sábado, noviembre 23, 2024
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EE.UU. deportó a 2 millones en 1930 afirmando que estaban quitando trabajos

Luego los necesitaron de regreso en la Segunda Guerra Mundial

por KJ MCelrath
The Ring of Fire Network
2015

Donald Trump por el momento parece estar disfrutando su éxito, complaciendo a los primates del bajo orden de Estados Unidos con su “discurso duro” sobre la deportación de residentes de ascendencia latina, independientemente del estatus de ciudadanía o de residencia. Bueno –flashes de la prensa, chico Donny… Estados Unidos lo intentó hace tiempo. Pero no funcionó muy bien en aquel entonces –y cerca de diez años después, el gobierno federal norteamericano les rogaba que regresaran.

Como Donald Trump, el Presidente Herbert Hoover era de derecha, corporativista republicano. Famoso sobre todo por convertir al Ejército norteamericano a la propia ciudadanía del país durante el incidente de “Bonus Army” en 1932, Hoover no supo manejar la catástrofe económica que tuvo lugar en 1929, con la caída de la Bolsa. La Gran Depresión fue resultado directo de cerca de una década de control republicano y políticas corporativistas. Sin embargo, en lugar de hacer frente a la descomposición subyacente, la administración Hoover se enfocó en tratar los síntomas de la enfermedad. El GOP no vaciló en buscar cabezas de turco. Caso en cuestión: norteamericanos de ascendencia mexicana. Muchas de estas familias han estado en este país desde antes de la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848, cuando la mayor parte del oeste americano pertenecía a México. La mayoría eran ciudadanos legales norteamercanos, y muchos de ellos tenían propiedades (el tratado permitía que las familias mexicanas conservaran sus tierras tras la toma de posesión de Estados Unidos).

Nada de esto importó en 1930. Wall Street y los bancos pusieron la economía del mundo en un inodoro. El desempleo se duplicó (alcanzaría aproximadamente 24 por ciento en 1932). Los ciudadanos más comunes no entendieron por qué sucedió –ellos sólo se percataron de que sus ingresos se estaban hundiendo y que cada vez era más difícil conseguir trabajo. Tenía que ser el error de alguien. Al mismo tiempo, Hoover necesitó echar mano de una cuestión para desviar el criticismo de su administración. Los mexicano-americanos fueron el blanco perfecto.

Entre 1930 y 1932, dos millones de gentes de ascendencia mexicana –60 por ciento de los cuales eran ciudadanos o residentes legales– fueron sumariamente acorralados y “repatriados” a México. A menudo, no hubo audiencia ni debido proceso. Muchos de ellos dejaron el país bajo amenazas y violencia. Las justificaciones “oficiales” para esa acción incluyeron reducir el número de personas que vivían de la asistencia (la cifra fue menos del 10 por ciento) y “liberar los trabajos” para los “verdaderos norteamericanos”. ¿Y qué de los hijos de inmigrantes que nacieron en suelo norteamericano, y que luego adquirieron la ciudadanía bajo la 14 enmienda? Según el autor y profesor de la Universidad Estatal de California Francisco Balderrama, las autoridades de inmigración afirmaron que no querían “romper las familias”. Desgraciadamente, eso es lo que ocurrió en muchos casos.

Ello es un secreto sucio en la historia norteamericana que los anglos han olvidado convenientemente. Sin embargo, la comunidad México-americana continúa recordándolo en historias y canciones.

La historia de la repatriación mexicana de los años treinta tiene un epílogo interesante. Alrededor de 1942, los Estados Unidos se encontraban luchando por su vida en dos frentes. Algunos meses después del ataque de Pearl Harbor, los Estados Unidos sufrieron una derrota tras otra, y la victoria estaba lejos de ser una conclusión. Casi todo hombre capaz entre los 18 y los 35 años fue, o bien forzosamente enrolado en el Ejército, o entró a trabajar en industrias relacionadas con la guerra; el número de trabajadores agrícolas disminuyó. La situación condujo a recortes de alimentos, que amenazaban con crear un caos. Con el sombrero en la mano, el Presidente Franklin Roosevelt se reunió con su contraparte de México, el Presidente Manuel Ávila Camacho, para discutir el papel de México en la guerra (México se había unido al conflicto del lado de los aliados en mayo de 1942). En breve, los Estados Unidos pidieron a los trabajadores mexicanos que regresaran bajo los auspicios del “Programa Bracero”.

Recientemente, Alabama intentó su propia versión de la “Repatriación de Mexicanos” de los años treinta. Los resultados fueron similares: los puestos agrícolas no se cubrieron, y los negocios que dependían de los dólares de los clientes mexicanos comenzaron a sufrir. Donald Trump, quien continúa disparando por la boca sin ningún hecho real para documentar sus puntos de vista, no tiene ahora uno, sino dos ejemplos de la historia, que ilustran el error abyecto de las políticas a las que está llamando.

Pero entonces, como la mayoría de los políticos de GOP, Trump no permite que pequeños detalles como “hechos” se interpongan en el camino de su agenda.

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