Ante el agravamiento de la epidemia de opioides, que se cuenta entre las crisis más graves de California, el Sierra Health Center está reduciendo los daños mediante el acceso a la atención en lugar de la criminalización
por Selen Ozturk
Ethnic Media Services
Ante el agravamiento de la epidemia de opiáceos, que se cuenta entre las crisis más graves de California, el Sierra Health Center (Centro de salud Sierra) está reduciendo los daños mediante la atención en lugar de la criminalización.
En una reunión informativa celebrada el jueves 18 de enero, organizada conjuntamente por EMS y Sierra Health con motivo de su 10º aniversario, tres líderes de organizaciones sin ánimo de lucro. Estas organizaciones que son beneficiarias de Sierra compartieron cómo estaban haciendo innovaciones en la prevención del abuso de sustancias y promoviendo la equidad sanitaria en todo el norte de California, desde el remoto condado rural de Inyo hasta el condado de Alameda, pasando por el Valle Central.
Sierra Health y prevención del abuso de sustancias
En 2022, más de 109,000 californianos perdieron la vida por sobredosis de drogas, según datos de la CDC (Centro para el control de enfermedades). La sobredosis es la principal causa de muerte entre los californianos no ancianos, “y se espera que estas cifras aumenten”, dijo Kaying Hang, presidente de The Center at Sierra Health Foundation.
Esta epidemia es el resultado de 50 años en que el gobierno federal y gobiernos estatales han “respondido al consumo de drogas con el encarcelamiento y la vigilancia policial extrema bajo el lema de la ‘guerra contra las drogas’.
Los miembros de las comunidades de color se han visto desproporcionadamente perjudicados y estigmatizados”, prosiguió. “Sin embargo, la situación está cambiando. Las personas que consumen drogas no son extraños, sino nuestros vecinos, familiares, amigos… y podemos darles una segunda oportunidad dando prioridad a la atención con servicios de salud frente a la criminalización.”
Esta atención adopta la forma de asociación con organizaciones comunitarias para acabar con la epidemia de opiáceos en California mediante servicios culturalmente específicos que atienden las necesidades de cada comunidad.
Las organizaciones ofrecen servicios como educación sobre drogas, análisis, reducción de daños para personas que consumen drogas, apoyo para su recuperación y atienden necesidades básicas como alimentación e higiene.
“Creemos que quienes están más cerca del daño están en la mejor posición para determinar cuál es la solución”, añadió Hang, “y nuestra intención es ayudar a las personas a alinearse con la mejor visión que tienen de sí mismas.”
El mito de las comunidades sin futuro
Las comunidades rurales pequeñas y con gran población latina y filipina de todo el Valle Central, como Poplar – “con más de 5,000 personas que viven en 700 viviendas que no han sido urbanizadas en 50 años- son las más vulnerables. Son estas comunidades a las que menos se llegan los servicios debido a su tamaño”, afirma Mari Pérez-Ruiz, directora ejecutiva de Central Valley Empowerment Alliance (CVEA) (Alianza para el empoderamiento del Valle Central). “Para nosotros, el acceso a la sanidad depende de combatir la narrativa de que nuestras comunidades no tienen futuro”.
A través de la Campaña de Equidad Sanitaria Rural de CVEA, este futuro está dirigido por los jóvenes.
“El consumo de drogas, especialmente de fentanilo, está muy extendido aquí”, afirma Pérez-Ruiz. “Nuestras comunidades son blanco de los cárteles, y a veces los padres aquí están usando o vendiendo drogas –por lo que abrimos LUPE (Liderazgo, Unidad, Poder, centro de Empoderamiento).
LUPE es un centro seguro, libre de pandillas y libre de drogas en donde los jóvenes se reúnen y tienen conversaciones con los padres sobre el trauma y la reducción de daños para que todos vean nuevas posibilidades para sus vidas.”
“Tan sólo en Poplar, se espera que únicamente el 3% de los jóvenes cursen estudios superiores, aunque todos los niños del distrito reciben un almuerzo gratuito por vivir en la pobreza”, añadió. “Cuando se espera tan poco de ellos, buscamos construir con el apoyo de la comunidad, conociendo a las personas allí donde están… Veo promesas donde otros no ven futuro”.
