Participación record trae optimismo mientras continúan las tensiones
por José de la Isla and Erick Galindo
Amenazas de bomba, llamados internacionales a un boicot y protestas que resuenan desde Washington, D.C., hasta la capital de Honduras, Tegucigalpa no impidieron que más de 1.7 millones de votantes sufragaran el 29 de noviembre para elegir a un nuevo presidente.
Porfirio Lobo Sosa, o Pepe, como es conocido con cariño en esta pequeña república centroamericana, atrajo el 55 por ciento de los votos. El es un miembro clave de su conservador Partido Nacional, la oposición directa al Partido Liberal del derrocado presidente Manuel Zelaya.
En 2005, Lobo Sosa fue el contendor de Zelaya. Se volvió un fi rme defensor de sacar a Zelaya del puesto.
Un agricultor adinerado, Lobo Sosa contabilizó 897,000 votos, con la información del 62 por ciento de los distritos, 200,000 más que los otorgados a Elvin Santos del Partido Liberal, quien reconoció su derrota.
Las autoridades dijeron que el 63 por ciento de la población elegible votó a pesar de la tensión y violencia que ha dominado en Honduras desde que Zelaya fue aprehendido y expulsado del país en un golpe de Estado el 28 de junio.
Refugiado en la Embajada de Brasil en Tegucigalpa desde que logró reingresar al país el 21 de septiembre, Zelaya ha desafiado las altas cifras de participación informadas, diciendo que su gente reportó que menos de la mitad de los votantes inscritos efectivamente acudieron a las urnas. También negó las versiones de que estaría buscando asilo en Nicaragua o en cualquier otra parte.
Los analistas de ambos lados políticos no esperan que las protestas y la violencia se detengan, como resultado de la elección, pero la gran participación ha traído cierto optimismo a un país que ha sufrido desde sanciones económicas, reveses en el turismo y numerosos brotes de violencia en los pasados cinco meses.
En Washington, D.C., la antropóloga cultural Adrienne Pine, autora de “Work Hard, Drink Hard. On Violence and Survival in Honduras”, dijo a Weekly Report que era poco probable que la elección haya sido justa.
“Las condiciones del país no son ni justas ni libres en este momento”, dijo Pine, profesora de la Universidad Americana que ha pasado más de 10 años en Honduras. “Las violaciones a los derechos humanos son atroces y el mismo ejército que ha llevado a cabo más de 4,000 violaciones a los derechos humanos es responsable de proteger las elecciones”.
Pine representa a un grupo de voces que claman que cualquier cosa que no sea la reposición de Zelaya sería un golpe a la democracia en la región. El período de Zelaya habría terminado este año. Sus opositores lo acusaban de planifi car una limitación constitucional que le permitiera ser reelecto.
La Organización de Estados Americanos y la mayoría de los países en el hemisferio, con la notable excepción de Estados Unidos, han abogado por no reconocer la elección.
Después de que el gobierno de facto de Honduras accediera a hacer concesiones post-electorales, EE.UU. revirtió su postura, con los funcionarios del Departamento de Estado diciéndoles a los periodistas que otros cuatro años de oposición al gobierno hondureño sería una mala opción.
Ahora Colombia, Panamá y Costa Rica están indicando su apoyo para el próximo gobierno, con la esperanza de terminar con la crisis política. La negativa de la OEA de monitorear las elecciones, dejó al Departamento de Estado norteamericano con la confusión de enviar sus propios monitores, impidiendo que la Administración Obama avance en el mejoramiento de las relaciones con América Latina. El Centro para la Democracia en las Américas criticó el cambio en la política de EE.UU. y dijo en una declaración que sólo serviría para desacelerar las negociaciones de paz en la región.
En su discurso de triunfo, el Presidente electo Lobo Sosa enfatizó que la paz y las relaciones internacionales son sus metas principales. Su contendor Santos también hizo un llamado de paz y unidad al pueblo hondureño. Hispanic Link.