por José de la Isla
HOUSTON— Anabel, amiga mía y republicana de toda la vida, se comunicó conmigo para reportarme que estaba cada vez más alarmada con una tendencia que está poniendo a prueba la lealtad que tiene para el partido.
Anabel forma parte de aquella clase afortunada que no se encuentra perjudicada por esta recesión. Vive de sus inversiones y de fondos fiduciarios. Su entorno social proviene de dinero de antaño, pero son bastantes liberales, y permiten la participación en su grupo a los nuevos ricos. La edad avanzada les da el lujo de pensar sobre el tipo de mundo que quieren dejar atrás.
¿Mencioné que es republicana?
Palin como la candidata a la vicepresidencia. El viudo le entró a Anabel con una diatriba sobre cuestiones de raza sobre las elecciones del pasado noviembre.Hacia los finales de un almuerzo con un viudo buen mozo, Anabel oyó sonar campanitas, luego el pitido de una alarma, durante la velada que había sido del todo agradable. Le acababa de decir que había contribuido a la campaña de McCain, pero que se había quedado decepcionada cuando seleccionó a Sarah
Me confesó ella, “Quisiera haberme pagado mi propio almuerzo”.
A estas alturas el lector debe saber que Anabel no es de confrontaciones. Proviene de aquella maravillosa ética y civilidad que te obliga a refrenarte en cuanto a lo que revelas o en decirle las verdades a un tal por cual. No hacen más que aceptarlo. Es eso lo que la carcome. Ella estaba por estallar contra el viudo.
Este verano una de sus compañeras hizo que Anabel perdiera los estribos con una perorata sobre “el complot de Obama”. Anabel me lo contó. Nos reímos con ganas sobre la gente – otrora muy inteligente – que iba entregándose a la idea del Candidato de Manchuria que los que insisten que Obama no nació en los EE.UU. propagan.
Alrededor del mismo tiempo, el presidente Obama se burló de sí mismo con un grupo de reporteros del que formé parte en la Casa Blanca. Cuando salió el tema de la reforma migratoria, Obama comentó, “Algunas personas piensan que hasta yo soy un inmigrante ilegal”.
Esta broma podrá pasar desapercibida por los amargado que quieren reformular la verdad para que haya otro resultado, como ocurrió con las notorias reuniones sobre la salud con los congresistas en sus estados. Eso, decidí, es lo que a Anabel le molesta. Ella ve contorsiones, tan virales como el síndrome del cerebro trastornado, que van infectando su círculo social.
Le ocurrió así con un amigo de vida entera que vive al lado de su casa veraniega. Este tipo de persona, estable, que asiste a la iglesia, pilar de la comunidad, informa que recibe las noticias de los radiolocutores.
Esto ya lo hemos visto después de la segunda guerra mundial, durante la era del senador (anticomunista) Joseph McCarthy, cuando las élites sociales, los poderosos, los evangelistas por radio, y otros promovían sus cruzadas en contra del comunismo. Luego, otras personas, normalmente sensatas, se desquiciaron durante la supresión de la segregación racial, abriendo las cauces a las teorías de complots sobre comunistas y agitadores. Se refirió hasta al mismo presidente Kennedy como parte de un complot católico por permitir que el Papa tome control del país.
Le propuse a Anabel que todo esto formaba parte de una larga tradición, tan predecible como las películas de terror que salen cada octubre, y que pinta al futuro como mucho peor que el pasado.
No obstante, sigo con el interrogante. La noción de esperanza del presidente Obama, si bien digno deelogio, sólo se trata de poner al derecho las cosas después de un régimen de políticas domésticas que parecieran haber salido del ala de investigaciones de una casa fraternal universitaria.
¿Qué sigue luego de pinar todos los bolos?
El libro del Senador Bob Menéndez, “Growing American Roots: Why Our Nation Will Thrive as Our Largest Minority Flourishes”, es, del todo, un libro de la tradición de reparar el gaucho desinflado, salvo por un capítulo original sobre la manera en que debemos entablar relaciones con América Latina. Nos convendría reconocer que están orientados cada vez más hacia este hemisferio nuestros intereses nacionales y globales, sugiere. El senador Menéndez pone en claro que “los asuntos extranjeros es la nueva frontera para los latinos”.
Ese cambio podrá llevar a la histeria a algunos de los conocidos de Anabel. Pero mejor eso, que no tener ningún futuro, que parece ser lo que muchos preferirían. Hispanic Link.
[José de la Isla, cuyo último libro se encuentra en versión digital gratuita en www.DayNightLifeDeathHope.com, redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. También es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].