miércoles, julio 17, 2024
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Músico nica se va al Cielo pero deja su rítmo en la Tierra

por Marvin Ramírez

MUSIC IS MOURNING: Friends of Guillermo Guillén who saw him arrive to San Francisco sevaral decades ago, today they say good-bye. From left to right: Marvin Ramírez, editor de El Reportero; los congueros Emilio Pérez, Humberto López; singers Manuel Ernesto Guadamuz,­LA MÚSICA SE PUSO DE LUTO: Amigos que vieron llegar a Guillermo Guillén a San Francisco varias décadas atrás, hoy lo despiden en la foto. De der-izq: Marvin Ramírez, editor de El Reportero; los congueros Emilio Pérez, Humberto López; los cantantes Manuel Ernesto Guadamuz, Edgar ‘Gato’ Aguilar; el percusionista Jaime Vanegas, (fila de abajo), Donaldo Mantilla, el bajista Danilo Murillo, el persucionista Bayardo Rocha, y el cantante Tomás Gutiérrez.

Mayo es generalmente un mes de amor en reverencia a la madre.

Sin embargo, este año fue un año también doloroso.

Algunos miembros de la comunidad hispana, especialmente la nicaragüense, estuvieron de luto por la muerte de uno de sus miembros.

Guillermo E. Guillén, músico y ex seminarista católico y un excelente pianista, quien abandonó los clubes nocturnos hace casi dos décadas para alegrar las misas y los festéjos fúnebres de muchos latinos, falleció el 6 de mayo a la edad de 63 años. El Sr. Guillén nació en la colonial ciudad de Granada, Nicaragua el l5 de junio de 1946.

Fue en el verano de 1973 – la música de salsa empezaba a deslumbrar en el firmamento oeste de los Estados Unidos, cuando el Sr. Ponciano López, otro hijo de la ciudad de Granada, radicado en San Francisco desde hacía tres décadas, y propietario en aquel entonces de la popular orquesta latina, la Unidad 7, que anunció a sus músicos, que un “pianista de calidad” pronto llegaría para liderar al grupo.

Don Ponciano (q.e.p.d.), a como era llamado por todos, era propietario de una casa enorme de cuatro plantas en la calle Noe. Conocido por su espíritu hospitalario, él recibió a cuanto nicaragüense llegaba a San Francisco sin donde quedarse a dormir. El recién llegado encontraba lo básico para vivir: casa, comida, y tratamiento humano como si uno estuviera con su propia familia. Todo sin pago.

A esa morada llegó a vivir el Sr. Guillén, a la casa de los López, donde conoció a sus compañeros músicos también de Nicaragua, y algunos de otras partes de Latinoamérica.

El trajo un sabor diferente al grupo. A pesar de ser la música de Willie Colón y otras estrellas el ritmo del momento, el Sr. Guillén sintió de igual manera poder sacar al mundo la música nica.

Inquieto por su constante envolvimiento en la música salsa – la cual empezaba a evolucionar rápidamente y a transformar a la audiencia latina en el Área de la Bahía, el Sr. Guillén empezó a componer música de ‘seis por ocho”, el ritmo que predomina en el folklore nicaragüense, en un intento de conquistar un nuevo tono combinado con salsa.

“Sí, era lo que él quería hacer… yo todavía tengo unas grabaciones que hice con él” al respecto, dijo a El Reportero Bayardo Rocha, un veterano percusionista que compartió muchos años en la música con el Sr. Guillén, antes y después que la Unidad 7 desapareciera aproximadamente a finales de los años 70.

“Me sentí muy triste, con lágrimas, y la vez alegría de ver a todos los músicos y cantantes juntos (en la vela), porque fueron tantos años tocando juntos… recordé el pasado que experimentamos en la música con mucho corazón y sentimiento”, dijo Rocha.

Jaime Vanegas, otro percusionista veterano originario de Managua, quien en una temporada de la historia fuera catalogado como el mejor baterista de Nicaragua, conoció la trayectoria del Sr. Guillén, aunque esta haya sido fuera de su ciudad natal, Managua, en la ciudad de Granada.

“Muy triste la pérdida de un músico, de un compañero de tantos años – aunque fuera de Granada – que comparti mos el ambiente musical, social ­y politico”, dijo Vanegas, mientras recordaba en una conversación – en la funeraria – con el cantante Edgar “el Gato” Aguilar y el bajista Danilo Murillo, sobre la trasendencia del grupo Los Duros de Granada, uno de los pioneros musicales de la música rock en Nicaragua. Guillén, junto a su hermano Luis, fueron los fundadores en 1964.

“Lo estoy sintiendo como a un hermano… tuve experiencias musicales (con Guillermo) estando en Nicaragua así como en los Estados Unidos… se nos llevaron a un tesoro musical, pero se que está en buenas manos, Dios lo bendiga”, dijo Murillo.

La vela fue defi nitivamente una continuación al homenaje special que le brindó hace un año a Guillén un grupo de amigos que le amaron hasta el fi nal, cuando éste se rendió al cáncer. Este esfuerzo culminó con el nacimiento de la nueva di- rectiva, Comité Cultural Nicaragüense. La ex consul de Nicaragua, Auralila Beteta, fue la gran protagonista para que el homenaje se llevara cabo con sumo detalle al igual de solidifi cación de la nueva organización.

Las canciones predilectas del Sr. Guillén cantadas en la Misa Campesina en la Iglesia de Epifanía en el día de su vela, a la que él dedicó parte de su vida musical, fueron revividas por sus ex colegas, e incluyeron Alforja Campesina, La Mora Limpia, Amigo, Nicaragua Nicaragüita, interpretadas por el grupo de don Carlos Berríos, el Trío Xolotlán, y haciendo coro estuvieron sus otros amigos músicos. Entre los músico que participaron en su despedida, incluyeron: el pianista Filemón Morales, quien viajó desde Las Vegas; Bismark Franco, a los cantantes Tomás Gutiérrez, y Manuel Ernesto Guadamuz, a miembros de los Clarks de Leon, de los Juveniles, Los Ramblers, y otros no identifi cados.

Le sobreviven seis hijos de dos matrimonios. De su primera esposa Margaret: Pablo, Ana y Micaela. De su segunda esposa Cecilia: Nicolás, Bertarosa y Daniela; y a su última y tercera esposa, María Guillén, quien se esmeró en cuidarlo día y noche hasta el día de su muerte, y quien hoy continua dándole vida al grupo de música que el Sr. Guillén formó para la iglesia.

Sus restos fueron sepultados en el Cementerio Holy Cross en Colma, California.

Nota – Este reportero convivió en la misma casa de don Ponciano López a donde llegó Guillén, y donde muchos otros nicas llegamos a San Francisco en ese entonces sin tener donde quedarnos. Fuimos acogidos por la familia López como si fuéramos su propia familia.

Le deseo millones de bendiciones a esta familia tan linda por esa bondad que los distingue, pues todos los que vivimos bajo su techo les agradeceremos eternamente.

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