por José de la Isla
HOUSTON — Durante el ir y venir del debate de los candidatos demócratas a la presidencia en Filadelfia el 30 de octubre al fin parecía que los candidatos profundizarían lo suficiente como para revelar sus diferencias.
Había anticipación. Barack Obama había dicho la semana anterior que se iba a quitar los guantes. Tal vez porque NBC y MSNBC con la Universidad de Drexel fueron patrocinadores del evento, aquellos locutores sintieron que tenían cierta licencia para presionar a los candidatos.
Chris Matthews, en su programa “Hardball” ofreció una oratoria diciendo lo que él pensaba debía decir Obama sobre Hillary Clinton. Matthews, sin pelos en la lengua, disfruta de pleitos de la tradición de capataces políticos de la costa este.
Haciendo el papel de Obama, Matthews dijo, “Cada voto que ha dado, cada palabra que ha dicho es un sí a lo establecido. Votó a favor de la guerra con Irak. Acaba de votar con los partidarios de guerra por enfocar a Irán. Parece siempre optar por la nave segura”.
Entonces, la noche del debate, John Edwards profirió las líneas que Matthews había dado, prácticamente palabra-por-palabra. Pero el “amontonamiento” como lo llamó la prensa, llegó después que Tim Russert, de NBC preguntara si Clinton apoyaba la propuesta sobrela licencia de conducir que presentó el gobernador de Nueva York, Elliot Spitzer.
Para darle crédito, Clinton – en lo que se ha atribuido ampliamente a un talento por no poner la mano al fuego – dijo que era así: Al proponer entregar nuevas licencias de conducir que estarían a la disposición de los inmigrantes indocumentados, Spitzer se encuentra en una posición delicada, y se encuentra en esa posición porque el Congreso no logró aprobar la reforma migratoria.
Eso suena bastante cierto.
En realidad, Spitzer se encuentra en una posición difícil porque el problema subyacente en Nueva York no trata realmente de las licencias de conducir. El problema que se debate ardientemente no se trata del acceso a las pistas públicas de estado después de probar que entiendes las reglas del tránsito y tienes seguro para tu auto.
El problema es un lenguaje en código que grita, “Saquemos de la ciudad a los inmigrantes indocumentados”.
Ya ocho estados han aprobado leyes algo similares al cambio político administrativo que propone Spitzer, que entraría en vigor dentro de ocho meses. Su plan, con tres niveles, permite que los solicitantes obtengan una licencia con un documento de identificación que no sea la tarjeta del Seguro Social. El plan fue refi nado después de una reunión con el secretario de la Seguridad Nacional, Michael Chertoff.
Todos los detalles no tienen mayor importancia en la campaña presidencial. Se ha desviado la atención de los verdaderos problemas – la guerra en Irak, Afganistán y tal vez Irán.
Matthews hasta se jactaba el día siguiente en su programa que la inmigración ilegal tendría precedencia sobre los otros temas después que ambos partidos hayan seleccionado a sus candidatos. En realidad, los dos temas son tan diferentes como los bizcochitos y un ataque al corazón.
Una mayoría de los residentes de los EE.UU. han favorecido por mucho tiempo medidas que permitan que los inmigrantes indocumentados se queden como residentes permanentes y luego se hagan ciudadanos, o como trabajadores temporales que vuelven en algún momento a sus países, según el Centro Hispano Pew. Cuando tuvo la oportunidad, el Congreso no logró aprobar legislación de este estilo.
Ese fracaso ha contribuido a la creación de una percepción que hay más personas opuestas a una solución migratoria que las que lo están. Los inmigrantes sin papeles con un chivo expiatorio conveniente en vistas de ése y otros fracasos nacionales.
¿Será que negarles la licencia de conducir a los inmigrantes indocumentados en Nueva York lleve a la captura de bin Laden? ¿Será que el tener a más conductores sin licencia ni seguro lleve a capturar a quien sea el responsable de los ataques de antrax sobre el Congreso o sobre Tom Brokaw, de NBC?
Tienen un juego entre manos y el público tiene que ponerse mosca.
Lo que ocurre en realidad es un intento por parte de los estrellas de los medios a propulsar el debate nacional. El enfoque se da menos en lo que concierne al público y más en lo que incita emociones crudas. El razonamiento en el que está fundada la cultura política nacional está cediendo lentamente a la impronta sensacionalista. Y el tema de la inmigración se usa como camaleón hecho a la medida de los temores más recientes – el libre comercio, los salarios bajos, la falta de empleos, la guerra y el terrorismo.
Lo que decepciona es cómo el juego de los ratings televisivos es el que ahora propulsa las prioridades de los debates presidenciales con ataques sin mayor fundamento.
Durante esta temporada presidencial, los medios de televisión y radio se ven más y más como la lucha libre de viernes por la noche. Es falso, emotivo y presentado como lo verdadero.
¿Dónde se encuentra Walter Cronkite ahora que en serio lo necesitamos?
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. © 2007