domingo, noviembre 24, 2024
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El nuevo aprendiz del hechicero

by José de la Isla Hispanic Link News Service

HOUSTON Ð Un poco de historia antigua podrá iluminar nuestra perspectiva sobre una situación contemporánea. Aquí va:

Tras la caída del Imperio Romano, Europa entró en un largo periodo inactivo. Con ello también se sumergió una tradición intelectual que databa de los griegos antiguos y que había persistido hasta la época romana, de aproximadamente el año 44 a. C. Hasta el año 476 d. C.

Anteriormente, el conocimiento científico, ingeniero y social había sido el fundamento de la comprensión de todo tipo de cambio y progreso. Ahora, un milenio de muy poco o ningún desarrollo prosiguió, llamado la Era del Oscurantismo.

Por ejemplo, Aristarco, de Samos (310 a. C. a 230 a. C.) ya había formulado mil ochocientos años antes que Copérnico (1473-1543) que la tierra era un planeta redondo que se movía dentro de un sistema complejo. Pero no eran capaces de absorber estas posibilidades científicas el público incrédulo y los centros de políticas. Era más importante el pensamiento mágico.

Después de mil años, terminó la Era del Oscurantismo cuando el pensamiento supersticioso y las leyendas tenían que hacer campo para el pensamiento sistemático y el descubrimiento, llamado la Ilustración, época que también nos trajo el concepto moderno de la ciencia y el conocimiento.

La historia se convirtió en una progresión de eventos, en vez de concatenar los mitos como historia. Pero las viejas costumbres son difíciles de romper, aun cuando te las enfrentas cara a cara.

Por ejemplo, en 1751, a casi tres siglos del final de la Era del Oscurantismo, el filósofo francés, Denis Diderot, publicó la Enciclopedia como un monumento a la edad de la razón, la sabiduría y el conocimiento.

En ella, “América”, cuya exploración había comenzado dos siglos y medio antes, ocupó un cuarto de página. No fue sino hasta años más tarde que se imprimió un Suplemento que contenía 19 páginas sobre el continente.

Esto muestra cómo lo obvio puede quedar sin considerar cuando la gente está obsesionada con su pequeñez mental. Hoy tenemos, de parte de muchos a quienes antes nunca les importó, el fenómeno de haber descubierto a los latinos, y están tratando de pasar de un cuarto de página a 19 páginas. La razón es obvia.

La motivación por la repentina atención otorgada a los latinos es el darse cuenta que los electores hispanos aumentaron en dos millones entre los comicios presidenciales del 2004 a los del 2008. El número de electores blancos, no-hispanos, no tuvo una diferencia estadística entre los dos años.

La repentina iluminación, por ejemplo, como el lanzamiento del 16 de febrero del grupo Latino Partnership for Conservative Principles, tiene menos que hacer con los valores conservadores que con el interés propio y el enlace mercantil.

Bloguero del Washington Times, Thomas Peters, reportó esto en su entrevista con el vocero del grupo, Alfonso Aguilar, quien dijo que el enfoque de su grupo sería la educación de los conservadores sobre los valores hispanos (como si los hispanos no estuvieran ya mayormente integrados en la sociedad) y sobre la inmigración (término que en los centros de poder implica definir a los latinos como “extraños”). Aguilar le reconoció a Peters que “muchos conservadores podrán no salir a favor de la reforma inmediatamente, pero en lo que sigue aumentando el voto hispano, verán la necesidad demográfica y respaldarán la reforma”.

Pero esta aseveración transparente muestra que no se trata de la iluminación, sino de un truco. No se trata de “principios” sino de marketing.

Wayne Bensen, fundador del grupo sin fines de lucro que desmiente las erróneas representaciones y los mitos en contra de los homosexuales, dice ­que el organizador de Latino Conservative Principles, Robert P. George, tiene un “talento primario, parece, para engañar a los que no tienen instrucción y a quienes es fácil engañar”, en este caso, a otros conservadores. Ese tipo de abracadabra nos regresa a la Era del Oscurantismo, cuando la sofistería, la religión falsa, la magia, las ardides en contra del progreso, animaron a muchos aprendices de hechiceros.

Ahora se lo ve con forma pos-moderna, como la verruga de un sapo, las intenciones engañosas y la ignorancia de la historia cívica latina no equivalen a buenos principios. Podrá funcionar para fines de recaudación de fondos, pero parece ser una bolsa de trucos para matricular a latinos en la agenda política de otra gente.

En otras palabras, como la Era del Oscurantismo, parece haber un movimiento impulsado por los que no saben para decirles a otros en un cuarto de página todo lo que hay sobre medio milenio de valores hispanos y reducirlo todo a fatigantes temas de cuña política, lugares comunes cuidadosamente seleccionados y Ð ¡ajá! Ð Ahora se ven los principios, ahora ya no.

 

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