericanos, en espera de que la corte pueda proteger sus derechos en el evento de la tiranía médica, probablemente van a decepcionarse, de acuerdo con los expertos. “Los jueces no van a tolerar las acciones de emergencia para proteger al público de un peligro claro y presente, y si lo hacen, las cortes estatales van a derogar sus lineamientos en cuestión de horas”, explicó el director del programa de leyes, ciencia y salud pública de la Universidad Estatal de Louisiana, Edward Richards, y Dr. Katherine Rathbun. “La historia de la moderación judicial frente a los poderes emergentes es la de la obediencia ciega frente a la autoridad civil y militar.”
Thomas Frieden, jefe de CDC, afirmó recientemente que un amplio brote de ébola en los Estados Unidos “no está en juego”. Una de las razones es que, según sugiere, la agencia federal amasó grandes poderes para el caso de combatir la enfermedad. “Tenemos estaciones de cuarentena en los principales puertos de entrada”, dijo a los reporteros.
No cabe duda de que el ébola es una enfermedad peligrosa y aterradora –mata a un estimado de 90 por ciento de sus víctimas, y actualmente no existe cura. Sin embargo, el esquema inconstitucional del gobierno, supuestamente diseñado para tratar el virus y otros trastornos contagiosos, debe ser al menos alarmante para los norteamericanos. En efecto, el abuso potencial, la tiranía y las violaciones constitucionales lascivas bajo una declarada “emergencia” son difíciles de enfatizar. Las maquinaciones del dictador-dominado de Naciones Unidas pueden ser aún peores.
Gobiernos sin restricciones, que han asesinado a cientos de millones de inocentes tan sólo en el último siglo, así como las epidemias, ambos han probado estar entre las más letales amenazas a la humanidad. Por el bien de la vida y la libertad, sin embargo, los americanos deben asegurar que sus autoridades no pisoteen la Constitución bajo el disfraz de una emergencia real, manufacturada o imaginaria, sea un brote de ébola o cualquier otra cosa. Hay mil caminos para proteger la salud pública sin recurrir a la tiranía. Asegurar la frontera del sur podría ser un primer paso.
(Alex Newman, corresponsal exterior de The New American, actualmente reside en Europa.)