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Esther Aguilera mide su éxito con barómetro familiar

por Jackie Guzmán

(Sexta de una serie sobre dirigentes de importantes organizaciones hispanas nacionales).

ESBOZO: En 1977, la asamblea de miembros del Congreso hispanos, Congressional Hispanic Caucus (CHC por sus siglas en inglés), la comprendían cinco miembros. Al año siguiente patrocinaron una pequeña cena para beneficiar a jóvenes latinos. Este evento era presagio de una visión que los miembros compartían, la de formar una organización aparte, de educación y sin afiliación de partido, para animar a la juventud a entrar al ámbito de la política pública. Hoy, el Congressional Hispanic Caucus Institute (CHCI) es el principal grupo de desarrollo de liderazgo político hispano a nivel nacional, y ofrece becas y pasantías a estudiantes universitarios, graduados y jóvenes profesionales.

Cada otoño desde 1980, patrocina una serie de eventos – una conferencia sobre la política pública, una gala, una noche de comedia – que en Washington, D.C. se considera el inicio del Mes Nacional de la Herencia Hispana. Yo me reuní con Esther Aguilera, presidenta del CHCI y ejecutiva principal, en la sede del instituto. La sala de conferencia estaba decorada con retratos de los miembros iniciales de la mesa directiva del Congressional Hispanic Caucus Institute. La responsabilidad por honrar su legajo reside ahora en una sola persona, Esther Aguilera.

PERFIL: Para Esther Aguilera, el resolver los retos del ámbito de la política pública trata de anticiparlos y mantenerse en posición delantera.

Llegó a comprender esto mediante largo camino. Nació en Jalisco, México, y migró a los Estados Unidos en 1972, a los cuatro años de edad, con su madre, Aurora, y cinco hermanos. Llegaron a reunirse con su padre, Adolfo, quien trabajara de obrero paisajista. Comenzó a llenar peticiones para legalizar su estadía, proceso que tomaría 15 años.

Alquilaron una casa de dos recámaras en San Fernado, CA. Aurora encontró un trabajo de costurera. “Mis padres luchaban por poner comida en la mesa”, recuerda Aguilera.

Ella se recuerda a sí misma entrando al colegio en un mundo competitivo y blanco, atrapada por baja autoestima – “algo que tuve que conquistar”.

En Occidental College, en Los Ángeles, estudió la política pública y comenzó su participación, encontrando una pasantía con el Southwest Voter Registration ­Education Project. “Conocí a un montón de gente con puestos de política pública que no tenían noción de la experiencia latina. Quería asegurar que la voz de los latinos pobres obreros fuera parte de lo que oyeran”.

En 1990 obtuvo su primer puesto en Washington, D.C. como analista de política pública con el Consejo Nacional de La Raza, hoy el cuerpo de defensa de los derechos de los hispanos más importante de la nación.

En 1993 se hizo directora ejecutiva del Congressional Hispanic Caucus. Sus responsabilidades incluían formar relaciones con el Congreso, la Casa Blanca y las comunidades electorales que servía.

“Allí, y al trabajar con el sector privado, pude pulir muchas habilidades e ideas sobre la manera en que podríamos progresar como comunidad”, explica.

En 1998, Aguilera fue nombrada consejera principal al secretario de energía, Bill Richardson y directora ejecutiva de la oficina para pequeñas empresas del Departamento de Energía. Bajo Richardson, desarrolló recomendaciones principales de política, las cuales llevaron a la implementación de un programa nacional de alcance a los hispanos y lanzó la primera conferencia para pequeñas empresas del Departamento de Energía, la cual ahora se lleva a cabo cada año.

En el 2004, asumió el puesto de presidenta del CHCI. Después que la junta del CHCI seleccionara a la callada y modesta Aguilera de una reserva rica y profunda de candidatos, comprobó rápidamente que era la persona correcta para el puesto.

Llevó consigo la experiencia en la toma de decisiones de otros sectores en los que había trabajado. Con una sabiduría invisible, aplica aquella comprensión a sus responsabilidades ejecutivas y a instruir las habilidades de liderazgo que imbuye la experiencia de CHCI en los cientos de internados que lleva consistentemente a las cúpulas internas de Washington, D.C.

El supervisar la organización y su presupuesto creciente – más de $6 millones – le da satisfacción, admite. Lo percibe como una medida sobre el impacto que surte el CHCI sobre la vida de los líderes de mañana, los cuales formarán su propio legajo.

Aguilera se ha vuelto una conferenciante cotizada en numerosos foros y congresos nacionales latinos y otros, incluyendo la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard.

PODIO: Aguilera confía que ha logrado más de lo que jamás hubiera podido imaginar. Elude los debates políticos, declara su opinión sin ambigüedad que si bien los dirigentes deben mantenerse siempre en posición delantera, también deben mantener un equilibrio entre la motivación social y la vida personal. Al comenzar su carera ella era adicta al trabajo y ahora sus horas preciosas incluyen “tiempo de calidad” con su esposo y dos hijos.

“Cuando llego a casa, mi enfoque está en ellos, y no en el trabajo u otras distracciones”, me contó.

Ese equilibrio podrá ser la antítesis de lo que la educación formal y los que logran ­carreras profesionales aceleradas se instan, en particular cuando recién empiezan a trabajar. Las mujeres, con frecuencias las profesionales, comprenden las múltiples expectativas que se tienen de ellas mismas y que creen otros esperan de ellas.

No obstante, existe otro elemento de conexión que Esther Aguilera nos está describiendo: que el formarse el carácter no es una preparación realizada en el trabajo. Su inventario incluye los valores de familia como mantener el recuerdo de sus orígenes.

Habla con gran admiración de su madre, Aurora, quien la animó a ella y a sus cinco hermanos a seguir sus estudios a nivel universitario.

Aguilera esto lo ilustra, recordando la primera vez que su madre asistió a una gala de CHCI, el año pasado. “Estaba asombrada. Nunca había asistido a tan elegante evento”.

O, ¿será al revés? Los hijos descubridores de una familia buscan la forma de sobrepasar los obstáculos, y el evento más elegante es presentar a la familia el lugar que ocupas más allá de esos obstáculos.

UNA INFLUENCIA ESPECIAL: “Mi hermana mayor, Victoria, y mi madre son mi inspiración. Estoy tan orgullosa del coraje de mi madre y lo lejos que ha llegado, habiendo experimentado tanta lucha.Victoria abrió el camino que yo seguí”.

Como hija de padres humildes, pero con grandes visiones para sus hijos, Aguilera comenta que hay logrado mucho más que el Sueño Americano. Expresa tremendo orgullo en que sus cinco hermanos tienen carreras profesionales; uno doctor, tres ingenieros y uno profesor de matemáticas e informática.

“Después que todos asistiéramos a la universidad, mis hermanos mayores comprar la casa familiar y todos contribuimos”, cuenta. Para los Aguilera, “la familia” no acaba con la niñez.

(Jackie Guzmán es reportera de Hispanic Link News Service en Washington, D.C.) © 2008

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