México es un volcán y la belleza y la fragilidad de la nieve que adorna sus picos esconden una realidad escaldadora. Una inestabilidad que en cualquier momento dado podría explotar
por Geoffrey Pleyers y Manuel Garza Zepeda
Análisis
Para los interesados en los movimientos sociales, el siglo XXI comenzó en México con el levantamiento de la rebelión indígena zapatista en Chiapas. Su lucha ha sido una fuente de inspiración para muchos otros movimientos revolucionarios en todo el mundo.
Durante los años siguientes, la sociedad civil mexicana adquirió cierta prominencia en la llamada “transición a la democracia”. Después de más de setenta años de dominación electoral por un partido, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), un contendiente ganó la sede de la Ciudad de México en 1997 y la presidencia de la República en 2000.
Enfrentado a la amenaza zapatista y al triunfo de la oposición en las elecciones presidenciales, parecía como si el país atravesara un profundo proceso de renovación.
Hubo grandes expectativas de cambio.
Dos décadas después, esta esperanza se había desvanecido por completo. El PRI recuperó la presidencia en 2012, el país continúa extrayendo sangre debido a los altos niveles de violencia y crimen organizado, y las acciones de los militares continúan violando los derechos humanos.
La pobreza ha alcanzado niveles terribles, la corrupción es cada vez más desvergonzada, y el acceso a la atención médica es difícil para grandes sectores de la población.
La brecha entre ricos y pobres continúa creciendo. Mientras tanto, se anuncian recortes presupuestarios al gasto público, particularmente en educación, ciencia y tecnología, y servicios sociales y de salud, el Instituto Nacional Electoral (INE) declaró un presupuesto histórico de más de mil millones de euros para el financiamiento de los partidos políticos y la organización de las boletas en junio.
En vista de esta situación, surgieron preguntas sobre los resultados de la llamada “transición democrática” y las expectativas que despertó.
Enfrentado a la amenaza zapatista y al triunfo de la oposición en las elecciones presidenciales, parecía como si el país atravesara un profundo proceso de renovación.
¿Qué pasó con esa energía social que provocaron los zapatistas hace casi un cuarto de siglo? ¿Dónde están las reacciones de los ciudadanos que generalmente se movilizan contra la injusticia y la impunidad?
A primera vista, parece que un tipo de conformidad drástica reina sobre el país cuando las cosas se desmoronan. El programa de medios se enfoca en las campañas políticas a través de la lente de la república, la violencia o las preocupaciones con respecto a las negociaciones del TLCAN.
John Holloway [1], autor del prefacio del libro Teoría volcánica, lo describe en forma de metáfora: el país es un volcán y la belleza y fragilidad de la nieve que adorna sus picos esconde una realidad escalofriante de rechazo, furia , y una búsqueda de alternativas, una inestabilidad que en cualquier momento dado podría explotar.
Sería un error buscar movimientos y movilizaciones en las formas en que aparecieron hace 20 años en la era de la llamada “transición democrática”.
El contexto en el que los movimientos y la resistencia social cobran vida hoy es muy diferente de hace 25 años, y por lo tanto, también lo son los actores que los impulsan. Estas diferencias imponen la necesidad de explorar en nuevos espacios los cambios que están ocurriendo.
Los capítulos del libro “México en movimiento” [2] (México en movimientos) señalan varias transformaciones fundamentales en los movimientos sociales en México durante la última década:
1. La explosión de Internet y las redes sociales provocó cambios en la cultura y la organización de muchos movimientos sociales. Las redes sociales permitieron el desarrollo de organizaciones interpersonales y colectivas que son más flexibles en su naturaleza. Al mismo tiempo, se están abriendo nuevos canales de información y comunicación entre los ciudadanos. Sin embargo, es importante reconocer las limitaciones de estas posibilidades abiertas. El acceso a Internet todavía es algo limitado en todo el país, por lo que los problemas relacionados con la desinformación aún no han cesado.
La “batalla de la información” se ha convertido en una guerra total, con un saldo de 35 periodistas mexicanos asesinados a partir de enero de 2016.
Los principales canales de televisión todavía conservan una amplia influencia sobre la opinión pública. Además, México se encuentra entre los países del mundo con mayor gasto en propaganda gubernamental y política. La relevancia de este campo es clara cuando las advertencias de que la “batalla de la información” se ha convertido en una guerra total, con un saldo de 35 periodistas mexicanos asesinados a partir de enero de 2016.
2. En la última década, la violencia se ha recrudecido en México y se ha convertido en un problema estructural, con profundas raíces en todos los sectores de la economía y la vida pública, incluido el estado y sus propias instituciones. El periodismo, la defensa de los derechos humanos y el activismo se han convertido en actividades extremadamente peligrosas en el país. La desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Rural de Ayotzinapa, en el sudeste del estado de Guerrero, indica el momento culminante de un proceso de criminalización de los movimientos sociales en general, y de jóvenes y estudiantes.
3. Los ataques al territorio de las comunidades indígenas pueden agregarse a la larga lista de agresiones generales experimentadas por la población debido al desarrollo de megaproyectos mineros, la instalación de empresas de energía eólica, la construcción de carreteras, ductos y represas. Por otro lado, los intentos de privatizar recursos como el agua se han desarrollado recientemente.
4. En comparación con los actores de las décadas anteriores, una de las transformaciones más profundas que afectaron a los movimientos sociales en México es la pérdida de las perspectivas de democratización y el cuestionamiento de las perspectivas de emancipación. Hace casi 20 años, la llamada ‘transición democrática’ generó esperanzas de que la alternancia política abriría nuevos horizontes políticos, económicos y sociales, que terminaría con la corrupción e impondría un respeto por los derechos humanos. Dieciocho años después, y quedan pocas expectativas. La posible llegada a la presidencia de un candidato que encarna la honestidad y se esfuerza por combatir la corrupción podría mejorar la situación, pero no resolverá los problemas estructurales del país.
5. Un número creciente de mexicanos considera que el estado es parte de su problema en lugar de la solución al mismo. Lo que las experiencias de este libro nos muestran es que los movimientos de resistencia no están separados de las alternativas. Los ciudadanos deciden a sí mismos quién emprende la construcción de sus vidas, de manera limitada, experimental y contradictoria. Además de exigir que las decisiones se tomen entre los más poderosos, como un medio de defensa contra los ataques, las experiencias trascienden las protestas y adoptan nuevos métodos de comunicación. Se crearon muchos movimientos sociales y de resistencia para buscar soluciones a nivel local más allá de la reforma nacional.
6. Los movimientos que surgen actualmente no lo hacen con una agenda institucional-política en mente, sino que en lugar de los problemas diarios que experimentan:
violencia y agresiones hacia las mujeres, la búsqueda de familiares desaparecidos sin el apoyo del estado, la la destrucción del bosque de Cherán, la devastación ambiental causada por las compañías mineras, el aumento en los precios de la gasolina, la falta de recursos destinados a la educación. (Este artículo fue cortado para adaptarse al espacio de la edición impresa).
(Geoffrey Pleyers es investigador FNRS y profesor en la Universidad de Lovaina, Bélgica e investigador asociado en el Collège d’Etudes Mondiales.
Manuel Garza Zepeda tiene un doctorado en Sociología de la Universidad Autónoma de Puebla, México).