En sus inicios, la Virgen de Guadalupe no fue bien recibida por la religión institucional por ser considerada demasiado indígena. Tan solo diez años después de su nacimiento, el clero católico intentó suprimir el culto
por México Desconocido
La historia de los fenómenos religiosos es ciertamente, muy compleja. Periodos como la conquista y la evangelización en México en el siglo XVI, son un fiel testimonio de todo ello. Y es que, aunque nos parezca extraordinario, en aquella época el clero católico intentó eliminar a la Virgen de Guadalupe, tan solo diez años después de sus apariciones en el cerro del Tepeyac. Con esto en mente ¿podemos decir que realmente la Guadalupana fue un símbolo de imposición religiosa? Conozcamos más al respecto.
La evangelización. La veneración por sustitución
Tras la caída de Mexico-Tenochtitlan, los franciscanos fueron la primera orden religiosa en llegar a la Nueva España. Con su pronto arribo en mayo de 1524, fueron los encargados de iniciar la evangelización de los pueblos mesoamericanos. Tras la destrucción de las efigies y templos de los antiguos dioses (como en Texcoco en 1525), azotes y el aprisionamiento de personas renuentes al bautizo, fray Pedro de Gante decidió introducir prácticas prehispánicas en el culto católico. Con ello, lograron empezar a atraer a los indígenas al cristianismo, e iniciar su adoctrinamiento.
También para dicho propósito, promovieron lo que el historiador Edmundo O´Gorman llamó «cultos por sustitución». Esto es, los religiosos reemplazaron las antiguas deidades por advocaciones marianas o santos, a fin de dirigir hacia ellos la devoción indígena. Es en este contexto que de acuerdo a lo relatado en el Nican Mopohua, iniciaron las milagrosas apariciones de la Virgen de Guadalupe en diciembre del año 1531.
Si bien no hay constancia de dichos portentos, si hay testimonios del temprano culto mariano en el Tepeyac. Cronistas como Bernal Díaz del Castillo o fray Bernardino de Sahagún dejaron noticia de ello en sus escritos.
Idolatría y la furia franciscana. El clero católico intentó suprimir a la Virgen de Guadalupe
Sin embargo, para el año 1540, los evangelizadores estaban combatiendo lo que antes impulsaban. Los pueblos originarios habían desarrollado un culto centrado en las imágenes, particularmente las de María. El intrincado sincretismo religioso que los mesoamericanos habían practicado con el cristianismo y su antigua fe, dejó entrever una devoción distinta a lo que conocían los frailes en Europa. Los franciscanos, que eran y siguen siendo cristocéntricos, vieron esto como una descontrolada y masiva idolatría. En lugares como Tlaxcala, destruyeron todas las efigies de santos y vírgenes.
El principal punto de este tipo de cultos heterodoxos fue el cerro del Tepeyac, donde se había hecho fuerte la veneración por la Virgen de Guadalupe. Este hecho tenía como trasfondo el fervor en dicho sitio por la antigua diosa Cihuacóatl. El propio Sahagún nunca vio con buenos ojos a la nueva Virgen. En su famosa Historia general de las cosas de la Nueva España, dejó constancia de que se sabía que antiguamente, en dicho sitio se veneraba Tonantzin Cihuacóatl. La censura ejercida por estos religiosos fue abiertamente hostil a la Guadalupana, convirtiendo su devoción en un asunto informal y sin pleno reconocimiento eclesial.
El arzbobispo Montúfar contra los franciscanos. El triunfo de la Guadalupana
Posteriormente, en 1554, llegó el nuevo arzobispo de México: el dominico Alonso de Montúfar. Éste decidió centralizar el poder del arzobispado. Para ello, en 1556, quiso subordinar la autonomía franciscana y empezar a cobrar el diezmo a los indígenas. Además, enterado de las historias de las apariciones en el Tepeyac, empezó a promover el culto formal a esta advocación mariana. Ante esto, los franciscanos le acusaron de instigar la idolatría hacia una imagen pintada, de la cual no había constancia de sus milagros.
Es en medio de todo esto, que historiadores como Edmundo O´Gorman o Rodrigo Martínez Baracs, han propuesto que gracias al consejo del humanista Francisco Cervantes de Salazar, el arzobispo convocó a Antonio Valeriano y otros letrados del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco, para recoger los testimonios sobre las apariciones de la Virgen del Tepeyac. El propósito era darle legitimidad y difusión a través del que sería el Nican Mopohua. Se hablaría más bien no de un Juan Diego, sino de varios «Juan Diegos», informantes anónimos, que narraron a Valeriano sobre lo que habían visto. Evidentemente, sus historias parecen ser reminiscencias de las apariciones de la deidad mexica Cihuacóatl, en época prehispánica. Gracias a todo ello, se instalaría un culto formal a la Virgen de Guadalupe alrededor de 1556, reconocido oficialmente por la iglesia católica.
La Virgen de Guadalupe: el triunfo de los conquistados
Es así que las diversas investigaciones e hipótesis históricas apuntan a que, contrariamente a lo que algunos creen, la Virgen de Guadalupe es más bien una expresión religiosa original de los pueblos indígenas sometidos al poder español. Estas comunidades, animadas por la violencia y la opresión cometidas contra ellas en este periodo, edificaron una figura de legitimidad en el nuevo orden político, social y religioso impuesto por los europeos.
Inclusive sus atributos iconográficos, parecen ser una amalgama de rasgos de antiguas deidades mexicas junto a los de la Inmaculada Concepción. Si bien el nombre de Guadalupe proviene de la Virgen homónima de Extremadura, en Castilla, España, no fue tomado directamente de ella, sino de la sierra donde está el Tepeyac. Como señaló el doctor Miguel León-Portilla, parece ser que la cadena montañosa a la que pertenece el famoso cerro, fue llamada «de Guadalupe» (como se sigue conociendo) por los conquistadores, tiempo antes de las apariciones. Esto se debe a que la mayoría de ellos provenía de dicha región castellana; para rememorar su lugar de origen, nombraron a la serranía mexicana en honor de su santa patrona. El nombre «Sierra de Guadalupe», ya constaba en las primeras actas del cabildo de la Ciudad de México.
Como comentó el filósofo mexicano Luis Villoro en el documental El pueblo que camina (1995), los conquistados lograron resistir y conquistar a sus conquistadores a través de la Virgen de Guadalupe. Para protegerlos y sobrellevar la dominación española, para legitimar el derecho que tenían de existir en la naciente Nueva España, la Guadalupana irrumpió con éxito en la hegemonía del cristianismo católico. Como fenómeno social, histórico y antropológico, la Virgen se tornó en un continuo símbolo de resistencia y justicia social.