lunes, noviembre 25, 2024
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La factura de venta

­por Esther J. Cepeda

¿Divisa sobre mi frente el símbolo del dólar?

Hay un dicho mexicano: “el nopal en la frente” que significa que la tez, los ojos y el pelo oscuros delatan el que eres mexicano.

Los comerciantes han puesto de cabeza al dicho, por decirlo así. Aquel “nopal” es ahora el símbolo del dólar y lejos de ser un insulto, es un blanco al que un sinfín de empresas estadounidenses apuntan con alegría.

Según el Selig Center for Economic Growth, de la Facultad de Negocios Terry de la Universidad de Georgia, los hispanos esgrimirán $860 mil millones en potencia de adquisición en el 2007 y más de $1.2 trillones para el 2012. Para darle perspectiva, el mercado de consumo hispano del 2007 en los EE.UU. tiene aproximadamente el mismo tamaño que la economía en total de México, en cuanto a su producto bruto nacional.

Suena impresionante y – en un momento en el que los hispanos en comunidades por todo el país siguen intentando definir su poder social y político – da gusto tener influencia en el cajero comercial. ¿Pero a qué costo?

El bombardeo comercial destinado a la cartera de los 49 millones de hispanos de esta nación parece no tener pierde para nadie: a la comunidad le ofrecen bienes y servicios mediante mensajes de sensibilidad cultural y lingüística y los mercaderes ganan más dinero al aprovechar a los consumidores anteriormente pasados por alto.

Más que esto, está el sentido implícito de legitimidad para una comunidad actualmente asediada por la negatividad resultante del debate sobre la inmigración. El mensaje comercial de las grandes empresas: “No hay que prestar atención a la política, ustedes nos gustan – ¡y nos gusta también su dinero!” es un alivio del torrente de programas de discusión por cable y “cartas al editor” lamentándose de la “carga” que tiene este país con un estimado 12 millones de inmigrantes sin documentos.

Pero, aparte de sentirse bien por ser reconocido, ¿qué recibimos a cambio? Mensajes seductores de paquetes super baratos, gigantescos de Flamin’ Hot Cheetos en Wal-Mart para añadir al índice asombroso de diabetes tipo-2 derivada de la obesidad, paquetes de programas por cable que ofrecen canales prácticamente sin límites de telenovelas, en lo que nos quejamos que simplemente no nos alcanza el tiempo para tomar clases de inglés, y grandes y lujosas camionetas cuyos pagos mensuales servirían mejor a pagar una hipoteca.

No me malentienda, me encanta que podamos comprar empanadas y sándwiches cubanos en el Yankee Stadium y enviar a la abuela dinero con la tarjeta de débito y no por transferencia bancaria. ¿Quién se quiere quejar del plan familiar de llamadas ilimitadas de Verizon Wireless?

Pero queda advertido el comprador cuando se trata de empresas de tequila que patrocinan exposiciones de arte mexicano en los museos, brillantes revistas de chisme sobre celebridades “En Español”, y tarjetas de crédito de altos intereses ligadas a la Copa Mundial.

“Como una comunidad latina, no podemos dejar que el mercado nos defina”, me dijo Julia Álvarez en la primavera en lo que se alistaba a publicar su último libro, “Quinceañera”. El libro traza sin ambages la industria multi-millonaria de la quinceañera que les vende la fantasía de debutar cual princesa a las jóvenes y que deriva el enfoque de sobrevivir los años de suma dificultad adolescentes.

“Cuando los mercaderes nos miran, con la esperanza de vender 400 millones de dólares en productos para la quinceañera, y que quieren capturar a nuestra población de jóvenes para tenerla el resto de su vida de consumidora”, dijo Álvarez, “tenemos que tomar las riendas para proteger a nuestra juventud. El mercado sólo quiere vendernos cosas – es su cometido”. Este momento es crucial para los consumidores hispanos.

Ahora que tenemos para escoger productos hechos a nuestra talla, seamos inteligentes en seleccionarlas.

Hay que tener en cuenta que podemos ir al Día Hispano del partido de béisbol sin excedernos con la “nueva” cerveza sabor a sal y limón. Podemos llevar a los hijos al McDonald’s sin que comprenda la totalidad de nuestra pirámide alimenticia. Podemos investigar la mejor tasa de interés para la hipoteca en vez de fiarnos del lugar que ofrece “oprima el 2 para español”.

Qué ese “nopal” en su frente no lleve a que lo agarren de tonto.

(Esther J. Cepeda es columnista del Chicago Sun-Times. Comuníquese con ella a: chihuahua33@hotmail.com). © 2007

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