por José de la Isla
HOUSTON – La iglesia familiar era Inmaculado Corazón de María. Allí nos bautizaron a mí y a mis hermanos, hicimos todos la primera comunión y nos confirmamos. Seguimos yendo a misa allí incluso después de mudarnos a dos cuadras del viejo barrio.
La costumbre de mi padre era de parar en una de las varias panaderías locales o en el supermercado, o en uno de los cafés, o en la tortillería después de misa. Hasta el día de hoy, me despierto los domingos anticipando el pan dulce o el pan francés matutino que mi padre recogía regreso a casa.
En gran parte, lo que recuerdo es el repique de las campanas de la iglesia justo antes de la medianoche la víspera del Año Nuevo. Lalo, el asistente de la iglesia, comenzaría a tocar las campanas de Inmaculado Corazón justo antes de la medianoche. Las sirenas de las naves en el puerto pitaban con tonos largos barítonos y bajos durante dos minutos o más. A continuación, de calle arriba, llegaba un explosión de fuegos artificiales y cohetes de la tienda de los chinos de la esquina, propiedad del señor y la señora Lew, Ham Lu y Bobby.
Eso lo veíamos del pórtico delantero, nos dábamos un abrazo de Año Nuevo y hacíamos adiós a los autos que pasaban pitando las bocinas. De allí volvíamos al comedor de la casa a comer buñuelos con chocolate o café. Por la radio se oía a Guy Lombardo y The Royal Canadians con el programa “La música más dulce de este lado del Cielo” y los sonido de las grandes orquestas de Glenn Miller, a pesar de que esto fuera mucho más allá de su auge popular.
Continuó la tradición mucho después que me fuera de casa, primero para asistir a la universidad, luego para empezar la carrera, y más tarde para sencillamente seguir los senderos de la oportunidad.
Esto lo recordé el otro día que estaba en otro barrio, no muy distante del viejo, donde se asentaron mis padres después que mis hermanos y yo nos habíamos mudado de casa. Ya no quedaba cerca Inmaculado Corazón y comenzaron a ir a la misa de San Cristóbal. La comunidad no era más exclusivamente mexicana
y centroamericana. Ahora los anglos, vietnamitas, nigerianos y latinos formaban un mosaico de gentes y costumbres.
Durante la comunión, los latinos se veían diminutos al lado de las mujeres nigerianas con los turbantes de textiles de colores tropicales vibrantes en la copa de la cabeza. Los vietnamitas cantan el Ðoc kinh, las palabras del Ave María cantadas, formando lo que compositor litúrgico Rufi no Zaragoza, OFM, llama “un entorno sónico”. Las tradiciones familiares contrastan con nuevas vistas y sonidos que me hacen pensar que mi padre, vuelto artista en sus años tardíos, estuvo feliz aquí.
También es apropiado que la iglesia haga honor a San Cristóbal, el santo patrón querido de los mar- ineros, los transbordadores, los viajeros y personas haciendo largos trayectos. En 1969 lo eliminaron del calendario universal católico.
Se encontró que la vida del “santo” era mayormente leyenda.
Tal vez sea más importante para esta congregación de viajeros que han llegado de lugares distantes, llegar aquí y orar un templo nombre de un espíritu guía.
Park Place, el barrio donde se encuentra la iglesia, ha visto mejores días. No obstante, el nuevo desarrollo y la revitalización está transformando a muchos edifi cios afl igidos en nuevos centros de ofi cinas, escuelas charter, tiendas y cafés. La transición es lo que el sociólogo Mike Davis llama, “urbanismo mágico”.
Muy buenos pero sobre abundantes restaurantes mexicanos comparten el terreno ahora con algunos restaurantes chinos renombrados y un bistro vietnamita que sirve un pho increíblemente sabroso y platos de fi deos angostos.
Como lo he dejado sin resolver hace tiempo ya, sigo tratando de decidir qué hacer con algunas de las cosas que había en el escritorio de mi padre ahora que ya no está con nosotros.
Una es una grabación en cassette. Durante los primeros segundos hay silencio, luego se oyen las campanas del Inmaculado Corazón. De allí suenan las campanas de las naves del puerto. Un minuto o dos pasan y se oyen las explosiones de los fuegos artificiales, con un trasfondo de música de Guy Lombardo y The Royal Canadians, que tocan “Auld Lang Syne”.
Luego entra de nuevo el silencio. Hispanic Link.
[José de la Isla redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service y es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Su último libro, auspiciado por la Fundación Ford, se encuentra en versión digital gratuita en www.DayNightLifeDeathHope.com. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].