domingo, noviembre 24, 2024
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Debatiendo estrategias en la lucha por los derechos del inmigrante

por William I. Robinson

En la primavera del 2006, legislación draconiana presentada al Senado desencadenó protestas masivas de millones de inmigrantes a los EE.UU. y quienes los apoyan. Conocido como el proyecto de ley Sensenbrenner, por el senador quien lo auspiciara, habría resultado en hacer criminales tanto de los trabajadores indocumentados como de los que los apoyan. El proyecto de ley puso en relieve hasta qué punto está dispuesta la élite en los Estados Unidos, así como en otras partes de la sociedad global, a llegar por mantener un ejército super-explotable y super-controlado de mano de obra inmigrante para la nueva economía global.

Pero el levantamiento en protesta del proyecto de ley Sensenbrenner asustó a la clase gobernante. Un movimiento masivo de derechos del inmigrante está a la vanguardia de la lucha contra la explotación de las empresas transnacionales. El dar derechos de ciudadanía por completo a los millones de inmigrantes sería socavar la división de los EE. UU. – y por extensión la clase obrera global – en inmigrantes y ciudadanos.

Esta división es un componente central de las nuevas relaciones de clase del capitalismo global, las cuales se predican sobre una masa de trabajadores poco formal y “flexible” a los que se puede contratar y despedir sin repercusiones, quienes no cuentan con apoyo sindical, se enfrentan con condiciones precarias laborales, inestabilidad laboral, una reducción de los beneficios, y presiones por reducir los salarios.

Las protestas masivas de la primavera del 2006 ayudaron a vencer el proyecto de ley Sensenbrenner, pero también prendieron la chispa de un aumento en la represión estatal y nativismo racista, y dieron ímpetu al movimiento neo-fascista y anti-inmigrante.

El contragolpe ha involucrado, entre otras cosas, un aumento en las redadas de lugares de trabajo de inmigrantes y de sus comunidades, deportaciones en masa, y un aumento en el número de agentes federales de implementación del sistema de inmigración, el autorizar a fuerzas locales de policía como tales agentes, y mayor militarización de la frontera entre los EE.UU. y México, histeria contra los inmigrantes en los medios masivos, y la presentación de cantidades de iniciativas de legislación discriminatorias contra el  inmigrante a nivel local, estatal y federal.

Frente a lo que sólo puede describirse como una campaña de terror contra las comunidades inmigrantes, ocurrió una división. En términos simplificados, el ala más “moderada” o liberal del liderazgo siguió una estrategia de buscar aliados en la cúpula del poder y de limitar la movilización masiva a un mecanismo de presión sobre las élites para abrir un espacio en la mesa para el establecimiento latino y latina, mientras que el ala más radical, con orientación comunitaria insistió en formar un movimiento masivo para los derechos del inmigrante y la justicia social de la base para arriba.

El campo liberal ha buscado aliados en el Congreso, entre los demócratas, la mano de obra organizada, y organizaciones a nivel general de derechos civiles y de abogacía pública, para negociar legislación más favorable de reforma del sistema migratorio. Este campo ha estado dispuesto a sacrificar los intereses de algunos inmigrantes para poder ganar concesiones de los aliados de rango general. Los sacrificios incluyen renunciar a la legalización por completo de todos los inmigrantes a cambio de dudosos “caminos a la ciudadanía”, y a llegar a acuerdos sobre temas como “programa para trabajadores invitados”, los cuales han sido condenados por ser servidumbre por contrato y han sido mostrados poner al movimiento laboral en una posición vulnerable.

El campo radical de base no se oponía al cabildeo ni a intentar penetrar la cúpula de poder, sino que insistió en poner en primer lugar un movimiento permanente de masas de base que subordina las alianzas con los liberales a los intereses de la mayoría desaventajada de trabajadores inmigrantes y sus familias. Este campo también ha insistido sobre la necesidad de vincular el movimiento de derechos del inmigrante de manera más abierta y allegada con otras luchas populares, laborales y de resistencia por la justicia global por todo el mundo.

Estas distintas estrategias representan, en un análisis más amplio, dos diferentes proyectos de clase dentro de la comunidad inmigrante que incluye muchas clases y los que la apoyan: los primeros, el estrato de clase media que aspira a eliminar impedimentos racistas y legales a su propia condición de clase; los últimos, una clase masiva trabajadora e inmigrante que se enfrenta no sólo con el racismo y la discriminación legal, sino también a la aguda explotación laboral y a las luchas por la supervivencia que les impone el capitalismo global rapaz.

El desafío estratégico es cómo lograr la hegemonía de una base trabajadora masiva dentro del movimiento. La crisis en expansión del capitalismo global da pie a graves peligros – para los inmigrantes y para toda la humanidad – pero también da pie a oportunidades. No es al partido demócrata ni a la cúpula del poder del establecimiento sino a la base masiva del movimiento – a las comunidades de inmigrantes trabajadores pobres y a sus familias quienes hinchan nuestras ciudades y pueblos rurales – a quienes debemos dirigirnos para dar revés al golpe violento del movimiento contra los inmigrantes. Hispanic LinkNews Service.

(William I. Robinson es profesor de sociología, de estudios globales e internacionales y de estudios latinoamericanos en la Universidad de California en Santa Barbara. Su más reciente libro, Latin America and Global Capitalism, saldrá en el otoño del 2008. Comuníquese con él a: wrobinson@soc.ucsb.edu). © 2008.

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