por José de la Isla
HOUSTON – Entre las posesiones que le heredé a mi sobrino David después de mudarme recientemente, se encuentra una máquina de escribir, marca Royal, del año 1916, proveniente de la tienda de máquinas de escribir que tenía mi padre. Se adaptó el negocio de mi padre a los avances de su época, de las máquinas manuales a las eléctricas, luego a las electrónicas.
Pero la tienda la cerró con la llegada de las máquinas de comercio digitales. En su momento, la invención de la máquina de escribir significó para las comunicaciones personales lo que había significado la prensa de Guttenberg a la industria editorial. Cuando le pasé la reliquia a David, le dije que quería que él viera lo que había sido el primer internet.
En su momento, fue una manera veloz de pretender transferir contenido a un receptor – por el sistema de correos postales. Los telegramas de Western Union fueron el Twitter de aquel entonces.
La aplicación de este tipo de comparaciones sirve para explicarle el mundo a mi sobrino, quien en su vida corta no ha podido acumular mucho del contexto y de las conexiones que adquiere uno a través del tiempo.
En realidad, las máquinas de escribir animaron a más personas a hacerse autores. Podían corregirse mejor porque rápidamente veían plasmados sus pensamientos en un formato normalizado, lejos de la idiosincrasia de su puño y letra. Se expresaban con eficiencia los pensamientos y las ideas, con palabras que llegaban rápido al punto.
Este mismo patrón parece estarse dando ahora, cuando de la redacción digital se trata. Ya que la expresión personal está a la disposición de casi toda persona con acceso a una computadora, la redacción a mano está desapareciendo. Son ya muchas las personas que tienen mucho que decir, y los lectores carecen del tiempo sufi ciente para absorberlo todo. La buena redacción (mensajes dignos de transmitir) se ha hecho cada vez más breve, y las palabras clave se hacen defi nitorias.
En el pasado, se usaba varias palabras para explicar lo que el hablante quería decir dentro de un contexto político. Por ejemplo, el vicepresidente de Richard Nixon, Spiro Agnew, dijo “un cuerpo remilgado de descarados esnobs quienes se caracterizan de intelectuales”, refiriéndose a los peritos de la política de su día para el aprecio de un grupo muy parecido al llamado “Tea Party” actual. Hoy, la expresión “Man up” (ármate de hombría) ocupa su lugar. Hasta el “Make my day” (hazme feliz) de Clint Eastwood suena fl ojo ante “Man up”, expresión que no dista del silbido de Neytiri, el personaje na’vi de la película Avatar. Otra expresión política, “Grizzly” (escabroso), adquirió poder político y signifi cado durante las elecciones de medio término.
Sarah Palin, en la campaña presidencial del 2008 la usó primera, al referirse a las “Momma Grizzlies” (Mamás Osas Grises). La expresión adquirió vida política propia entre los enemistados con el sistema político, ganándole algunos seguidores.
Lisa Miller, quien escribe para Newsweek, dice que se refiere a una mujer conservadora de “sentido común”, alguien que “se erige” para proteger a sus hijos cuando percibe que pueden entrar en peligro merced a las malas políticas que salen de Washington. Es intrépida, dispuesta a enfrentarse con cualquier rival. En vez de huir, ella peleará y dejará hecho trizas su contrincante. La imagen es de una guerra de pandilla luchada por una sola mujer.
Las palabras y expresiones sencillas como ésas pueden conllevar mucho contenido que tiene resonancia y que sugiere múltiples dominios de referentes. De otra manera, el decir que una mujer es una osa gris es un insulto. Sin embargo, si se pretende ir más allá de las burlas, los retos, y los silbidos, hay una lección que tomar del guión progresista: menos es mejor.
Son en realidad los valores humanos los que conforman la buena retórica política que perdurará. Esas son las expresiones que verdaderamente importan, y se logra eficientemente con decir menos para significar más. Unas cuantas metáforas bien colocadas son poesía para la mente política.
Hasta una vieja máquina de escribir puede ofrecer esa clase de contenido, el cual podría hacer que las viejas máquinas vuelvan a cantar, hasta opacar las más recientes y relucientes computadoras. Hispanic Link.
[José de la Isla redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service y es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Su último libro, auspiciado por la Fundación Ford, se encuentra en versión digital gratuita en www.DayNightLifeDeathHope.com. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].