by José de la Isla
Hispanic Link News Service
CIUDAD DE MÉXICO – “Harvest of Empire” (Los frutos del imperio), un documental todavía sin estrenar, derivado del libro de igual título del columnista Juan González, del New York Daily News, está circulando entre manos privadas en Nueva York y en Washington, D.C.
Tal vez pronto logre el público masivo que se merece. Apenas comenzado el documental, el cual fue dirigido por Peter Getzels y Eduardo López, explica González que para mediados de este siglo, la mitad de los que viven en los Estados Unidos podrán trazar sus antepasados no a Europa, sino a América Latina.
Esto implica una enorme transformación en la población comparado con el pasado de esta nación. Al menos que todos comprendamos cómo ocurrió esta transformación, no podremos tratar con ella, salvo mediante una nueva historia enrevesada, con la creación de mitos y el chovinismo, los cuales parten de la ignorancia.
Tras siete años de elaboración, el documental presenta un mensaje sobre la necesidad de comprender que el cambio demográfico proviene de las políticas de la nación misma, y su política hacia América Central, México, Puerto Rico, Cuba, la República Dominicana y otros países del Caribe.
¿Y qué significa todo esto? Para empezar, nuestra actual base de conocimientos es superficial y debe conformarse con la realidad. Hollywood, las empresas publicitarias y las imágenes de ideólogos no durarán mucho frente a una ráfaga desinfectante.
Aquí es donde entra el documental, “Harvest of Empire”. Las difíciles lecciones que imparte sobre los sacrificios que han hecho los inmigrantes son tan fundamentales como las lecciones de los peregrinos y los padres de la patria.
El video, que dura 90 minutos, nos recuerda lo que dijera alguna vez el ensayista Richard Rodríguez: Nuestra historia la leemos de derecha a izquierda, de este a oeste, y no de sur a norte. El inexorable fundamento aquí se entiende de sur a norte, lo cual explica por qué ocurrieron la mayoría de las grandes migraciones mientras narra las muchas ineludibles sagas personales.
No se trata de chovinismo, ni de patriotismo falaz, ni de ideología. “Harvest of Empire” capta fielmente las circunstancias políticas y sociales que impulsaron la inmigración latinoamericana hacia los Estados Unidos. El documental es una combinación de historia, sociología y política exterior. Es la realidad.
Tal vez por esta razón cuesta absorber parte del contexto y de la información que presenta el documental. Han quedado divinizados demasiados de nuestros dirigentes de eras recientes – como el secretario de estado John Foster Dulles y otros – quienes confundieron el comunismo con reformas legítimas. Para mí, el “mano dura” del presidente Harry Truman realizó una proeza, la cual suscitó una diáspora.
Los que han prestado atención a la experiencia de la presente década ya saben que el reflujo, las consecuencias imprevistas de guerra, las imprudentes aventuras en el extranjero y las políticas públicas tontas han generado desplazamientos de poblaciones, subdesarrollo y sufrimiento sin medida.
Para entender por qué los Estados Unidos ha perseguido tan desquiciadas políticas, no tenemos que ir más allá de Garganta Profunda de los años 1970: “Hay que seguir el rastro del dinero”.
Los intereses comerciales, como el imperio de la empresa United Fruit, nutrieron una política exterior estadounidense que atizó la formación de dictaduras y grupos de contrainsurgencia, los cuales obligaron a los que no eran combatientes, los que ahora llamamos inmigrantes, a huir o a convertirse en víctimas.
Así llego yo a entender por qué Germán Umansor, del El Salvador, quien llevaba en su camioneta a sus dos hijos cuando nos conocimos, me describió el síndrome de estrés postraumático de su esposa, y el motivo de su angustia. O a Miriam Evangelina, quien alguna vez me explicara que “el día que salíamos, llegaron los soldados y se llevaron a nuestro vecino.
Por la calle estalló una bomba”. O a Amparo, de fe evangélica, quien ahora cría a tres hijos ejemplares en un suburbio de Houston, quien me cuenta de haber colabora con rebeldes hondureños en el monte. O la historia de mi misma familia, de hace cinco generaciones. O el poeta Martín Espada, quien explica que su padre, Frank, el famoso fotógrafo de Puerto Rico, insistía que era inmigrante. O a Juan González, quien narra las frustraciones y la desilusión de su padre. Deberían muchos, pero muchos, más contar su historia migratoria, ahora dentro del contexto que ofrece el documental. “Harvest of Empire” también abarca la necesidad latente de reconciliación que añoran millones de familias latinas en los Estados Unidos.
Lo que revela el documental ayudará a restaurar el propósito humano de la población latina. La restauración fomentará la participación cívica y establecerá la razón por qué nadie debe ser servil peón político de otros. Para los inmigrantes, la herencia histórica propia de su familia es como una brújula para la generación que sigue, que describe el sur del que partimos, y la razón por la que lo dejamos.
Espero que la distribución del documental, “Harvest of Empire” alcance mil millones de espectadores, y que se gane un premio Oscar o Emmy y que se vanaglorien sus productores y su autor en el festival de Cannes, para dar a entender como mínimo que existe un premio por decir la verdad, por hacer el bien, y por animar una conversación tardía entre vecinos.