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Comentario final de un pionero de los derecho civiles: ‘deja de atacar a los inmigrantes’

por Dionicio Morales

(Pionero de los derechos civiles, Dionicio Morales, fundador de la Mexican-American Opportunity Foundation (MAOF), durante años la organización sin fines de lucro más grande de servicio a los hispanos, falleció el 25 de septiembre, a sólo dos semanas antes de cumplir los 90 años de edad. A veces conocido como la versión urbana de César Chávez, continuó activo como defensor de los derechos hasta el final de sus días. Redactó columnas para distribución mediante Hispanic Link News Service ocasionalmente en el último cuarto de siglo. A continuación se encuentra un comentario que compartió con el editor de Hispanic Link, Charlie Ericksen, quien también participó como miembro de la junta directiva de la Equal Opportunity Foundation, predecesora de MAOF que fundara Morales en la década de los años cincuenta. La presente columna ya se había programado que saliera durante el Mes de la Herencia Hispana).

Para el que ha estado a la vanguardia de la lucha por los derechos civiles durante más de siete décadas, la presente tormenta encendida que consume el tema de la inmigración ha sido agudamente dolorosa. La histeria del momento cabe más en una turba furiosa de una película del Oeste rango “B”, que viniendo de un “buen vecino” democrático.

Es insondable que en esta “era del latino emergente”, la verdad y la lógica se hayan arremetido de lado para dar paso a una marejada de difamaciones contra México y contra nuestra gente con raíces mexicano-americanas en los Estados Unidos.

Las propias palabras “inmigrante mexicano” – en particular “indocumentado” – han sido tildadas de deshonra. El vocablo “ilegal” se usa tanto que se le ha desaparecido ningún vestigio de humanidad. El crescendo de retórica histérica, xenófoba nos afl ige gravemente a muchos de nosotros de la comunidad mexicano-americana.

¿Reaccionarían tan radicalmente los políticos del coro si el tema tratara de otros lugares de ingreso, como Canadá, Nueva York o las orillas de la Florida?

Los mexicano-americanos de más edad recuerdan con demasiada claridad los años de la depresión, habiendo sido convertidos en chivos expiatorios con las resultantes deportaciones masivas, “repatriaciones” forzadas, con multitudes de humanidad sollozante esperaban ser abordados al ferrocarril en Los Ángeles para ser deportada.

Cientos de miles de ciudadanos de los Estados Unidos fueron enviados a un país que no conocían.

También persiste en la memoria las manifestaciones de los “pachucos” – llamados “Zoot Suit” en inglés, que atrajeron a malhechores itinerantes vestidos de uniforme de la Fuerza Naval de los EE.UU. a los barrios del este de Los Ángeles, en una campaña de violencia racial que parecía perpetua.

En lo que hacemos una revisión de la historia, no debemos olvidar que México alivió a cientos de miles de tropas estadounidenses de la primera fi la de batalla al desplegar fuerzas militares a proteger miles de millas de su costa, en defensa de nuestro continente.

¿Cómo no se conoce más que México fue nuestro constante y fi el aliado durante la segunda guerra mundial? Les declaró la guerra a Alemania y al Japón, y envió el escuadrón de batalla 21 al Pacífico para pelear al lado nuestro.

Por seguro que la muestra de valor patriótico de los mexicano-americanos en los campos de batalla de la segunda guerra mundial tendría que seguir vivo en nuestra memoria y disipar nuevos casos de insensibilidad, hostilidad y racismo abiertos.

Después de todo, los mexicano-americanos recibieron más Medallas del Congreso por valor, en proporción a sus números, que ningún otro grupo étnico. Hoy en Irak, jóvenes valientes mexicano-americanos continúan luchando y muriendo por amor a este país.

A petición del presidente Franklin Delano Roosevelt, México colocó en el lugar de los 12 millones de hombres y mujeres entre los 12 millones de estadounidenses llamados a servir en la segunda guerra mundial con campesinos mexicanos que llegaron al rescate, cosechando cultivos para alimentar a nuestras fuerzas armadas, a nuestro país y a nuestros aliados.

Hasta el día de hoy, los Estados Unidos depende de las manos de los campesinos para alimentar a esta gran nación y al mundo globalizado. En defi nitiva, este solo hecho tendría que otorgarles a 30 millones de mexicanoamericanos inmunidad de la afrenta de ser testigos de ataques incesantes contra los inmigrantes.

Los mismos antiguos enemigos de los Estados Unidos han recibido la mayor dignidad y respeto, yendo tan lejos como para llegar a ser socios económicos del país. Volvimos a reconstruir al Japón e hicimos que fuera baluarte de infl uencia en el Pacífi co. Ayudamos a reconstruir Alemania, para después convertirla uno de nuestros más poderosos aliados en Europa. Con suma cautela enviamos por delante a nuestras delegaciones de diplomáticos para dar explicación de cada decisión que tomáramos que pudiera afectar los intereses de los alemanes antes de dar ningún paso. No se nos ocurriría nunca atacar ni a sus gentes ni a sus países.

¿Cómo es posible que estemos tan absortos en atacar a los inmigrantes, en militarizar la frontera, y en construir muros de separación mientras seguimos con el recuerdo feliz de la caída del Muro de Berlín? ¿Cómo podría ser ahora apropiado construir muros para quitar de nuestra vista nuestros amigos en Tijuana, en Mexicali o en Laredo? ¿Por qué es tan diferente la situación con México?

A pesar de estar en juego graves temas económicos, pudimos reunirnos pacíficamente para negociar con Japón y con Alemania. Pero, ¿cuándo se convocó la última cumbre seria sobre la frontera y que asistieran el presidente Bush y Condoleezza Rice?

¿Cuándo se dio el último verdadero esfuerzo bilateral para reunirse y negociar una serie de remedios prácticos para atender la crisis de nuestra frontera?

Fue sólo durante el siglo que acaba de pasar que este país aún decretaba la total exclusión de todos los asiáticos, incluyendo a los japoneses y a los chinos. Los asiáticos adultos no podían hacerse ciudadanos.

Pero ni entonces habíamos llegado tan bajos como para privar a sus hijos de la ciudadanía – como se ha propuesto para los hijos de padres mexicanos.

Hoy se nos dice que los Estados Unidos hará todo entre su poder para poner bien las cosas en Irak, tan distante. Aún así, ¿podemos sentirnos seguros que este país está dispuesto a comprometerse de la misma forma con los problemas críticos referentes a la inmigración y la frontera con México?

Es un disparate intentar desear que se desaparezcan los dictados de la geografíapolítica, pero la historia y la naturaleza han hecho que México y los Estados Unidos sean vecinos interdependientes.

Por ende, nos reservamos el derecho a proclamar a la vez que el futuro del continente y de nuestras naciones colindantes será afectado de manera profunda por las decisiones que se toman entre la sabiduría y la histeria.

Debemos quedarnos firmes en asegurar que el espíritu del “buen vecino” prospere entre nosotros y penetre por entero nuestra conciencia nacional.

Como resultado, se extenderán las mismas oportunidades a nuestro vecino, la República de México, y permitirá que existan consultas bilaterales y negociaciones pacífi cas sobre temas críticos fronterizos, la misma cortesía que les ofrecemos a todas las naciones amigas. Hispanic Link.

(Dionicio Morales, dirigente de derechos civiles, fundó la Mexican American Opportunity Foundation. Los lectores pueden dirigir sus comentarios a: editor@HispanicLink.org  para ser compartidos con su familia y amistades). © 2008

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