[Author]DEL EDITOR:
Queridos lectores:[/Author]
No necesito repetir las terribles noticias que han venido plagando los principales medios, o medios corporativos, como se les llama ahora, sobre las crecientes ejecuciones policiacas de personas en el “cumplimiento del deber”. Escuchamos las mismas excusas: el sospechoso tenía una pistola (sin disparar un tiro); no obedeció a las órdenes de la policía de detenerse y siguió corriendo; no mostró sus manos; llamé a la policía para que me ayudaran a contener a mi hija que estaba actuando como loca, etc. A todos ellos los mataron. El siguiente artículo, escrito por Mathew Harwood, nos lleva a los motivos internos de cómo la policía se está volviendo más violenta, y de cómo los crímenes siguen sin castigo.
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por Matthew Harwood
TomDispatch
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Para aterrorizar y ocupar
Jackson Westcott tenía miedo.
Una noche de otoño pasado, descubrió a través de Facebook que un amigo estaba planeando con otros conspiradores irrumpir en su casa. Ellos habían intentado robar la pistola de mano de Wescott y un par de televisores. Según el mensaje de Facebook, el sospechoso estaba planeando “quemar” a Wescott, que puntualmente llamó a la policía de Tampa Bay y reportó la trama.
Según el Tampa Bay Times, los oficiales de investigación que respondieron a la llamada de Wescott tenían un mensaje simple para él: “Si alguien irrumpe en esa casa, toma tu pistola y dispara a matar”.
Cerca de las 7:30 p.m. del 27 de mayo, los intrusos llegaron. Wescott siguió las instrucciones de los oficiales, agarró su pistola para defender su casa, y murió apuntando a los invasores. Ellos utilizaron una pistola semiautomática y una de mano para matar al mecánico de motocicletas de 29 años. Fue disparado en tres ocasiones, una en el brazo y dos de lado, y fue declarado muerto en el camino al hospital.
Los intrusos, sin embargo, no eran ladrones de poca monta tratando de hacer algo pequeño. Eran miembros del equipo SWAT del Departamento de Policía de Tampa Bay, quienes estaban ejecutando una orden de registro bajo sospecha de que Wescott y su compañera eran vendedores de mariguana. Ellos habían sido delatados por un informante confidencial, a quien llevaron cuatro veces a la casa de Wescott entre febrero y mayo para comprar pequeñas cantidades de mariguana, a $20 o $60 el paquete. El informante notificó a la policía que encontró en la casa dos pistolas de mano, lo cual es la razón de que la policía de Tampa Bay desplegara un equipo SWAT para ejecutar la orden de registro.
Al final, el mismo departamento de policía que le dijo a Wescott que protegiera su casa con fuerza defensiva lo mató cuando lo hizo. Tras registrar su pequeño alquiler, los policías también encontraron hierba, con valor de dos dólares, y una pistola de mano legal –la cual estaba empuñando cuando las balas cayeron sobre él.
Bienvenidos a la nueva era de la policía americana, donde los policías cada vez más se ven a sí mismos como soldados ocupando territorio enemigo, a menudo con la ayuda de la armada del Tío Sam, y donde incluso los crímenes no violentos son enfrentados con fuerza y brutalidad abrumadoras.
La guerra en la puerta de tu casa.
El cáncer de militarizar la policía tiene largo tiempo haciendo metástasis en el cuerpo político. Ha sido cada vez más fuerte desde los primeros equipos de Special Weapons and Tactics (SWAT, Armas Especiales y Tácticas) que nacieron en los años sesenta en respuesta a la turbulenta década de movilizaciones, disturbios y violencia sin sentido como el famoso alboroto en la torre del reloj de Charles Whitman en Austin, Texas.
Mientras que los SWAT no son los únicos indicadores de que la militarización de la policía norteamericana se está incrementando, constituyen lo más evidente. La proliferación de equipos SWAT a lo largo del país y sus tácticas paramilitares han difundido una forma violenta de policía para lo extraordinario que en estos años se ha vuelto ordinario. Cuando surgió el concepto de SWAT en los departamentos de policía de Filadelfia y Los Ángeles, muy pronto fue acogido por los oficiales de policía de las grandes ciudades del país. No obstante, inicialmente era una fuerza de élite reservada únicamente para incidentes peligrosos, como disparadores activos, situaciones de rehenes, o disturbios en gran escala.
Cerca de medio siglo después, esto ha dejado de ser cierto.
En 1984, de acuerdo con Rise of the Warrior Cop (La emergencia del policía guerrero), de Radley Balko, alrededor del 26 por ciento de las ciudades con población entre 25,000 y 50,000 habitantes tenían equipos SWAT. En 2005, esa cifra aumentó a 80 por ciento y aún se está elevando, a pesar de que las estadísticas de SWAT son difíciles de conseguir.
Así como ha crecido el número de los equipos SWAT en todo el país, también se han incrementado las redadas. Ahora, cada año hay aproximadamente 50,000 redadas en los Estados Unidos, según el profesor Pete Kraska de la School of Justice Studies de la Eastern Kentucky University. En otras palabras, aproximadamente 137 veces al día un equipo SWAT asalta una casa y sume a sus habitantes y a la comunidad en rededor en el terror.
Subiendo la apuesta del perfil racial
En un reporte dado a conocer recientemente, “La guerra llega a casa” (“War comes home”) la American Civil Liberties (mi empleador) descubrió que cerca del 80 por ciento de las redadas que revisó entre 2011 y 2012 fueron ejecutadas bajo una orden de registro.
Deténgase un momento y considere que estas invasiones violentas en los hogares son utilizadas rutinariamente contra personas que son sólo sospechosas de un crimen. Hoy equipos paramilitares armados golpean bajo las puertas en busca de evidencia de un crimen posible. En otras apalabras, los departamentos de policía cada día eligen una táctica que a menudo resulta en injuria y daño a la propiedad en su primera opción, no la del último recurso. En más de 60 por ciento de las redadas que ACLU investigó, los miembros de SWAT golpearon bajo la puerta en busca de drogas posibles, no para salvar rehenes, responder a una situación de barricada o neutralizar un disparador activo.
Del otro lado de esa puerta rota, con más frecuencia de lo que parece, están los negros y los latinos. Cuando el ACLU pudo identificar la raza de la persona o personas en cuyas casas habían irrumpido, descubrió que el 68 por ciento de las redadas de SWAT contra minorías fueron con el propósito de ejecutar un registro en busca de drogas. Cuando eso llegó a los blancos, esa cifra cayó al 38 por ciento, a pesar del hecho conocido de que negros, blancos y Latinos usan drogas más o menos en la misma proporción. Tal parece que los equipos SWAT tienen un récord preocupante de aplicar en manera desproporcionada sus habilidades especializadas al interior de las comunidad es de color.
Piense en esto como perfil racial en los esteroides en los que la humillación de detener y registrar es llevada a un nuevo nivel aterrador.