domingo, noviembre 24, 2024
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La cárcel castiga no sólo a los presos

por la Universidad de Michigan

ANN ARBOR, Michigan.— En Estados Unidos hay más personas tras las rejas que en cualquier otro país y este sistema también castiga la salud de las amistades y los seres queridos que quedan afuera.

En el primer estudio conocido de su tipo los investigadores de la Universidad de Michigan encontraron que las personas que tienen un miembro de la familia o un amigo en prisión padecen problemas de salud física y mental, y tienen más síntomas de estrés y depresión,y que estos síntomas son peores cuanto más cercana es la relación con la persona encarcelada. Los resultados del estudio podrían contribuir a explicar las disparidades en la salud entre minorías y blancos, dijo Daniel Kruger, profesor investigador de la UM en la Escuela de Salud Pública e investigador principal en este estudio. Los afroamericanos tienen más probabilidades de conocer a alguien que está en prisión, dijo Kruger, y también son ellos quienes informan que se sienten más cerca de la persona encarcelada que los blancos. “Es como un impacto doble”, dijo. El 49 por ciento de los negros indica que ha tenido un amigo o familiar en prisión durante los últimos cinco años comparado con apenas el 20 por ciento de los blancos.

Las personas que conocían a alguien encarcelado tuvieron 40 por ciento más días en los que una deficiencia de salud interfirió con sus actividades habituales, incluido el trabajo, y 54 por ciento más días en los cuales el deterioro mental o emocional interfirió con esas actividades, señaló Kruger.

Otros investigadores han examinado los efectos del encarcelamiento sobre los reclusos y unos pocos estudios han investigado la salud de los niños cuyas madres están en prisión. Pero estos estudios atendieron a quienes ya están en el sistema, dijo Kruger.

“Nosotros tomamos una muestra representativa de personas en la comunidad y les preguntamos si tenían un amigo o amiga, o un familiar encarcelado en los últimos cinco años””, dijo Kruger. “También incluimos, como variables de control, un sólido conjunto de predictores de salud conocidos”. Por ejemplo, los investigadores consideraron si una persona fumaba tabaco, bebía alcohol en abundancia, si tenía exceso de peso o ora obesa, y si tenía nutrición y ejercicio físico adecuados.

El grupo de estudio consistió de 1.288 adultos de Flint, Michigan, un área urbana con alto desempleo y elevadas tasas de crimen, y áreas circundantes en el Contado Genesee. En el estudio los blancos fueron el 67 por ciento de las personas que respondieron, y los negros el 26 por ciento.

“Nuestro estudio demuestra que el encarcelamiento no solo tiene un enorme costo económico sino que también tiene costos para la salud pública que deberían tomarse en cuenta”, dijo Kruger. “En los últimos 30 años más o menos hemos fi sto un sistema que es más y más punitivo, un sistema en el cual los jueces ya no tienen discreción para las sentencias”.

Un paso hacia un modelo de rehabilitación podría benefi ciar tanto a los delincuentes individuales como a la sociedad. “La gran mayoría de la gente encarcelada la ­componen las personas que han cometido delitos, no violentos, relacionados con drogas, y deberíamos pasar la supervisión del uso y abuso de sustancias al sector del cuidado de la salud”.

Uno de cada 100 adultos en EEUU está en la cárcel o la prisión, y hay tres veces más negros y latinos en las cárceles o prisiones que en los dormitorios universitarios. Este estudio en particular observó a los negros, no a los latinos, porque no hay una población sufi ciente de hispanos en Fleen y el condado Genesee.

El artículo “The Association of Incarceration with Community Health and Racial Health Disparities”, se publica en la edición de abril de la revista Progress in Community Health Partnerships.

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