miércoles, julio 17, 2024
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Una historia no contada en los medios: La revolución de Islandia

DEL EDITOR: Queridos lectores de El Reportero, el periódico bilingüe. Como deben haber presenciado recientemente, nuestro periódico ha ido más allá de historias previas sobre “los latinos hacen esto, los latinos hacen esto otro, los latinos van a huelga… etc.”, para publicar historias que cubren temas relevantes a nivel nacional e internacional, eventos que están moldeando significativamente la economía, la vida política y social del país y de casi todos los países del mundo.

Hemos comenzado a denunciar la corrupción del gobierno, que en alianza con la elite banquera internacional y los medios principales– como los que conocemos–están creando un Nuevo Gobierno Mundial, con grandes consecuencias para las libertades que nos otorgó Dios.

Con esto en mente, me complazco en introducir la historia de un pequeño país, que aunque es tan pequeño, su revolución fue capaz de remecer a toda la Unión Europea y ha generado un continuo impacto en la nueva Revolución Española de 2011, la que por diseño, ha provocado poco impacto en los medios principales.

por Deena Stryker

Cinco años de un régimen puramente neoliberal habían hecho de Islandia, (población de 320 mil personas, sin ejército), uno de los países más ricos del mundo. En 2003 todos los bancos del país fueron privatizados, y en un esfuerzo para atraer a los inversores extranjeros, ofrecieron banca online cuyos costos mínimos les permitieron ofrecer tasas de retorno relativamente altas. Las cuentas, llamadas IceSave, atrajeron a muchos pequeños inversores británicos y holandeses. Pero mientras crecían las inversiones, también lo hacía la deuda externa de los bancos. En 2003, la deuda de Islandia era igual a 200 veces su PNB, pero en 2007, era de 900 por ciento. La crisis financiera global de 2008 fue el golpe de gracia. Los tres principales bancos de Islandia, Landbanki, Kapthing y Glitnir, se entregaron y fueron nacionalizados, mientras el Kroner perdió el 85 por ciento de su valor respecto al euro. A final del año, Islandia se declaró por tanto en bancarrota.

Al contrario de lo que se podía esperar, la crisis concluyó con los islandeses recuperando sus derechos soberanos a través de un proceso de directa democracia participativa que eventualmente condujo a una nueva Constitución. Pero solamente después de mucho dolor.

Geir Haarde, Primer Ministro de un gobierno Social Demócrata de coalición, negoció un préstamo de cien mil millones de dólares, al que los países nórdicos agregaron otros dos millones y medio. Pero la comunidad financiera extranjera presionó a Islandia para imponer medidas drásticas. El FMI y la Unión Europea querían asumir su deuda, asegurando que era la única forma en que el país pagara de vuelta a Holanda y Gran Bretaña, que habían prometido rembolsar a sus ciudadanos.

Lo que ocurrió después fue extraordinario. La creencia de que los ciudadanos tenían que pagar por los errores de un monopolio financiero, que deberia cobrarse impuestos a un país entero para pagar las deudas privadas fue desmantelada, transformando la relación entre los ciudadanos y las instituciones políticas y eventualmente poniendo a los islandeses del lado de sus distritos. El jefe de estado, Olafur Ragnar Grimsson, se negó a

ratificar la ley que haría a los ciudadanos de Islandia responsables por las deudas de los banqueros, y aceptaba llamarlos para someter la medida a referéndum.

Entonces, la comunidad internacional solamente aumentó la presión en Islandia y Gran Bretaña y Holanda amenazaron con represalias que aislarían al país. Mientras los islandeses fueron a votar, los banqueros internacionales amenazaron con bloquear cualquier ayuda del FMI. El gobierno británico amenazó con congelar los ahorros y cuentas corrientes de Islandia. Como dijo Grimsson: “Nos dijeron que si nos negábamos a las condiciones de la comunidad internacional, nos convertiríamos en la Cuba del norte. Pero si hubiéramos aceptado, nos habríamos convertido en la Haití del norte.”

En el referéndum de marzo de 2010, el 93 por ciento votó contra la devolución de la deuda y el FMI inmediatamente congeló su préstamo. Pero la revolución (aunque no televisada en Estados ­Unidos), no sería intimidada. Con el apoyo de una ciudadanía furiosa, el gobierno comenzó investigaciones civiles y penales a los responsables de la crisis financiera. Interpol puso una orden de arresto internacional en el ex-presidente de Kaupthing, Sigurdur Einarsson, ya que los otros banqueros involucrados en la crisis huyeron del país.

Pero los islandeses no se detuvieron ahí: decidieron redactar una nueva constitución que liberaría al país del poder exagerado de las finanzas internacionales y el dinero virtual.

Para escribir la nueva constitución, la gente de Islandia eligió a veinticinco ciudadanos de entre 522 adultos que no pertenecían a ningún partido político, pero recomendaron al menos a treinta ciudadanos. Este documento no fue el trabajo de un puñado de políticos, sino que fue escrito en internet. Las reuniones de los constituyentes son transmitidas online, y los ciudadanos pueden enviar sus comentarios y sugerencias, presenciando cómo el documento va tomando forma. La constitución que eventualmente surge de este proceso de democracia participativa será presentada al parlamento para que se apruebe después de las próximas elecciones.

A la gente de Grecia se le ha dicho que la privatización del sector público es la única solución. Y la población de Italia, España y Portugal están enfrentando la misma amenaza.

Deberían mirar a Islandia y negarse a ceder ante los intereses extranjeros, el pequeño país se ha declarado fuerte y ha dejado claro que el pueblo es soberano.

Pero, claro, eso ya no está en las noticias.

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