Don Cooper es llevado a beber por el miedo no hablado que nos contamina a todos.
by Don Cooper
Independiente de si se dan cuenta o no, los norteamericanos viven en un constante estado de miedo cada día. No me refiero a los miedos de la vida diaria, como perder el trabajo o tener un accidente de algún tipo, sino un miedo más siniestro y tortuoso; un miedo que los norteamericanos solamente se atreven a hablar alrededor del refrigerador de agua o en fiestas, para no ser tomados en serio; un miedo que intentan disfrazar con un tono de sarcasmo o indiferencia. Independiente de que los norteamericanos lo quieran admitir o no, es el mayor miedo de sus vidas: miedo al gobierno.
En este momento están los que leen esto, pensando: Don Cooper es un borracho. A lo cual respondo: ¿qué tiene que ver con eso? Tal vez más personas debieran beber si es lo que les toma para ponerse sobrios y enfrentarse a lo que realmente temen.
En su defensa, admito que la realidad es de temer. No se discute que vivir en un engaño es más cálido, seguro, acogedor y fácil. Pretender es siempre más entretenido que la realidad, por eso vamos al cine. Pero el temor al gobierno es un temor que invade el alma de una persona y— como el gobierno interviene en cada aspecto de nuestras vidas— afecta cada movimiento que hacemos cada día.
El miedo al gobierno es difícil de reconocer y aceptar. Es un miedo que se nos enseña temprano en la vida y al que nos acostumbramos. Inevitablemente terminamos poniéndolo lejos en nuestra mente, a fin de funcionar “normalmente” cada día y vivir nuestras vidas. Pero tal como un auto con un tiro por la culata gatillará un sentido de miedo de un veterano choqueado, también puede el estado gatillar ese sentido de miedo que han inculcado en nosotros.
Uno debe preguntar: cuando ve un policía en su espejo trasero con las luces prendidas, ¿tiene un sentimiento de seguridad y confort o recibe una dosis de adrenalina del reflejo “luche o escape”? Se pregunta inmediatamente por qué puede estar posiblemente deteniéndolo, aparte del hecho de que fue abusado cuando niño, acosado en el colegio y que su madre no lo quería, y ahora va a descargarse un poco abusando de usted.
Mientras busca la prueba del permiso de su gobierno para conducir (i.e., su licencia), y el permiso de su gobierno para poseer el auto (i.e., su registro), y su prueba de un seguro obligatorio, ¿debe hacerlo calmadamente y con una sonrisa en su cara y con una anticipación de hablar con alguien que se entrega para servirlo y protegerlo, o lo hace nerviosamente, buscando entre sus papeles, esperando que todo esté actualizado y sea aceptable para él, por miedo a ser detenido por cualquier razón y tener que afectar su trabajo, su familia y cada aspecto de su familia?
Y cuando todo termina, ¿se siente contento de que ocurrió o simplemente está feliz de que ya pasó? Más tarde esa noche cuenta la historia a otros con un sentido de orgullo, o con una lengua dura y se golpea por todas las cosas que deseó haber tenido la presencia de mente para decirle al momento, pero no lo hizo? ¿Se siente contento de que tenga que pagar $150 al gobierno porque estaba manejando más rápidamente de lo que el gobierno permite, o está enojado?
Y al final, ¿envía el dinero al gobierno aunque no esté de acuerdo? Aunque siente que es injusto haber pagado tanto dinero aunque no le hizo daño a nadie? Por supuesto que sí. ¿Y por qué? Porque tiene miedo de lo que el gobierno le va a hacer si no lo hace. Al final, se retrae en su cubículo de engaño a fin de justificar pagar la multa, al autoconvencerse de que lo que hizo estaba mal, el gobierno estaba bien y merece el castigo.
Mi argumento favorito en este engaño de todos los que siguen pegados a la matriz es que pagan sus impuestos voluntariamente. A esas personas les pregunto: ¿cuando hace su devolución de impuestos, hace todas las deducciones que el gobierno le permite?
Claro, la respuesta es siempre sí. Luego les pregunto si es que si pudieran sacar suficientes deducciones de manera que su carga tributaria sea cero, lo harían? De nuevo, sin sorpresa, la respuesta es sí. Luego les pregunto si su preferencia es pagar cero impuestos por qué no simplemente se niegan a pagar impuestos. Inevitablemente, hasta ahí llega nuestra cadena de deducciones. Claro que todos conocen la respuesta: porque tienen miedo de lo que el gobierno pueda hacer.
Desafío a que todos se pregunten: ¿cuándo fue la última vez que siquiera pensó en la posibilidad de que le pudieran robar, que entraran a su casa o que le disparen? ¿Puede siquiera recordarlo? Ahora pregúntese cuándo fue la última vez que tuvo miedo de hacer algo que podría ser considerado “ilegal” por el gobierno, por lo cual podría ser multado, detenido o arrestado? Algo como no usar cinturón de seguridad, pasar el límite de velocidad, virar en U, pasarse una luz amarilla, no cruzar la calle en el cruce, andar en bicicleta en la vereda, olvidar su licencia en casa, hacer muchas reducciones de sus impuestos, hablar por teléfono mientras maneja, no permitir que extraños lo toquen a usted o a sus hijos en el aeropuerto, cortar un árbol en su propiedad, poseer y portar un arma, recoger agua lluvia y la lista continúa. Podría decir que la respuesta es: ¡a diario! La primera palabra que sale de la boca de todos cuando se les hace una pregunta normal, completamente benigna estos días es: “Bueno legalmente…”
Es lo primero en nuestras mentes, y por qué no, hay 76,000 páginas solamente del registro federal. ¡Algunos sostienen que todos cometen al menos tres delitos cada día!
La ignorancia es cosa peligrosa, y debe ser detenida en nuestra época, porque puede matar a alguien.
Al final del día, todo lo que obliga el gobierno es aplicado con una pistola, y eso asusta a todo el mundo, como debiera ser. Pero si de verdad creemos que somos libres entonces debemos comenzar a actuar como tal. Es hora de que nos preocupemos de algo más grande que nosotros mismos. Es tiempo de que dejemos de vivir nuestras vidas en miedo.
Habiendo dicho todo eso, no estoy aguantando mi aliento. Está probado que es difícil convencer a las personas que la libertad es más importante que las amas de casas reales de Nueva Jersey.
¡Y por eso es que bebo!
Saludos, Don Cooper