sábado, noviembre 23, 2024
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Obama se prepara para enviar tropas a Siria

Mientras tanto el gobierno de EE.UU. está planeando su próximo golpe mayor

por Claire Bernish

Un golpe no violento para deponer a la presidenta democráticamente electa e instalar a algunos de los políticos más corruptos –quienes, no por mera coincidencia, pasarán a ser favorecidos por el establishment político norteamericano– está actualmente en marcha en Brasil. Mientras la atención pública se concentra en el alistamiento de tropas de despliegue en Siria, el gobierno norteamericano ha podido dar en silencio su aprobación a la medida ilegal y sin bases para expulsar a la Presidenta brasileña Dilma Rousseff.

Además, a pesar de la controversia sobre quintuplicar las tropas de Estados Unidos en Siria –no obstante las declaraciones de la administración Obama al menos 16 veces de que no habría ‘botas en el terreno’– constituye un debate válido y pertinente, no debería permitirse que ofusque lo que está teniendo lugar en Brasil.

Para comprender la importancia del tumulto en marcha, baste sólo echar una mirada a quién le importan ambos: los brasileños y la élite política norteamericana  –y claramente no son los 54 millones de personas que reeligieron a la primera presidenta mujer hace sólo 18 meses.

De hecho, el Departamento de Estado norteamericano ha afirmado públicamente todo menos su apoyo a la usurpación de poder en Brasil por el Partido Social Democracia Brasileña (PSDB) de centro izquierda –quizá porque, como muchos han sugerido, las huellas digitales de Estados Unidos están por el golpe. Qué mejor manera de frustrar los exitosos tratados de Brasil con China y Rusia, como parte de una alianza económica de los BRICS, que poner un líder oligárquico cuyo partido favorece en gran medida los intereses norteamericanos.
En primer lugar, es necesario revisitar los mecanismos del golpe, así como la controversia que rodea a los involucrados.

La cámara baja del Congreso votó por el impeachment de Rousseff el 17 de abril, bajo la premisa de su presunta complicidad con la corrupción, aunque relativamente menor. Pero el verdadero ímpetu de la revocación de Rousseff, al contrario de la narrativa enarbolada por los medios corporativos, se evidencia con transparencia en  aquellos que llaman a ella –y en por quién quieren remplazarla.

Bruno Araújo, un diputado que ha estado implicado posiblemente en recibir fondos de una constructora gigante envuelta en un escándalo de corrupción, ayudó a reunir el voto por el impeachment a principios de mes. Araújo, como lo reportó el Intercept, pertenece al mismo partido PSDB que perdió cuatro elecciones en una contienda con el Partido de los Trabajadores de Rousseff.

“[L] o más importante significa entender la verdadera naturaleza antidemocrática de lo que está sucediendo”, explica Glenn Greenwald, de Intercept, “es ver a la persona a quien los oligarcas y sus medios están tratando de poner como presidente: el tentado por la corrupción, profundamente impopular, servidor de la oligarquía, el vicepresidente Michael Temer.”

Frente a toda la atención negativa puesta en Rousseff, la imagen impopular de Temer y sus tratos engañosos es peor, y podría ser peor por sus propios procesos de impeachment. Y no está solo.

“Juntos, 60 por ciento de los 594 miembros del Congreso brasileño enfrentan graves cargos como corrupción, fraude electoral, deforestación ilegal, secuestro y homicidio”, como cita The New York Times al organismo de control de la corrupción Transparencia Brasil.

Pero el PSDB pretende eludir sin el menor detalle el impeachment de Rousseff –que, de ser exitoso, llevaría automáticamente a Temer al poder–, a satisfacción del gobierno norteamericano.

Por curiosidad, otra gran figura que presiona por la revocación de Rousseff, el senador Aloysio Nunes, viajó a Washington, D.C., al día siguiente del voto del impeachment, para consultar con la tercera autoridad más poderosa del Departamento de Estado, Thomas Shannon, en una reunión a puertas cerradas.

Como co-director del Centro de Investigación Económica y Política, Mark Weisbrot explicó en un artículo en el Huffington Post que Shanon no tenía ningún deber obligatorio de reunirse con Nunes –pero haciéndolo envió un claro mensaje de al menos aceptación tácita de los procedimientos del impeachment por la Casa Blanca.

Un apoyo norteamericano al actual golpe rememora aquel golpe brasileño de 1964 –una usurpación violenta del poder por el dictador amigo de los Estados Unidos, durante el cual Dilma Rousseff misma fue víctima de tortura física.

Pero quizá el mayor indicador del apoyo norteamericano para deponer a Rousseff pueda encontrarse con detalle en el reciente viaje de Nunes a Washington. Como lo señaló Andrew Fishman, de Intercept, en una entrevista con Democracy Now, Nunes fue un invitado en un lunch auspiciado por el Grupo Albright Stonebridge  –una firma cofundada por el ex director de Kellogg y Madeleine Albright, ex secretaria de Estado bajo Bill Clinton.

“[Uno d]e los asesores de alto nivel, afiliado al Grupo Albright Stonebridge”, Fishman, quien reside en Brasil, señaló: “Es el líder de una organización que está muy involucrada en la presión contra el gobierno de Dilma”.

Él añadió que, “mientras el gobierno de Estados Unidos no ha tenido una postura oficial” sobre el inminente impeachment de Rousseff, “es muy obvio cuál es su postura y qué lado están apoyando o apoyarían”.

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