por José de la Isla
HOUSTON – El expresidente de México, Vicente Fox, se destaca por atraer casi igual de críticas una vez terminado su término presidencial como lo hizo de presidente.
En julio del año pasado, le siguió Felipe Calderón, de su propio partido de centro-derecha, PAN (Partido de Acción Nacional). A Fox se le atribuye el haber promovido la democracia y reformado la economía de México la instituir controles sobre la inflación y reduciendo las tasas de interés. Sin embargo, salió de la presidencia cargado con una serie de desilusiones.
Desde entonces, Fox ha seguido la tradición de otros ex-estadístas, como George Bush, padre, Bill Clinton, Jimmy Carter, Tony Blair, de Inglaterra, y José María Aznar, de España. Se han 3mantenido activos y a veces han alzado la voz. No obstante, México sólo acepta con poca gana que sus ex-presidentes sigan en el ojo público, y de hecho el PRI (Partido Revolucionario Institucional) no lo aceptó en los 72 años que mantuvo la presidencia, derrotado ahora dos veces.
La animosidad política tiene una muerte extendida, y los antagonistas de Fox buscan ponerle la tacha de enriquecimiento personal. Circulan otras alegaciones que incluyen la venta de influencia por parte de sus hijastros, hijos de Marta Sahagún, y difamaciones sobre la fundación que manejan, Vamos México. Se ha autorizado a una comisión a investigar algunas de las alegaciones.
Al mismo tiempo, Vicente Fox puede que esté al borde de asumir un papel importante a nivel interna cional. A fines de octubre fue elegido copresidente de Demócrata Centrista Internacional, la asociación de partidos de centro-derecha por todo el mundo. También está estableciendo una biblioteca presidencial y centro de investigaciones en su rancho.
Durante el mes de octubre ha estado promoviendo en los Estados Unidos su autobiografía, “Revolution of Hope” con Rob Allyn.
Mientras estuvo en el extranjero la semana pasada, un grupo en Boca de Río, Veracruz, derribó una estatua de Fox antes que fuera dedicada. Cuando le pregunté a Fox sobre el incidente, me dijo que las personas responsables de la “travesura” no eran ciudadanos promedios sino operativos del senador federal de estado, Fidel Herrera Beltrán. “Él mismo loanunció”, me dijo Fox.
Herrera Beltrán, miembro del PRI, es presidente del comité de coordinación de políticas del Senado.
Seguirían más temblores. En Los Ángeles, Fox abandonó una entrevista con Rubén Luengas, de Telemundo52, cuando le incomodaron preguntas que le hiciera sobre quién es dueño de ciertas propiedades en el estado de Guanajuato, cerca de su rancho. Existen documentos que llevan el nombre de su esposa, Marta Sahagún.
Después, en San José, California, al dirigirse a un grupo en un hotel del centro, Fox atrajo a una pequeña protesta al frente, en la Plaza de César Chávez.
En una rueda de prensa, Fox declaró que era Herrera Beltrán el responsable de la campaña contra Fox en México, y aludió a las aspiraciones a presidente del senador. Sólo para asegurarse que el barro se le pegara, Fox dijo que Herrera “tiene un récord en la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés) relacionado con el narcotráfi co”.
Herrera respondió que la acusación de Fox eran “cortinas de humo”, “para distraer a la opinión pública por su presunta participación en actos de corrupción en su gobierno”. El hecho era, le dijo a El Universal, en la Ciudad de México, que “Fox trata de ‘reciclar’ una ‘vieja calumnia”.
Víctor Valencia de los Santos, director de la comisión que investiga el gobierno de Fox, dijo que el asunto era una “burda estrategia de distracción”.
Los temas y los insultos se atizaron después que la revista Quién publicara fotos de la estancia de Fox, Rancho Cristóbal. Surgieron de inmediato interrogantes sobre si fondos de gobierno hubieran contribuido a las renovaciones.
“Es evidente que se hizo rico durante los seis años de su gobierno”, le dijo a El Universal Lino Korrodi, quien fue gerente de fi nanzas de la campaña de Fox. Ahora vuelto crítico, Korrodi dice que Fox no tenía los fondos necesarios para hacer ese tipo de renovaciones a su rancho cuando era presidente.
O que se hagan legítimas acusaciones ante los tribunales, o que los historiadores se encarguen de discutir sobre los detalles.
El peligro en no permitir que Fox se convierta en un eminente ex-estadista es que un público cínico en los EE.UU. puede perder hasta más confi anza en la democracia y la economía emergentes en México. Los estereotipos, en asuntos como estos, son más fáciles de encontrar que los hechos.
Ya la opinión pública hace que la vida-después-de ser-presidente se narre como telecomedia.
Los ex-presidentes tienen todavía mucho que ofrecer. De verdad. En serio que sí lo tienen.
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].© 2007