sábado, noviembre 23, 2024
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Cómo el gobierno te quita el derecho a hacer algo y luego te lo vende como una “licencia”

Licencias del gobierno, una red de extorsión y depresor de la prosperidad

por Justin Gardner
The Free Thought Project

Durante miles de años, el gobierno ha refinado sus métodos de extraer la riqueza de las personas, quizá no con mayor eficiencia que en el siglo XX norteamericano. La Reserva Federal, el corporativismo y el consumismo han probado ser una poderosa combinación para conseguir lo que se conoce como El Gran Robo.

Mientras esto ha traído la mayor transferencia de riqueza en la historia de la clase media al 1 por ciento a través de los impuestos, también ha alimentado el crecimiento de un incomprensible Leviatán. Sólo el Pentágono “gasta” (realmente pide prestado a la FED) $600 billones al año usando nuestros dólares de los impuestos para perpetuar guerras interminables, y nunca ha sido auditado.

El código federal de impuestos es una pesadilla para la mayoría de la gente común, pero su complejidad es en beneficio de las grandes corporaciones, sus compañeros de extorsión.  Los bancos de la FED siempre están manipulando con impuestos en supuesto beneficio de los ciudadanos norteamericanos –como “paquetes  de estímulo a la vivienda”, que en última instancia benefician a los banqueros.

Los FEDs y los estados unen fuerzas para gravar impuestos en cada faceta de la vida, tanto a los individuos como a los negocios. El impuesto  a las ventas aumenta continuamente, y nuevos nichos de impuestos se exploran cada día. Cuando un negocio pequeño y ambicioso quiere contratar a alguien, se crea una doble carga. Continuamente hay que llenar formas para múltiples instituciones de gobierno, y la ganancia que podría estimular la economía es canalizada para alimentar al Estado.


Licencias como Extorsión

Una práctica favorita de los gobiernos locales es la de requerir a cualquiera que quiera brindar ciertos productos o servicios la “licencia”. Estas licencias implican el pago al gobierno para hacer una especie de prueba y/o brindar documentación  de capacitación aprobada por el estado, y luego pagar al gobierno cada año –a tasas en constante aumento– hasta que te marchas, te retiras o mueres.

La noción de tener licencia  puede sonar bien para gente que busca un servicio, y la idea básica de demostrar conocimiento de una profesión es buena. Pero el licenciamiento del gobierno puede ser descrito simplemente como redes de extorsión, sin ningún propósito de mejorar las cosas o hacerlas más seguras.

Tomemos el ejemplo del paisajismo. En la mayoría de los lugares, cuando alguien quiere instalar plantas ornamentales en una casa privada, él o ella deben tener “licencia” del gobierno.  Obtener la licencia no es una forma de demostrar conocimiento de cómo crear paisajes en una casa. Es una prueba y una vida de tasas al gobierno.

Uno de los ejemplos más absurdos de las licencias del gobierno es el trenzado de cabello africano. En 17 estados, las personas que ofrecen esta práctica tradicional deben tener licencia de cosmetología u otra licencia especial. La licencia de cosmetología toma cientos de horas de entrenamiento de clases y cuesta $5,000-$15000, y usualmente no tiene relación con el trenzado de cabello africano.

El Instituto de Justicia (IJ), junto con varios activistas, ha trabajado para disolver estas ridículas barreras a la prosperidad en algunos lugares. Once estados ahora han exentado a los trenzadores del requisito de la licenciación en cosmetología.
Otros han luchado, pero ganó el sistema. Sheila Champion, dueña del Cementerio de Buena Tierra, quiso brindar entierros baratos, acordes con el ambiente, con ataúdes biodegradables. La Junta del Servicio Funerario de Alabama terminó con la iniciativa empresarial de Sheila al requerirle que fuera director funerario con licencia.

Sin embargo, Sheila ganó la idea de libertad al demandar a la Junta por su derecho constitucional. Pronto se hizo claro para las autoridades que la ley estaba mal, “y el gobernador firmó una iniciativa que excluía la venta de suministros funerarios y mercancías en la definición de “dirigir un funeral”.

Para poner en perspectiva el licenciamiento:

“El 29 por ciento del total de los trabajadores norteamericanos tienen que asegurar una licencia emitida por el gobierno para poder practicar su negocio. Por desgracia, para los futuros empresarios que buscan crear empleos para ellos mismos y para otros, las licencias impuestas por el gobierno crecieron significativamente… Aproximadamente 50 profesiones están bajo licencia en todos los estados, y alrededor de 800 tienen licencia en al menos un estado”.

Incluso en una profesión que puede parecer peligrosa, como reparar fugas de gas, la constante exacción de dinero por parte del gobierno no tiene nada que ver con la seguridad de las profesiones.

Además, como explica IJ, no se trata de la protección de los consumidores, sino de la protección de la competencia. La licencia otorgada por el gobierno es un esfuerzo colectivo que se hace posible “por los intereses personales de aquellos que ya practican esas ocupaciones”, y la sed de control del gobierno –sólo la otra cara de la corporocracia.

Éstas son sólo muestras de lo que sucede en todos los estados. El gobierno ha tomado el papel de Mafioso para extraer dinero de los ciudadanos en su propio beneficio y frenar la competencia de sus socios corporativos.

Debido a que la licencia no beneficia a los consumidores ni a los proveedores de servicio, y ha sido exitosamente desafiada en la corte, ¿qué queda sino una red de extorsión?

El gobierno nos quita nuestro derecho de hacer algo sólo para venderlo a nuestras espaldas.
Los casos legales han explicado en términos simples la farsa de la licencia, como Murdock v. Pennsylvania, 319 U.S. 105: “Ningún estado debe convertir una libertad en una licencia, y entonces gravar con tasas”.

Otros hicieron un claro llamado a la lucha por la libertad.

“Si el Estado convierte un derecho (libertad) en un privilegio, el ciudadano puede ignorar la licencia y las tasas y ejercer su derecho (libertad) con impunidad (Shuttlesworth v. City of Birmingham, Alabama, 373 U.S. 262)”.

Una vez que se rompan estos obstáculos a la libertad y a la prosperidad, ¿se sumirá la sociedad en un mundo loco de personas que practican imprudentemente servicios como trenzar el cabello y crear paisajes en los hogares?

Pues, no.

Hay mejores maneras de tratar la demanda actual de los consumidores que quieren contratar a responsables proveedores de servicios.
“El certificado, especialmente por un tercero independiente, puede dar a los consumidores suficiente confianza  en un proveedor de servicios sin imponer restricciones de licencia que sofocan la entrada en una ocupación, lo que limita la competencia y aumenta los precios. Lo que es más, ese certificado voluntario puede completarse con revisiones periódicas y recomendaciones para guiar a los consumidores hacia los mejores proveedores”.

En otras palabras, trabajar fuera del gobierno y la corporocracia es más efectivo para hacer las cosas mejores y más seguras que la engañosa licencia.

(Justin Gardner es un pacífico librepensador con experiencia en las ciencias biológicas. Él está interesado en devolver racionalidad al discurso nacional, un periodismo independiente como un desafío al statu quo. Gardner encuentra inspiración en el jardín y en la gente que promueve la paz y la buena voluntad a todo tipo de vida.)

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