by José de la Isla
HOUSTON, Texas – Evidentemente, a los osos se les pican los dientes por comer miel. A los humanos también les salen caries por comer mucha azúcar. En todo el mundo animal, los seres humanos y los osos son los únicos que tienen este parecido.
Se me ocurrió esta comparación después que el Center for Science in the Public Interest le instó el 13 de mayo al Comité de Finanzas del Senado a adoptar un impuesto sobre las bebidas gaseosas que no sean de dieta. El grupo incluyó lasbebidas alcohólicas como fuente para financiar una expansión en la cobertura de cuidados médicos.
El expresidente Bill Clinton, campeón de controlar la obesidad en los niños, respondió rápidamente.
“Me parece que lo que mejor se puede hacer es dar incentivación a todos para la prevención y el bienestar”, le dijo a ABC News dos días después. La Alliance for a Healthier Generation (alianza para una generación más sana) de Clinton ha colaborado con los productores de bebidas para reducir el contenido calórico de las bebidas que se venden en las máquinas de ventas en las escuelas.
El doctor Michael Jacobson, director ejecutivo del Center for Science in the Public Interest, dice que las bebidas gaseosas han contribuido grandemente a la obesidad en décadas recientes.
A su vez, la obesidad es una causa importante de la diabetes, la hipertensión, los derrames, los infartos y el cáncer. Esta es la razón fundamental por la que se le pide al Congreso imponer un nuevo impuesto sobre el consumo de bebidas no dietéticas, con o sin gas.
La ciencia está de parte del impuesto.
El día anterior al testimonio, asistentes sin nombrar del Senado le dijeron al Wall Street Journal que legisladores claves estaban sopesando la idea tras puertas cerradas. La Oficina del Presupuesto del Congreso ha calculado que tal impuesto podría rendir hasta $24 mil millones en los siguientes cuatro años para ayudar a pagar un amplio y expandido seguro médico.
No es difícil anticipar que la industria de las bebidas y grupos que ritualmente demonizan la palabra “impuesto” se opondrán a la idea. Sin embargo, en la superficie, parece que el sentimiento vuela alto de manera desproporcionada en cuanto a productos sencillos como el agua con sabor. ¿Cómo es posible que algo tan sabroso sepa tan mal?
En septiembre del año pasado, Donna Maldonado-Schullo reportó en Al Día de Filadelfia sobre un informe del Journal of the American Medical Association (AMA) que una bebida gaseosa al día puede hacer que alguien gane 15 libras en un año. De las comidas que consumimos comúnmente, las bebidas son las responsables de un gran porcentaje de calorías. Contienen grandes cantidades de jarabe de maíz rico en fructosa (HFCS por sus siglas en inglés) para endulzarlas, lo cual aumenta el riesgo de ser obeso y contraer la diabetes.
Son en particular vulnerables los niños por que la glucosa tiene altos niveles de compuestos activos que causan daño al tejido, lo cual a su vez puede llevar a la diabetes.
Las bebidas con HFCS tienen altos niveles de carbonilos reactivos, un compuesto que se asocia con moléculas de fructosa y de glucosa “desligadas” que se cree perjudican el tejido. Como contraste, el azúcar de mesa está “ligada” y “estable” químicamente. Esto no implica que el consumir el azúcar es muy benigno, tampoco. Hace cien años, la persona promedio consumía aproximadamente cinco libras de azúcar al año. Hace unos veinte años, el consumo aumentó a 20 libras. Hoy es de 135 libras al año.
Literalmente, el comer y el beber de manera desnutrida se ha convertido en un problema de salud. El alto contenido de azúcar en las dietas lleva al síndrome metabólico – la co-incidencia de hipertensión, obesidad y diabetes.
Según los Institutos Nacionales para la Salud (NIH por sus siglas en inglés), el 65 por ciento de los que sufren de diabetes morirán de infarto o de derrame cerebral.
Reportan que el 10.4 por ciento de los hispanos ya ha sido diagnosticado con la diabetes. Es alarmante que para los que tienen 50 años o más, la incidencia sube a 25 o 30 por ciento.
Mientras tanto, en lo que los porcentajes de la población estadounidense continúan reduciéndose para todos los niños, la evidencia sugiere que los productores, como Cadbury Schweppes, buscan el crecimiento en el mercado al expandir e intensificar esfuerzos de venta dirigidos a la juventud hispana.
Esta “fruta que pende bajo”, como se refirió una revista comercial al mercado hispano, al menos usó una descripción de algo nutritivo. Podrían haberlos llamado grandes osos con gusto por lo dulce. Hispanic Link.
[José de la Isla, cuyo último libro Day Night Life Death Hope, lo distribuye la Fundación Ford, redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. También es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. © 2009