por Jon Rappoport
“La ciencia del gobierno existe porque es una buena arma que se puede usar para imponer una agenda de control sobre la población. No estamos hablando aquí de conocimiento. El conocimiento es irrelevante. Lo que cuenta es: ‘¿Cómo podemos fabricar algo que se parezca a la verdad?’ No dejo de señalar esto: estamos tratando con constructores de realidad. En este caso, hacen sus acciones fuera de los datos, y los moldean e inventan de la nada para conseguir sus propósitos. Después de todo, también inventan el dinero de la nada.” (The Underground, Jon Rappoport)
Introducción. Desde 1987, uno de mis objetivos como reportero ha sido educar al público sobre la falsa ciencia.
Desde entonces, he encontrado que, con notorias y contadas excepciones, los principales reporteros son minuciosamente indiferentes a la falsa ciencia.
Se mantienen alejados de ella. Pretenden que “eso no puede ser”. Se niegan a considerar hechos. Ellos y sus editores recitan a “los expertos”.
La ciencia oficial tiene un dominio completo de los principales medios. Tiene la fuerza de la religión del Estado. Cuando nos detenemos a analizarla, la ciencia oficial es, en una forma significativa, una iglesia santa. Por tanto, no es de sorprender que los voceros de la iglesia ejerzan poder sobre los principales medios de información.
Estos prelados inventan, guardan y dispensan “lo que es sabido”. Ese fue precisamente el papel de la Iglesia Romana en el pasado. Y esos profesionales al interior de la actual Iglesia de la Ciencia son severamente castigados cuando salen del redil y acusan a sus anteriores maestros de mentiras y crímenes. Ellos son excluidos, desacreditados y despojados de sus licencias. Por lo menos.
La ciencia totalitaria nos deja saber que vivimos en una sociedad totalitaria.
El gobierno, la prensa, las mega-corporaciones, las prestigiosas fundaciones, las instituciones académicas, las organizaciones “humanitarias” dicen:
“Esta es la enfermedad. Este es su nombre. Esto lo que la causa. Esta es la medicina para tratarla. Aquí la vacuna que la previene.”
“Así de preciso es hecho el diagnóstico. Estas son las pruebas. Estos los posibles resultados y lo que significan”.
“Aquí estan los genes. Esto es lo que hacen. Esta es forma en que pueden cambiarse y sustituirse y manipularse. Estos son los resultados”
“Estos son los datos y las estadísticas. Son correctos. No puede haber argumento sobre ellos”.
“Esta es la vida. Estos los componentes de la vida. Cualquier cambio y mejora resulta de nuestro manejo de los componentes”.
“Este es el camino. Está gobernado por la verdad que nuestra ciencia revela. Recorre el camino. Nosotros te informaremos cuando te extravíes. Vamos a reporter nuevas mejoras”.
“Este es el fin. No puedes ir más allá. Usted debe entregar el alma. Te recordaremos”.
Hoy presenciamos la aceleración de la Ciencia Oficial. El término obviamente es una contradicción interna. Pero el Estado se encoje de hombros y continúa su marcha. /
La noción de que el Estado puede poner su sello en la ciencia favorecida, hacerla valer y castigar a sus competidores, es un anatema para una sociedad libre. /
Por ejemplo: declarar que los psiquiatras pueden aparecer en la corte como testigos expertos, cuando ninguno de los llamados desórdenes mentales enumerados en la literatura psiquiátrica ha sido diagnosticado mediante pruebas de laboratorio.
Por ejemplo: afirmar que la vacuna es obligatoria, para proteger a los vacunados (que supuestamente son inmunes) de los no vacunados. Estamos frente a un absurdo.
Por ejemplo: anunciar que la ciencia del cambio climático está “asentada”, cuando de hecho hay un gran número de investigadores que disienten. –Y luego legislar y emitir órdenes ejecutivas basadas en una ciencia inestable en definitiva.
Por ejemplo: aprobar oficialmente el lanzamiento y la venta de fármacos médicos (“seguros y efectivos”) los cuales van a matar un estimado conservador de 100,000 norteamericanos al año. Y luego rehusarse a investigar o castigar a los proveedores de las aprobaciones de estas drogas (la FDA).
Por ejemplo: permitir el uso difundido de plantas genéticamente modificadas, basándose en estudios, no de largo plazo, de su impacto en la salud humana. Y luego, anunciar arbitrariamente que el herbicida Roundup, para el que muchos de estos cultivos han sido diseñados, no es tóxico.
Por ejemplo: declarar y promover la existencia de diversas epidemias, cuando los virus portadores que las causan no han sido probados de existir o causar enfermedades humanas (Ébola, síndrome agudo respiratorio [SARS], virus del Nilo occidental, gripe porcina, etc.).
Algunos de los que leen esto han estado conmigo desde 1988, cuando publiqué mi primer libro, AIDS INC., Scandal of the Century [Compañía de sida, Escándalo del siglo]. Entre otras conclusiones, señalé que nunca se ha probado que el VIH cause enfermedad humana; y que AZT, el principal fármaco que se administra a los pacientes, es sumamente tóxico; y lo que se ha llamado SIDA es en realidad un número diverso de condiciones inmuno-supresoras.
Otros han encontrado mi obra más recientemente. Yo siempre regreso al tema de la falsa ciencia, porque es el instrumento más poderoso a largo plazo para la represión, el control político y la destrucción de la vida humana.
Como he afirmado en diversas ocasiones, la ciencia médica es ideal para el montaje y lanzamiento de operaciones encubiertas destinadas a las poblaciones –ya que parece ser políticamente neutral, sin ningún reclamo a los intereses del Estado.
Por desgracia, la ciencia médica, en diversos frentes, ha sido secuestrada y tomada en relevo. El motivo de la ganancia es un objetivo, pero, más allá de eso, hay una meta más amplia:
El control totalitario.
He escrito mucho acerca de la cuestión de las vacunas, sobre sus peligros e inefectividad. Pero también considera esto: el impulso a la vacunación obligatoria va mucho más allá para crear el efecto de manada –que en realidad es una construcción social.
En otras palabras, los padres reciben propaganda para pensarse a sí mismos como una “comunidad” sintética artificial.
“Aquí estamos. Somos los padres y madres. Debemos proteger a nuestros hijos de los valores atípicos, de los rebeldes, de los desertores, de los locos que se niegan a vacunar a sus propios hijos. Estamos juntos en esto. Ellos son la amenaza. El enemigo. Somos Buenos. Sabemos la verdad. Ellos son el mal”.
Esta “comunidad de la voluntad” se dedica a lo que el gobierno le dice. Son los cruzados imbuidos de pensamiento de grupo. Ellos a su rededor promueven “seguridad y protección”. Esta conciencia grupal es enteramente un artefacto, impulsado por la “ciencia oficial”.
Los cruzados son, en efecto, agentes del Estado.
Han sido creados por el Estado.
Androides.
Viven en una absurda Zona de Penumbra, donde el miedo a los gérmenes (los diminutos terroristas invisibles) demanda acción coercitiva contra los individuos que ven a través de una ilusión.
Esto es lo que la ciencia oficial puede lograr. Así es como pueden alistar a soldados y espías obedientes que no tienen la remota idea de para qué los utilizan.
Esta es una variante de 1984, de Orwell. Los ciudadanos son poseídos por los tentáculos del Estado, pero aún no se han dado cuenta de ello.
Eso es un truco.
(Jon Rappoport es autor de tres colecciones explosivas, The Matrix Revealed, Exit From The Matrix, and Power Outside The Matrix).