jueves, diciembre 26, 2024
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El legado de Obama: ¿Una dictadura tiránica? – Parte 2

por Marvin Ramirez

Marvin J. RamirezMarvin Ramirez

NOTA DEL EDITOR: Al leer la poca información que los principales medios de comunicación han publicado en controlados espacios acerca de los recientes escándalos que han salido a la superficie dentro de la presidencia de Barack Obama, nos preguntamos cuánto más hay, y qué ha ocurrido en la administración del presidente que nunca habríamos esperado. Encontré este muy detallado artículo de Shahid Buttar, El legado de Obama, que nos da más luces de qué y cuánto este presidente ha hecho en la destrucción y el deterioro de la Declaración de Derechos y la Constitución que juró defender y obedecer. Debido a la longitud del artículo, éste se publicará en dos partes. ESTA ES LA SEGUNDA PARTE.

El legado de Obama: ¿Una dictadura tiránica?

por Shahid Buttar
firedoglake.com

Primera Enmienda: libertad de prensa

El presidente Obama también reiteró su reciente llamado a aprobar una ley de protección al reportero, para que la prensa haga su trabajo sin interferencia de los fiscales. Esta sugerencia se presta a críticas por considerarse hipócrita e insuficiente.

Una ley de protección al periodista es importante, pero el discurso del presidente ignoró los ataques tanto de su propia administración a la prensa (para lo que no necesitó legislación), como de la represión autoritaria, vengativa y depredadora de los informantes del gobierno (como Thomas Drake, Bradley Manning o John Kiriakou), quienes renunciaron a sus carreras para informar al público sobre los abusos del gobierno.

Primera Enmienda: los derechos a la asociación y expresión y a estar en desacuerdo

El presidente Obama también reconoció que las torpes medidas de seguridad por las que tanto él como su predecesor son conocidos, corren el riesgo de “alterar nuestro país de manera preocupante”, antes de prometer un “compromiso, del que está orgulloso, con las libertades civiles de todos quienes consideran a Estados Unidos su hogar”.

Para ilustrar esto, permitió una interrupción prolongada (y muy considerada) por parte del público, teniendo en cuenta que la posibilidad de que un ciudadano impugne a su presidente refleja la vitalidad de la libertad en EE.UU.

Pero su retórica respecto de la disidencia contrasta fuertemente con las acciones de las autoridades federales. Investigaciones recientes han documentado una feroz represión contra los disidentes por parte del FBI, en colaboración con las fuerzas policiales en todo el país, para reprimir violentamente movimientos por la paz y otros como Occupy.

Al mismo tiempo, el IRS estaba realizando auditorías sobre grupos conservadores, de manera discriminatoria, tales como grupos constitucionalistas transpartidos, incluida la organización que dirijo, el Bill of Rights Defense Committee.

Permitir que un provocador interrumpa un discurso no es sustituto del respeto a los derechos de expresión, asociación y prensa. Estas palabras son bienvenidas, pero no son suficientes.

Alabar a los musulmanes norteamericanos, al tiempo que se abusa de nosotros

Los comentarios del presidente Obama con respecto a los musulmanes norteamericanos también fueron bienvenidos, pero nuevamente ignoran la dura realidad de la gente.

Reiteró que EE.UU. no está en guerra con el Islam, elogió el apoyo de los musulmanes estadounidenses para realizar operaciones antiterroristas y, de hecho, juega un papel clave para ganarse corazones y mentes en el extranjero. Incluso recordó al público que en Estados Unidos el terrorismo contra el gobierno ha sido instigado más por cristianos que por musulmanes.

Sin embargo, durante el mandato del presidente, el FBI se ha infiltrado en las mezquitas de todo el país, ha mentido a las comunidades y las cortes, grabó encuentros sexuales que permitan el chantaje, y ha sobornado a musulmanes sofisticados de todas las razas para que se involucren en planes ideados por el gobierno para inflar tanto su propia reputación institucional como la amenaza del terrorismo nacional (al tiempo que conspicuamente ignora los verdaderos planes, como los atentados del maratón de Boston).

La restauración de los derechos de la Primera Enmienda, de prensa, de los disidentes y minorías religiosas, requiere cambios de gran envergadura en el FBI que pocos en Washington han discutido.

Verda de rasmedidas anti-terrorismo

Tal vez lo más notable es que el presidente explicó que “la fuerza sola no puede hacernos seguros”, antes de señalar los abrumadores e insostenibles costos de la guerra, y la mayor oportunidad de alcanzar la seguridad duradera al ganar no sólo campos de batalla, sino también los corazones y las mentes.

Pero el presidente, al igual que su predecesor, ha ignorado durante mucho tiempo muchas de esas oportunidades. Por un lado, explicó cómo la construcción de carreteras, escuelas y hospitales pueden socavar el reclutamiento de terroristas, en agudo contraste con la tortura y los ataques de aviones no tripulados que la fomentan.

Pero dar armas a dictadores, proteger fábricas textiles norteamericanas mediante tarifas discriminatorias, permitir que redes terroristas se autofinancien a través de las oportunidades que brinda el mercado negro creado por la fallida guerra contra las drogas, y desestabilizar los mercados mundiales de alimentos, alentando la sobreproducción agrícola nacional mediante subsidios a las empresas, juega todo un importante rol en permitir el terrorismo. Sin embargo, ninguno de estos temas es aún discutido en estos términos en Washington.

Si su retórica correspondiera a la realidad, el discurso del presidente habría sido histórico a nivel mundial, repudiando una década de anarquía y restableciendo lo mejor de Estados Unidos. Y era excelente, aunque en ocasiones era engañoso.

La pregunta ahora es si se trataba de algo más que palabras, y si la administración va a convertir la retórica en acción, pendiente por largo tiempo.

Eso, a su vez depende en parte de si el Congreso se vuelve más firme para hacer valer su control sobre el poder ejecutivo.

Afortunadamente, podemos animar ese resultado.

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