por Andy Porras
Estábamos de compras mi madre, Pepa, y yo en el pueblo del sur de Texas llamado Del Río, donde nací y me crié, para prepararnos para nuestra acostumbrada merienda familiar del Cuatro de Julio, cuando nos topamos con Bubba, compañero mío del equipo de las pequeñas ligas.
“¡Howdy!” vociferó Bubba, quien para su edad era un niño bien grande. “¿Qué hacen ustedes por aquí hoy?” Cuando le dije que nos preparábamos para una merienda el Cuatro, se comenzó a reír y con su desproporcionado brazo me apretó hasta dejarme sin respiración.
“No, no, cuate”, me corrigió.
“Ustedes celebran el Cinco de Mayo. ¡El Cuatro de Julio es sólo para los americanos!”
Sin aliento en lo que me arranqué de su brazo, guardé la lección de cívica de Bubba en un rincón de mi memoria.
No fue sino hasta llegar la década de los sesenta y sus muchas épocas de renacimientos que di con una réplica aceptable. Profundamente envuelto en mis estudios de posgrado, para entonces mi re-educación me había conformado en un Chicano capaz de ser orgulloso de poseer dos culturas. Vale más quien tiene dos.
Hasta hoy uso el incidente cuando doy discursos sobre la Historia Oculta Hispana. Resulta ser una incisiva entrada en mentes abiertas.
Después de relatar aquél episodio de mi vida temprana, le cuento a mi público confundido que quisiera que Bubba estuviera en el salón con nosotros para oír mis razones por celebrar mi americanismo.
“¡Yo soy más americano que ninguna bandera que hiciera Betsy Ross!, grito.
Esta declaración no la explico (hagan Google de Francis Hopkinson) hasta muy entrado en mi discurso.
Mientras tanto, les arrojo datos históricos hispanos como fuegos artifi ciales en aquella merienda familiar de los Porras que preparábamos mi mamá y yo cuando apareció Bubba. Les cuento historias a mi público cautivo, historias que nunca oyeron en la escuela.
Comparto con ellos la de la intervención española durante la Revolución y cómo salvó la búsqueda de George Washington por la independencia de Inglaterra.
Sencillamente, cuestiono si habría podido haber un Cuatro de Julio que celebrar si no hubiera sido por los españoles y los amigables indígenas – la raza cósmica.
Es una desgracia nacional, vocifero, que son pocos los norteamericanos quienes tengan noción de estas realidades. A continuación, sonriente, sugiero que es hora de añadirle un poco de marrón al rojo, blanco y azul del Cuatro.
Muchos de mis héroes y heroínas son de ascendencia mexicana y española. El difunto historiador popular José Antonio Burciaga los llamó “indo-hispanos”. Dieron su todo durante la lucha por la independencia de esta joven nación. Lo que queda es el hecho sorprendente que los historiadores menospreciaron a estos tempranos patriotas de habla hispana.
Hay sólo que investigar al brillante y galante General Bernardo de Gálvez, quien formara un ejército que daría orgullo a nuestras fuerzas especiales. Se asemejaban los puertorriqueños, los cubanos, los indígenas norteamericanos y los mexicanos a los exaltados Rangers del ejército y Seals de la fuerza naval en lo que se preparaban para repeler a los soldados ingleses.
Gálvez y sus hombres galantes capturaron a cinco fuertes británicos por el valle del Misisipi y lo que es ahora la bahía de Mobile. También se hicieron con once naves inglesas, aligerándolas de sus cargas; y desviando los pertrechos a las fuerzas bajo el comando del General Washington, quienes se encontraban desamparados en Valley Forge sin recibir mucha ayuda de la gente local.
Ya que sólo un tercio de los coloniales levantó armas durante el esfuerzo por la independencia, nuestro gobierno naciente aceptó la ayuda de otros países, y fueron ambos mundos hispanos, el viejo y el nuevo, que ofrecieron la mayor parte.
El General Gálvez no sólo ayudó a suministrar las tropas de Washington con armas, pólvora, ropa y comida, sino que también ayudó a recaudar dinero, mucho del cual lo contribuyeron mujeres fi lantrópicas cubanas y mexicanas.
Ofrecieron joyas, reliquias familiares, y monedas de oro que se fundieron para convertir en pago para los soldados revolucionarios.
Cuando los guerrilleros de Gálvez tomaron Pensacola, la más importante fortaleza británica del Golfo de México, la batalla fue tan feroz que hasta el General quedó herido. Pero fueron los británicos los de herida mortal. La pérdida de Pensacola les rompió la espina dorsal; fue allí que estaban preparándose para reagruparse y dirigirse hacia el norte a Yorktown.
De lo contrario, Gálvez les despojó las naves y envió los pertrechos capturados a los coloniales. La confrontación de Yorktown fue el episodio fi nal de la Guerra de la Independencia.
Lo demás, como dicen, es historia – la historia despojada de sus héroes hispanos. Bubba tenía razón. El Cuatro de Julio es un día festivo para todos los americanos. Como los que lucharon por su independencia. Hispanic Link.
(Andy Porras, quien vive ahora en el oeste de Sacramento, California, es editor de Califas, una publicación bilingüe mensual. Comuníquese con él a: Califasap@yahoo.com). © 2009