Indígenas americanos y la reducción de daños en la comunidad
“Los nativos americanos tienen algunas de las tasas de sobredosis mortales más elevadas, no sólo de California, sino de todo el país”, afirma Arlene Brown, directora general de Crossroads Recovery Center y Skoden Native Harm Reduction Services en los condados de Inyo y Mono.
Brown también es miembro de la tribu Bishop Paiute de Inyo, donde el 17% de la población es nativa americana, aunque “nuestro programa es para todos. Como nativos, nuestro valor fundamental es compartir esa curación con los demás, y la mitad de las personas a las que ayudamos no son nativas.”
“Desde los albores de la colonización hemos sido las primeras víctimas de la guerra contra las drogas, por lo que tratamos de descolonizar estos servicios que, en primera instancia, nunca se construyeron para nosotros “, explicó.
Estos servicios indigenizados incluyen etiquetas con oraciones en los kits de reversión de sobredosis; intercambio de jeringas o agujas en el idioma y pruebas de VIH/Hepatitis C; distribución de Narcan en toda la comunidad, incluso para los ancianos que olvidan tomarlo y los niños que lo toman accidentalmente.
Existe consejería periódica para “el bienestar espiritual, mental, físico y emocional, tratando a la persona y a la comunidad de manera integral; en contraposición al modelo occidental de atención que trata síntomas aislados o partes de la vida”.
“Ya sabemos que avergonzar a nuestros seres queridos por el abuso de sustancias sólo los aleja más”, afirmó Brown. “Eliminar esas barreras de estigma que rodean al acceso a la atención -en Crossroads hemos salvado más de 80 vidas- lo cual sana a nuestra comunidad y protege nuestra cultura.”
“La reducción de daños es un espectro”
“Cuando hablamos de reducción de daños, tenemos que ser más ambivalentes: No todo el mundo que está en recuperación va a llegar a la sobriedad o quiere hacerlo”, dijo Braunz Courtney, Director Ejecutivo del HIV Education Prevention Project of Alameda County (HEPPAC –Proyecto de educación y prevención del VIH en el condado de Alameda).
“Nuestro objetivo es conocer a cada individuo donde se encuentre geográficamente y, dentro de su adicción, “conocer donde estén sus objetivos. Es un espectro que va desde consumir drogas de forma más segura hasta abstenerse por completo”.
Para ello, HEEPAC contrata a asesores en consumo de sustancias “con experiencia vital o que están viviendo su recuperación”. Ellos pueden atender las necesidades de nuestros compañeros en la calle”, prosigue.
“La recuperación no es una burbuja. Alguien que quiere tratar el abuso de sustancias se enfrenta a otras necesidades sanitarias más allá de la clínica, como la vivienda, la alimentación, la higiene y la interacción social.”
Además de la clínica de Oakland, que le atiende sin citas, HEEPAC cuenta con unidades móviles y un equipo de navegadores. El equipo le facilita el acceso a estos servicios junto con asesoramiento regular, intercambio de jeringas, educación sobre sobredosis, pruebas del VIH y hepatitis C, atención de heridas abscesificadas (sangrantes o con absceso) y entrenamiento para posesión y uso de Narcan, que revierte una sobredosis de opiáceos.
“No se trata de crear un ‘hogar de salud’ como Kaiser: tradicionalmente uno se dirige a nuestra organización para conseguir herramientas seguras para drogarse, o comida, o para tener una conversación franca no sólo sobre lo que no le gusta de su consumo de drogas, sino también sobre lo que sí le gusta”, dijo Courtney.
“Para nosotros”, añadió, “se trata de crear hogares allí donde la gente lo necesita… No estamos aquí para decirles lo que tienen que hacer. Somos navegadores. Una asistencia sanitaria equitativa significa que quienes acceden a ella nos dicen qué es lo que desean y nosotros les orientamos acerca de cómo lograrlo. Usted es el experto en su propia vida”.