lunes, diciembre 23, 2024
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Denuncian más de 6 mil muertes por medicamentos suministrados a niños “trans”

por redacción ACI Prensa

 

Miles de niños que asisten a “clínicas de género” en todo el mundo reciben potentes medicamentos que bloquean la pubertad y conllevan efectos secundarios graves, incluida la muerte, según datos de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).

En un artículo publicado por el National Catholic Register, basándose en información de la misma agencia del gobierno norteamericano, se explica que este tipo de medicamentos “únicamente están aprobados para tratar el cáncer de próstata y el dolor uterino en adultos”, y que entre 2013 y el 30 de junio de 2019 se registró más de 41 mil eventos adversos.

De esos eventos, la FDA clasificó como “graves” más de 26 mil asociados con dos bloqueadores hormonales, acetato de leuprolide y triptorelina (que incluye Lupron y medicamentos similares utilizados por las clínicas), los cuales provocaron 6,370 muertes

Estos medicamentos, que reducen drásticamente los niveles de testosterona y estrógeno en el cuerpo, están relacionados con coágulos sanguíneos que amenazan la vida y ocasionan severas dolencias, como huesos frágiles y dolor en las articulaciones.

El Register sostiene que “los coágulos sanguíneos fatales, el comportamiento suicida, coeficientes intelectuales reducidos, huesos frágiles y esterilidad son solo algunos de los posibles efectos secundarios de los ‘bloqueadores de la pubertad’ de los que la industria ‘transgénero’ no quiere que se hable”.

El Servicio Nacional de Salud (NHS) del Reino Unido actualmente está investigando problemas relacionados con el uso de estos medicamentos, ya que en el 2018 se registró un aumento de 4,500 por ciento en el número de jóvenes que buscan tratamientos para alterar su sexo biológico en los últimos nueve años.

Este tipo de medicamentos, a veces denominados “castradores químicos” porque se usan para tratar a los delincuentes sexuales, se usan cada vez más como el principal tratamiento para niños con “disforia de género” (discordancia o malestar con el cuerpo o el sexo biológico) de tan solo 10 años de edad cuando son derivados a recibir asesoramiento.

Con frecuencia, en su primera consulta, a los niños y adolescentes se les implantan bloqueadores de hormonas o se les enseña a auto-inyectarse los medicamentos para “pausar” su adolescencia y prevenir cambios en el desarrollo, como el crecimiento de los senos y el vello facial mientras deciden con qué sexo les gustaría identificarse.

Esta práctica recientemente obtuvo el respaldo de la Sociedad Endocrina y la Academia Estadounidense de Pediatría, sin embargo, la FDA no autoriza los medicamentos para ser administrados a quienes se auto-perciben como “transgénero”, debido a la falta de evidencia de apoyo.

Michael Laidlaw, un endocrinólogo de Rocklin, California, testificó ante la Cámara de los Lores británica sobre el tema de la “atención médica transgénero” en mayo del 2019. Laidlaw dijo al National Catholic Register que “estos medicamentos en realidad inducen una enfermedad conocida en niños previamente sanos hormonalmente”.

Los bloqueadores de la pubertad, explicó, interfieren con las señales normales entre el cerebro y los órganos sexuales, creando así un estado de enfermedad llamado hipogonadismo hipogonadotrópico en los jóvenes.

“Es una condición grave que los endocrinólogos normalmente diagnosticarían y tratarían porque interfiere con el desarrollo, pero en casos [de disforia de género] inducen este estado de enfermedad”, lamentó Laidlaw.

Debido a que los medicamentos son relativamente nuevos, sus efectos a largo plazo aún no se han determinado por completo, pero un estudio de 2018 sobre los riesgos a largo plazo de los bloqueadores de la pubertad realizado por investigadores del Hospital de Niños de Boston descubrió que si bien se anuncia que los efectos secundarios de los medicamentos deberían “resolverse entre tres y seis meses después de suspender el tratamiento”, en realidad, “la mayoría de las personas informaron efectos secundarios a largo plazo, mientras que casi un tercio informó efectos secundarios irreversibles que persistieron durante años después de suspender el tratamiento”.

Además de los expertos, aquellos que han experimentado los efectos de los medicamentos también notificaron diversos problemas.

En redes sociales, varias mujeres describen efectos secundarios a largo plazo después de tomar los medicamentos cuando eran niñas. Una mujer escribió en una página de Facebook, llamada BAN Lupron, que le dieron Lupron durante años cuando era niña para detener la pubertad prematura, y ahora, como madre de dos hijos tiene “una hernia de disco en la zona lumbar baja, disfunción de la articulación sacroilíaca, menisco desgarrado en la rodilla derecha, dolor en el hombro, ‘tendinitis’ en el pie izquierdo, caries extrema y mínimos dientes restantes, y trastorno de la articulación temporomandibular (dolor en la mandíbula)”.

Otra joven de 25 años dijo en la página que sufre de osteoporosis y una columna rota, mientras que una de 26 años indicó la necesidad de un reemplazo total de cadera.

Otros jóvenes que toman bloqueadores de la pubertad se quejan de efectos secundarios similares y de síntomas menopáusicos, incluidos sofocos, insomnio, fatiga, aumento de peso rápido y densidad ósea disminuida.

“Me golpeé el dedo del pie y se rompió. Me caí y se rompió mi muñeca. Lo mismo con mi codo”, dijo al diario The Times de Londres un adolescente anónimo, a quien el centro de género Tavistock NHS le recetó los medicamentos.

Donald Greydanus, pediatra de la Universidad Estatal de Michigan, dijo al Register que “los gobiernos y las organizaciones médicas deberían investigar los informes de quejas de pacientes y familiares a este respecto”.

Laidlaw, por su parte, calificó los medicamentos bloqueadores de hormonas como “no probados” e “inseguros” para los niños adolescentes. Además, afirmó que bloquean el desarrollo normal del cerebro y una serie de otras funciones corporales, así como la maduración sexual.

Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.

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