martes, noviembre 12, 2024
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Cambio climático: la farsa del siglo

[Author]por Joseph A. Olson

Análisis[/Author]

 

El dióxido de carbono, una molécula benigna que da la vida, ha sido considerado por un movimiento político mundial un peligro ambiental que pronto será descubierto como la farsa del siglo.

Esta molécula, CO2, es vital para la vida en la Tierra. Es exhalado por todas las creaturas vivientes e incluso viene por emisiones nocturnas de las plantas. Forma las burbujas en tu refresco, vino y cerveza. El aire estándar tiene 370 partes por millón (PPM) de dióxido de carbono, del que 93 por ciento viene de “fuentes naturales” que están bajo control humano. Estas fuentes  incluyen la descomposición de la materia orgánica, siendo exhalada por las cosas vivientes como los orificios volcánicos, que en gran medida constituyen la mayor fuente atmosférica. La farsa del cambio climático está basada según la ciencia defectuosa en dos cosas.

En primer lugar, los farsantes asumen que los bloques de hielo dan información de temperatura como lo hacen los anillos de los árboles con la caída de las lluvias. Los núcleos de hielo de Groenlandia a la Antártica, depósitos que han pervivido durante miles de años, se miden por el contenido de CO2 del aire en el momento en que se coloca la capa de nieve y aumenta la densidad de los bloques de hielo. Se supone que la densidad de estas capas de nieve es considerada un indicador de la temperatura global. Hay numerosos errores en esta suposición,  que han sido presentados en un análisis más técnico, pero por ahora consideremos que esta evidencia es verdadera. Los farsantes entonces muestran gráficas del tiempo haciendo una igualdad perfecta de los niveles de CO2 y los espesores de la nieve y por implicación determinan la temperatura del planeta. La segunda “prueba” de que el humano causa el calentamiento global es el Modelo Climático Global al que todos tenemos acceso en Wikipedia. Por su propia admisión, este modelo fue desarrollado para un CORTO RANGO de previsión climática y todos conocemos la seguridad que alcanza. Esta fórmula, lo que no se dice en el sitio web,  tiene cien parámetros, cada uno de los cuales posee su propio coeficiente y exponente. Al manipular estas cifras, los farsantes llegan a “probar” que un incremento de CO2 va a elevar la temperatura mundial.

El concepto de “gases de efecto invernadero” es absurdo. La Tierra recibe un amplio espectro de radiación electromagnética al día (ay!), pero por la noche sólo una porción, el infrarrojo almacenado en  la superficie es radiado de regreso al espacio. No hay manera de que un gas controle esta energía. Los gases atmosféricos pueden absorber o reflejar una parte de esta energía, pero no pueden incrementar la cantidad entrante. El dióxido de carbono es una molécula de tres átomos que no puede determinar que toda la radiación debe permitirse de día, pero no puede escapar durante la noche. Consideremos el aislamiento de la barrera radiante en el ático de tu hogar. La barrera radiante rebota la energía solar fuera de su espacio de vida en el verano, y en invierno rebota energía radiante de regreso a tu casa. El aislamiento hace lo mismo con la energía convectiva, manteniendo el calor en el verano y calentándolo en el invierno. La atmósfera se comporta de la misma manera. Pretender que cualquier gas, incluso el CO2, el metano o cualquier otro,  puede simultáneamente permitir que la energía fluya en el día pero bloquee la salida de energía por la noche es absurdo. Pensar, como lo hacen los farsantes, que un cambio en diez partes por millón de moléculas de CO2 puede tener el efecto de cambiar el clima de la Tierra es absurdo. Si el CO2 tuviera esas propiedades milagrosas, entonces todos los paneles de vidrio doble se llenarían de CO2 y las moléculas mágicas actuarían como pequeñas persianas venecianas permitiendo el calor total de día y ninguna pérdida en la noche. De hecho, los vidrios de efecto invernadero no bloquean la pérdida de calor radiante por la noche, sino sólo una fracción de pérdida de calor convectivo que está atrapada por la barrera del vidrio físico.

Si buscamos en Google el Último Máximo Glacial, encontraremos mapas de cientos de millas cuadradas de hielo y los niveles oceánicos de 400 pies abajo de los niveles actuales. Todo este hielo derretido en 100 años. No hay evidencia de que el humano haya causado esto, y debemos buscar la fuerza que pudo haber creado este cambio. La Tierra no rota en un círculo alrededor del sol, sino más bien en una elipse, variando nuestra distancia entre 91 y 93 millones de millas. Debido a esto recibimos un cambio de la radiación solar de 4 por ciento cada año, pero ello no tiene efecto en el clima de la Tierra. Nuestras estaciones son resultado de los 23 grados del eje de la rotación. Nuestro verano ocurre cuando estamos más lejos del sol. El hemisferio sur tiene el verano cuando el planeta está más cerca del sol. Hay una pequeña diferencia en las comparaciones de las latitudes de estas opuestas estaciones globales. Con base en este factor,  incluso un cambio de 10 por ciento en la actividad solar tendría un efecto insignificante. Un cambio de 10 por ciento está más allá de los ciclos solares observados. La corteza de la Tierra es una capa gruesa de 10 a 20 millas de roca sólida que flota en 7,000 millas de roca fundida. La gravedad no puede brindar la presión necesaria para fundir toda esta roca. Lo que provoca la fundición de esta roca y que la Tierra tenga cambios climáticos periódicos masivos es el decaimiento irregular del uranio en el centro de la Tierra. Un análisis más técnico de esta fuerza de calentamiento del planeta se ha presentado a los miembros del Congreso y ha sido revisado por sus contrapartes científicos, pero para esta presentación sólo consideraremos dos elementos que resultan de este decaimiento del uranio. El radón, el gas radiactivo del que se nos alerta constantemente, sólo puede ocurrir de una reacción nuclear y tiene una vida promedio de 3.8 días. Un contenedor de una libra de radón sólo pesaría 1/8 de onza en sólo 23 días. El hecho de que el radón es un peligro para la salud es una prueba de su producción diaria. El helio, otro elemento inerte, es ocho veces más ligero que el aire y todo el helio liberado en el aire se pierde hacia el espacio externo en  sólo unos minutos. El helio no proviene de la descomposición de ningún compuesto, tan sólo de una reacción nuclear. Es decir, tiene lugar en los depósitos naturales de gas en sólo algunos lugares del planeta. Esta energía geo-nuclear que funde nuestro centro y crea estos gases es también la mayor variable en el clima terráqueo. Esta energía geo-nuclear está en el presente más allá del control o del conocimiento  humano. Es más conveniente, para estos farsantes, descartar esta gran variable del cambio climático de su deficiente modelo climático. La gráfica de CO2 y capa de hielo (¿temperatura de la Tierra?) también se vincula con cantidad de ceniza en la capa. Cuando la energía volcánica es liberada produce grandes cantidades de calor… y ceniza… y CO2. Culpar al CO2 del cambio climático es como decir que las cenizas causan fuego. El CO2 es el efecto del calor y no su causa.

Nuestra democracia depende del consenso informado. Informarse no debe ser limitarse a las mentiras que dice un movimiento político. Cuando todo el cúmulo de los errores científicos involucrados en esta farsa sean expuestos,  todas las personas se van a dar cuenta que ésta ha sido el mayor disparate desde la teoría de la Tierra plana. Merecemos un debate real. En este caso, la verdad será muy inconveniente. (Este artículo fue anteriormente publicado en Infowars.com en noviembre de 2013.)

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