[Author]Sométete con apropiada docilidad a las órdenes emitidas por la patrulla de esclavos
por William Norman Grigg
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“En las últimas semanas hemos escuchado mucho acerca de lo que la policía no puede hacer, y lo que los oficiales de policía no deben hacer”, se queja Patrick Lynch, designado vocero de la Asociación Benevolente de Patrulleros, el mayor sindicato de policías de Nueva York. “Nadie nos dice lo que podemos y debemos hacer cuando estamos frente a una situación en que la persona que está siendo arrestada dice: ‘Yo no voy. No seré puesto bajo arresto’.”
“¿Qué es lo que debemos hacer?”, continúa Lynch, su voz plagada de una incredulidad teatral. “¿Alejarnos?”
Si el posible arrestado no está involucrado en un crimen real –esto es, un acto de agresión contra otra persona–, la única respuesta moralmente aceptable es: Sí. El policía debe callar, irse y abstenerse de molestar a sus superiores. La experiencia puede alentarlo a encontrar un trabajo honesto.
“Nosotros no tenemos esa opción”, insiste Lynch. “Tampoco el público que llamó y se quejó de esos crímenes quiere que la tengamos. Si llamaron, es importante para ellos.”
De esta manera, Lynch intenta echar la culpa del asesinato de Eric Garner a los comerciantes del barrio de Staten Island, donde el hombre inocente fue asesinado mediante un acto de homicidio criminal por los oficiales NYPD, que hacían cumplir una demente política de “tolerancia cero” hacia la venta de cigarrillos libres de impuestos. Lynch, quien ha transcurrido su entera vida adulta como miembro de la casta coercitiva, trató de describir a Garner –un microempresario– como una amenaza para el público y para el comercio. Lynch parece creer que el espectáculo de la muerte de un hombre inocente y desarmado por la policía es menos dañino a la economía local que permitirle a ese hombre vender sus cigarrillos a clientes voluntarios.
Lych hizo resurgir la no demostrada creencia de que los oficiales de civil habían visto a Garner cometer un acto de pequeño comercio sin sanción, y de que él se resistió a sus esfuerzos de secuestrarlo en nombre de la clase consumidora de impuestos del Estado. Él casualmente evitó la mención del hecho de que Garner, según un testigo visual, desató una pelea mientras los oficiales, siempre vigilantes de “crímenes” económicos, se rehusaron a intervenir.
“Hoy en día, hay una actitud en nuestras calles de que es aceptable resistir un arresto”, lamentó Lynch. “Esa actitud es resultado directo de una falta de respeto a la aplicación de la ley.”
Si bien es un deber moral de toda persona decente cultivar la falta de respeto hacia la aplicación de la ley, esa actitud no es culpar (si ésa es la palabra apropiada) de la creciente resistencia al rapto oficialmente sancionada. Esa inclinación es una reacción directa frente a la insolencia, la arrogancia y agresividad de los oficiales de policía, su palpable desprecio al público al que supuestamente sirven, su sentido de solidaridad tribal con los oficiales que cometen crímenes contra gente inocente, y la inmunidad institucional que disfrutan.
“El cargo de resistir el arresto es muy serio y peligroso”, insiste Lynch. “Existe el cargo de alentar a aquellos que han sido arrestados a cumplir con las disposiciones legales de los oficiales de policía, de forma que esos oficiales no tengan necesariamente que utilizar la fuerza para hacer el arresto:”
En otras palabras: Si te presentas con tu propia docilidad a las órdenes de la patrulla de esclavos, ellos no tendrán que golpearte ni matarte.
Como la mayoría de los exponentes de ese punto de vista, Lynch asume que cualquier ráfaga de halitosis oral que escapa del húmedo orificio de la parte inferior de la cara de un oficial de policía es una “orden legal”. Por esta razón insiste en que resistir un arresto “es un crimen serio, y debe ser tratado como tal”.
De hecho, resistir un arresto ilegal –mientras es considerado un crimen real, y procesado como tal – es un derecho antiguo venerable e indispensable de las personas libres. Bajo el aún válido precedente de la Corte Suprema John Black Elk v. U.S. (1900), un ciudadano tiene el derecho reconocido de utilizar la fuerza letal para prevenir la consumación de un arresto ilegal.
Quizá, en algún lugar de los recesos reptilianos de lo que pasa por la mente de Lynch, está la conciencia de este hecho, así como un temor rápidamente coalescente de que el prospecto del público lo va a entender. Ésta puede ser la razón por la que él amonestó a miembros de PBA para usar “todos los recursos de NYPD” cuando estén tratando con un miembro de la clase productiva que no quiera soportar la indignación y la injuria de un secuestro con licencia del Estado. En otras palabras: Utilizar los medios que sean necesarios –incluyendo la fuerza letal– para asegurar que la resistencia es futil.
En un comentario relacionado:
Bebés con drogas psiquiátricas: un crimen sin castigo
por John Rappoport
http://www.nomefakenews.com
He aquí el típico, circunspecto, absoluta gilipollez reportando desde la corriente principal:
“Los niños adoptivos más vulnerables, entre aquéllos de menos de un año, fueron casi el doble de propensos a que les prescribieran drogas psiquiátricas en comparación con los no adoptivos.” (ABC News, Novembre 30, 2011)
“Los expertos están también comenzando a cuestionar la exactitud de diagnósticos como trastorno bipolar y otras enfermedades mentales en los niños, especialmente los niños adoptivos, que no siempre pueden tener acceso a servicios comprehensivos de salud mental” (ABC News, Noviembre 30, 2011)
La verdad es un bebé, un niño con drogas psiquiátricas es un delito.
No existen pruebas de diagnóstico definitivas para ninguno de los 300 denominados trastornos mentales. La psiquiatría no es una ciencia. Es un fraude, de principio a fin.
Y entonces… bebés bajo drogas psiquiátricas altamente tóxicas…
… prescritas por doctores…
… quienes realmente hacen diagnósticos a ojo de depresión clínica, bipolar, ADHD…
… en bebés de 0 a 1 año…
La magnitud de esto sólo puede ser juzgada, en grado parcial, encerrando a los doctores por el resto de sus días.
Yo y otros hemos citado los efectos tóxicos masivos de las drogas. Todas las drogas. Si eres novato en el tema, comienza por leer el libro de avanzada del Dr. Peter Breggin, Psiquiatría tóxica (Toxic Psyquiatry).
Bebés. Envenenamiento del cerebro y del sistema nervioso de los bebés. Afirmando que saben que los bebés padecen un desorden mental. Bebés. 0-1 año.
La reportera Kelly O’Meara, quien durante años ha investigado la psiquiatría, cita stadísticas en su artículo en Niños en sombras (Children In Shadow). En los Estados Unidos, bebés de 0-1 año están ingiriendo drogas psiquiátricas en estas tasas (para el año 2013):
Ansiolíticos (v.gr. Xanax, Klonopn, Ativan)—249,669 bebés.
Antidepresivos (v.gr. Prozac, Zoloft, Paxil)—26,406 bebés.
Drogas ADHD (v.gr. Ritalin, Adderal, Concerta)—1,422 bebés.
Antipsicóticos (v.gr. Risperdal, Seroquel, Zyprexa)—654 bebés.
Mientras tanto, los principales medios de comunicación divagan y se contonean acerca del crimen, los periodistas expertos debaten en torno al crimen, nadie en los principales medios lo llama un crimen, el Departamento de Justicia no hace nada, y las compañías farmacéuticas hacen billones.
(John Rappoport es autor de tres colecciones explosivas: The Matrix Revealed, Exit from the Matrix and Power Outside The Matrix).