por José de la Isla
HOUSTON — Fui a ver a la persona más experta que conozco en temas del significado de las primarias hasta el momento. Por supuesto, no he de revelar su identidad. De lo contrario, todo el mundo iría a consultarla, y yo terminaría perdiendo mi mejor fuente de información.
Su verdadero nombre no es Anabelle, pero es el que ella quiere que yo use cuando escribo sobre nuestras conversaciones.
Anabelle ha vivido durante suficientes años como para tener la perspectiva del experto y ha viajado por el mundo, también. Después de un divorcio algo acrimonioso – del cual no hablaremos – estableció un negocio. Se enfrentó a temas de la mujer antes que existiera un movimiento femenino. Hoy vive de sus inversiones. Yo calculo que ha vivido durante 16 elecciones presidenciales.
Nos reunimos a tomar té y comer biscochos.
Nuestra charla comenzó compartiendo perspectivas sobre la manera en que se promociona a los candidatos. Anabelle, quien es abuela, se sorprende de la manera en que se retrata a la juventud. Durante elecciones anteriores eran las madres del fútbol en sus mini-furgonetas. Ahora las imágenes se han trasladado a la de una juventud que ha encontrado el pulso nacional. Es una ligera evocación a la narrativa de cómo la juventud describió el rock-and-roll. Solo que esta vez, sus padres no quieren quedarse atrás.
Hay que considerar cómo la gobernadora demócrata de Kansas, Kathleen Sebelius, dio su respaldo a Barack Obama. Dijo que le convencieron sus dos hijos, de veinte y tantos años de edad. La gobernadora declaró que Obama tiene la capacidad de ser puente entre las generaciones. Sin embargo, no existe una crisis nacional entre las generaciones como hubo, digamos, en la década de los años sesenta.
De manera similar la primera dama (de California), Maria Shriver, se presentó inesperadamente a la asamblea en la UCLA con Oprah Winfrey, Caroline Kennedy, Michelle Obama y dirigente laboral María Elena Durazo en cartelera. Shriver explicó que fueron sus hijos los que la animaron a presentarse.
Obama está haciendo conexión con algo único para esta época actual, me comenta Anabelle. Es el despertar de la juventud. El último movimiento de esperanza como éste lo simbolizó la presidencia corta de John Kennedy.
Entonces se enajenó la juventud del resto de la sociedad. Robert Kennedy los reanimaba durante su campaña de poca duración.
“Entonces, ¿dónde están los jóvenes indiferentes?” me pregunta. “¿Dónde están las manifestaciones del movimiento juvenil contra la guerra? Los únicos en irrumpir en las calles fueron los chicos latinos que se iban de la escuela para unirse con sus padres en pro de la reforma migratoria. Y hay que ver los problemas en los que se metieron. Y hay que ver dónde estamos con esa reforma”.
Por fin me explica hacia dónde va. El sistema está agotado. El sistema de equilibrio de poderes del presidente está completamente fracasado. Todo el mundo busca a quién culpar sin señalarlo, porque no está haciendo campaña. Y nadie tiene un plan de reforma que restituya las cosas de nuevo.
Ahora se aparece Obama con un evangelio político de esperanza y la imagen del movimiento de la juventud. “Verás”, explica, “los niños y la juventud son el símbolo de la esperanza de una sociedad. El que haya niños implica que hay un futuro, algo por qué vivir, por qué construir algo, ningún programa, sino un expectativa”.
A continuación dice Anabelle, “Barack Obama es el Joel Olsteen de la política presidencial”.
Se refiere al pastor de la mega-iglesia, Lakewood Church, en Houston. Olsteen es un exponente principal de un mensaje evangélico de optimismo, hermandad y éxito. Es una fe super fácil, acogedora, consumista en el pensamiento positivo. Sus libros, “Your Best Life Now” y “Seven Steps to Living at Your Full Potential”, han alcanzado la lista de los libros más vendidos del New York Times.
La última vez que una generación apareció en escena para reemplazar a la vieja guardia así ocurrió después que las audiencias de Watergate hicieron públicas las mentiras del gobierno de Nixon. La inminente crisis constitucional presionó al presidente para que dimitiera. Para ese entonces, la guerra en Viet Nam había mostrado que la juventud lo había hecho ya y que de nuevo estaba dispuesta a tomarse las calles.
La economía estaba estancada. El ganarse una buena vida a mediados de los setenta iba en picada. Incluso entonces, a los inmigrantes mexicanos se les culpaba por los problemas domésticos de la nación – por quitar trabajos, por tener demasiados hijos (estaba de moda el concepto del crecimiento cero de la población) y hasta por la escasez de agua (por lo que hacía falta en partes del suroeste del país).
Jimmy Carter fue la falange de la nueva generación. Después, al cumplir un término de la nueva generación, la nación eligió en 1982 a la persona más vieja nunca a ser presidente del país.
[José de la Isla, autor de “The Rise of Hispanic Political Power” (Archer Books, 2003), redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com]. © 2008