por David Bacon
Teresa Mina era una conserje en San Francisco, miembro del Local 87 del Sindicato de Empleados de Servicio, cuando fue despedida porque la empresa dijo que no tenía los documentos legales de inmigración. Inmigración y Aduanas le dijo a su empleador de despedir 463 trabajadores porque no tenían un estatus migratorio legal. Contó su historia a David Bacon el día antes de regresar a México.
Vengo de Tierra Blanca, un pueblo muy pobre en Veracruz. Después de que el padre de mis hijos nos abandonara, decidí venir a EE.UU. Simplemente no había dinero para sobrevivir. No podíamos seguir viviendo de esa manera.
Todos nos sentimos horriblemente cuando decidí partir. Mis tres hijos, mi mamá y dos hermanas siguen viviendo en nuestro hogar en Veracruz. La única persona que los mantiene ahora soy yo.
El sufrimiento de mis hijos no es tanto por dinero. He podido enviarles lo sufi- ciente para que paguen sus cuentas. Lo que les falta es amor. No tienen un padre, sólo me tienen a mí. Mi madre los cuida, pero no es lo mismo. Siempre me piden que regrese. Dicen que tal vez seremos pobres, pero estaremos juntos.
No he podido regresar a verlos por seis años, porque no tengo papeles para regresar a EE.UU. después. Cruzar ahora es caro y difícil.
Mis primeros dos años en San Francisco limpié casas. El trabajo era duro y yo estaba sola. Es diferente acá. Porque soy latina y no sé inglés, si voy a una tienda, me miran dearriba abajo, como si fuera una ladrona.
Después de dos años, obtuve el empleo como conserje, gano $17.85 la hora. Limpiando casas sólo ganaba $10. Pero entonces era acosada sexualmente. Otro trabajador se expuso ante mí y mi amiga. Fuimos a la empresa a alegar, me quitaron el empleo y me mantuvieron fuera del trabajo por un mes. No me pagaron ese tiempo.
Ahí fue cuando mis problemas comenzaron, porque llamé al sindicato y les pedí que me ayudaran. Después de eso, la empresa dijo que yo era una persona problemática, porque no me quedaba callada luchaba por mis derechos. A veces no me daban nada de trabajo .
Cuando uno trabaja como conserje, está casi siempre solo. Recoges la basura, limpias la cocina y pasas la aspiradora. Son cosas simples, y a uno lo cansan, pero es básicamente un buen empleo. Muchas veces no hacemos pausas. Para terminar todo, a veces ni siquiera paramos para almorzar.
Nadie me dijo nada sobre la inmigración por cuatro años. Pero entonces la empresa les dio una carta a mis compañeros diciéndoles que no podrían seguir trabajando porque no tenían papeles. Unas 40 perso- nas las recibieron al principio. Eventualmente yo también recibí una carta.
La persona de relaciones humanas dijo que inmigración había exigido los papeles para todas las personas que trabajan en la empresa. Dijo que 300 personas no tenían los papeles correctos. Las personas cuyos papeles estaban malos tenían un mes para darle a la empresa otros documentos. Si las autoridades de inmigración decían que estos tampoco estaban bien, serían despedidos. Ella dijo que inmigración podía venir a buscarnos donde vivíamos.
Tuvimos una reunión en el sindicato respecto de las cartas. Algunas personas en la reunión tenían papeles y vinieron a ayudar a quienes no teníamos. Dijeron cuando llegaron aquí ue habían tenido que cruzar la frontera igual que nosotros, para encontrar trabajo.
Se quejaron de que muchos de nosotros íbamos a ser despedidos que aumentaría la carga laboral para las personas que quedaban. El sindicato también se debilitó. Todos pagamos $49 al mes en cuotas del sindicato, y eso suma mucho. Estamos pagando ese dinero para que el sindicato nos defienda si nos despiden así. En esa reunión dijimos que queríamos igualdad de derechos. Nadie debería ser despedido a menos que inmigración nos arreste. No queremos que la empresa aplique la ley de inmigración. La empresa no es la ley.
La empresa no me dio trabajo en diciembre y enero. Estaba desesperada. No tenía dinero. Tuve que mudarme con otra persona, porque no podía pagar la renta. No podía enviar dinero a casa para mis hijos.
Estaba tan estresada que me caí y rompí mi brazo, estaba fuera por discapacidad. Luego regresé a trabajar y cuando fui a cobrar mi cheque, la mujer de la oficina no me quería pagar hasta que le mostrar mis papeles de inmigración. Me dio tres días para llevarlos, y dijo que si no, me iba a despedir. Le pregunté, “entonces usted es inmigración?”
Me sentí verdaderamente mal. Pasé tantos años matándome en ese empleo y necesitaba mantenerlo para poder enviar dinero a casa. Pero no podia seguir luchando. No quería que mis problemas se agrandaran, podía saber cuando las cosas empeorarían.
Regresé después de tres días, y le dije a la empresa que no tenía los papeles correctos. Pedí mi pago por las horas que había trabajado y mis vacaciones. Les dije que tenía un vuelo de regreso a México y que necesitaba mi cheque. Sólo me pagaron 60 horas, aunque me debían 82. Sabían que me iba y no podía pelear con ellos. El sindicato sí me dio algo. Si regresaba con mis papeles en dos años, podía recuperar mi empleo.
Esta ley es muy injusta. Estamos haciendo trabajos que son pesados y sucios. Trabajamos día y noche para ayudar a nuestros hijos a tener una mejor vida, o solamente a comer. Mi empleo es el único sustento para mi familia. Ahora mis hijos no tendrán lo que necesitan.
Muchas personas están asustadas ahora. No quieren quejarse o pelear nada porque tienen miedo de que los despidan. Creen que si seguimos peleando, inmigración nos atrapará. Tienen familias aquí. Qué les pasará a sus hijos? Nadie lo sabe. Se preocupan de que les pueda pasar a ellos lo que me pasó a mí.
No puedo permitirme vivir aquí por meses sin trabajar. Vine a este país por mis hijos. Pero si esto es lo que ocurre porque he estado luchando, prefiero irme, regresar a casa y vivir con mis hijos. Al final, ellos me necesitan más.
Entonces creo que regresaré a Tierra Blanca. Trabajaré en el campo o vendiendo comida. Mi familia dice que la situación económica en casa es muy difícil. No traigo mucho dinero a casa. Pero me gusta trabajar y sé que encontraré una manera.