by Marianne Leigh
Natural News (NaturalNews)
El fluoruro está teniendo mala imagen estos días, y por una buena razón: es una molécula tóxica que causa estragos, generalmente irreversibles, en el cuerpo. La tiroides resulta particularmente afectada por la exposición al fluoruro porque se agota su almacenamiento de yodo. La deficiencia de yodo deprime las funciones metabólicas e inmunes de la tiroides, resultando en hipotiroidismo y menor inmunidad.
El fluoruro y el yodo son ambos halógenos. El fluoruro, el ion negativo del elemento fluorina, fácilmente desplaza el yodo en el cuerpo porque es mucho más liviano y por lo tanto más reactivo. De hecho, la actividad de cualquiera de los halógenos (Yodo 126.70, Bromo 79.90, Cloro 35.45, Fluoruro 18.99 son los más comunes) es inversamente proporcional a su peso atómico. En otras palabras, un halógeno puede desplazar a otro de mayor peso atómico pero no puede desplazar uno de menor peso.
La falta de yodo cierra la producción de tiroxina, la prohormona de la tiroides que controla el metabolismo y, de una manera u otra, impacta cada aspecto de la salud. El resultante causa aumento de peso, intolerancia al frío, piel seca y prematuramente envejecida, depresión, constipación, caída del cabello, pérdida de memoria, irritabilidad, aumento en los niveles de colesterol, problemas al corazón y pérdida de la libido.
Pero la acción del yodo en la tiroides no está limitada al metabolismo; también tiene una función inmune. La sangre circula a través de la tiroides una vez cada 17 minutos en lo que ha sido llamado el ‘paso de 17 minutos’.
La secreción de yodo, un potente asesino de gérmenes, hacia el torrente sanguíneo mientras pasa a través de la tiroides debilita los organismos invasores, permitiéndoles ser erradicados más fácilmente. Si la tiroides es defi ciente en yodo, este paso clave en inmunidad será reducido o eliminado. A diferencia del yodo, que el cuerpo no puede almacenar a largo plazo, el fluoruro es una toxica problemática y persistente. Sus efectos son sistémicos y sólo cerca de la mitad de lo que se ingiere puede ser eliminado, el resto queda almacenado en huesos y tejidos, bloqueando el acceso a otros elementos, como el yodo.
La exposición al fluoruro puede venir de múltiples y no tan obvias fuentes. Además de los productos de higiene dental y beber agua, muchos cereales de desayuno, jugos de concentrados, soda y otros alimentos procesados contienen niveles alarmantes.
El uso de pesticida que contiene fl uoruro significa que el medio ambiente está siendo invadido por fluoruro de la agricultura convencional (http://www.fl uoridealert.org/fpest…).
También, muchos antidepresivos contienen grandes cantidades de fl uoruro y son ampliamente recetados, generalmente para ser usados de por vida.
La respuesta de la medicina convencional al hipotiroidismo típicamente ignora las causas y receta una hormona tiroxina sintética en un intento de equilibrar la ecuación de salud con otra sustancia no natural; esto no es nada nuevo.
Pero el hipotiroidismo es una epidemia nacional, afectando a 10 por ciento de la población femenina en EE.UU. y los hombres no se salvan. Ha creado un mercado estable, en expansión para estas drogas que generan dinero (la principal droga para la tiroides fue número 7 en la lista de JAMA de las ‘más comúnmente prescritas’ en 2006; un año después era número 4).
Uno puede asumir que el rol del fluoruro para deprimir la función de la tiroides es un nuevo descubrimiento, que los programas de fl uoruro del gobierno simplemente no cuenta con esta importante información. Sin embargo, se ha estado realizando investigaciones desde los 1930s, cuando el fluoruroera usado para tratar a los individuos con tiroides sobreactiva. La relación es bien establecida, y antigua.
Lo que lleva a una difícil pregunta: ¿Cómo podría el gobierno permitir que se agregue fl uoruro al agua que se bebe, apruebe drogas y pesticidas que contienen fluoruro, y no logre hacer pruebas para el contenido en fl uoruro de los alimentos cuando hay una conocida conexión con serias complicaciones a la tiroides?
Tal vez el valor en dinero del hecho de que millones de norteamericanos tomen drogas para la tiroides, y probablemente las tomen por el resto de su vida, puede sugerir una respuesta no sesgada y honesta.
