por José de la Isla
HOUSTON — El mayor problema de seguridad nacional para México parte de su lucha contra los carteles de narcotraficantes. Los casi 6.000 asesinados a nivel doméstico el año pasado han dado el toque de alarma. Prominentes entre los horrendos asesinatos se encuentran gángsteres, policías, periodistas, miembros de las fuerzas militares y funcionarios de gobierno, además de una multitud de víctimas adicionales.
Arturo Sarukhan, embajador de México a los Estados Unidos, mantiene que la violencia actual es resultado del apretujón que el gobierno les ha dado a los carteles. Los criminales se matan entre ellos luchando por las rutas comerciales. El director de la comisión de defensa nacional mexicana de la Cámara de Diputados, Jorge González Betancourt indica que su país quiere que los Estados Unidos comparta más información, cese el comercio de las armas, controle el lavado de dinero y limite la demanda del consumidor por las drogas para que su país pueda perseverar en la lucha.
Estas expresiones siguen una advertencia que emitió el Departamento de Estado estadounidense sobre el peligro de viajar en México. El gobernador de Texas, Rick Perry, ha pedido al Departamento de Seguridad Nacional a enviar miles de tropas a la frontera con México.
“No me importa que sean tropas militares, de la Guardia Nacional o si son agentes de aduanas”, dijo el gobernador. Lo que le preocupa es que la guerra de las drogas en México esté entrando en territorio estadounidense. Parte de esa preocupación se debe a un informe del Departamento de Seguridad Nacional que hubo seis secuestros relacionados a los carteles de drogas en El Paso, Texas, al otro lado de la frontera de Ciudad Juárez, en la que el infame cartel Sinaloa se pelea por mantener su concesión para suplir la demanda en este país.
El único problema es que cuando la organización NewspaperTree.com investigó, la policía en El Paso no dio indicación de haber registrado ningún secuestro del estilo, menos posiblemente uno.
Otro cuento que circula es que el alcalde de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz, ha transferido a su familia a El Paso. Si bien es cierto que el alcalde tiene una casa en El Paso, también era el caso para el alcalde anterior.
Lo malo es lo suficientemente malo sin adornos, y la histeria no es la forma de lidiar con el problema. Nuestros propios funcionarios tienen que armarse de valor. ¿No fue acaso esta mentalidad la que nos metió en, digamos, la debacle en Irak?
Hay alguna justificación para los nervios gracias a un informe de disposición militar
estadounidense que incluyó un escenario de “peor caso” sobre lo que ocurriría si los gobiernos de México o de Pakistán fracasaran y si uno o ambos se convirtieran en un “estado fracasado”.
De manera paralela, algunos banqueros han mantenido que nuestra crisis financiera actual ocurrió porque Wall Street nunca montó un simulacro de un escenario del peor caso. Si lo hubiera hecho, ¿habría significado que, según nuestras propias normas, los EE.UU. es un estado fracasado?
Allá por el 2005, en otro informe se llamó a la República Dominicana un estado fracasado. En ese entonces, los Estados Unidos aprobó el Tratado de Libre Comercio Centroamericano, el cual incluyó esa nación. Por ende, siguiendo nuestra misma práctica, el designar un estado “fracasado” podría indicar razón de hacerlo “socio comercial”.
Representante Lamar Smith, de Texas, ha declarado que la violencia relacionada a las drogas está volviendo a algunas comunidades a la era del “Wild West”. Y el senador Joseph Lieberman de Connecticut está convocando audiencias a fines de este mes para discutir el tema de la violencia en la frontera.
Una mejor razón para convocar las audiencias sería para dirigirse a las recomendaciones de un informe de noviembre del 2008 de la Institución Brookings.
Su grupo de estudio, que encabezó el expresidente de México Ernesto Zedilloy exsubsecretario de estado de los EE.UU. Thomas Pickering, nos pidió que ratificáramos el protocolo de las Naciones Unidas contra la manufactura ilícita y el tráfico de armas de fuego, partes de pistolas y municiones.
Si queremos ponernos histéricos sobre la violencia en México, deberíamos dar con fuerza al tráfico de armas, que origina con nosotros y que nos hace cómplices de los gángsteres de al lado.
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].