por Erick Galindo
WHITTIER, Calif. — A Joe García le gusta contar historias— sobre los días en que estaba a cargo de la campaña presidencial del Republicano Nelson Rockefeller en el Este de Los Ángeles, sobre cómo él y su padre solían correr para arriba y para abajo en California, o simplemente sobre haber crecido como un México-norteamericano que amaba este país. Mientras nos estamos en el restaurant Whittier, que lleva su nombre, la Famosa Comida Mexicana del Legendario Joe, el veterano del ejército de 85 años contó una sobre cuando la gran guerra y el reclutamiento llegaron al barrio después del 7 de diciembre de 1941. “Recuerdo a un tipo. Su mamá lo hizo ir a México, como mi mamá quería que yo hiciera,” dice. “Pero yo quería pelear por mi país, y él también. El tipo regresó de México el día siguiente y se enlistó en el Ejército. Murió al segundo día de combate.”
García, de seis pies de alto, tiene puesto un traje gris que combina con su cabello. Una sonrisa brilla en su cara arrugada mientras habla sobre sus compañeros latinos con los que sirvió durante su período de tres años en el Ejército, recordándome las palabras de William Faulkner de que el pasado nunca está muerto o ni siquiera es verdaderamente pasado.
“Hubo muchos de nosotros que fuimos porque teníamos buena salud y queríamos pelear por nuestro país. Y hubo muchos de nosotros que no regresaron. Yo fui uno de los suertudos,” me dice. García tenía apenas 18 años cuando ingresó en el servicio. Como paracaidista en el 503er Aerotransportado, peleó en batallas a través del Pacífi co. Más de medio millón de hispanos como él lucharon en la II Guerra Mundial.
El número de fallecidos latinos no está registrado. Eran contados como blancos, pero solamente en el campo de batalla. El retirado veterano de la Marina, Gus Chávez de San Diego, quien trabaja con el Proyecto U.S. Latino & Latina WWII Oral History en la Universidad de Texas-Austin, me mencionó anteriormente, “El Memorial Day tiene un significado especial para los veteranos latinos de la IIGM, especialmente para los México-norteamericanos.”
Chávez califi có la conmemoración de “un punto de quiebre en avanzar para desafiar la segregación y discriminación” que todavía esperaba a muchos de ellos para ser dados de baja. Fue clave el rechazo de un hogar funerario en Three Rivers, Texas, para enterrar a un soldado México-norteamericano en un cementerio solamente para blancos. El Pvt. Félix Longoria había sido muerto en acción en el Pacífi co Sur. Lyndon Johnson, entonces miembro del Congreso, tomó la causa e hizo arreglos para que Longoria fuera enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington fuera de Washington, D.C., donde descansan los más renombrados héroes militares del país. El incidente llevó a la formación del Foro Americano GI en 1948 por los veteranos México-Norteamericanos. Sigue siendo una activa organización de derechos civiles.
El restaurador García continúa nuestra conversación, recordando, “También ha sido difícil como un hombre de negocios México-norteamericano.” Después de la guerra, se volvió activo políticamente mientras fundaba, construía y eventualmente vendía dos negocios multimillonarios en el Sur de California, El Rey Mexican Food Co. y Reynaldo’s Mexican Food.
Este último, con ingresos de $25 millones, fue vendido en 2007 en unos $12 millones. Ciudadano norteamericano de primera generación, García nació en El Paso, Texas. Pero fue en California Central que aprendió del comercio mientras era un niño que trabajaba con su padre. “No había nadie vendiendoauténticos candidatos políticos, ayudando a elegir a algunas de las primeras autoridadeslatinas en este estado, incluyendo al fallecido congresista Edward Roybal.
García luchó por la inclusión de los latinos en la conciencia pública. Se enorgullece de haberse asegurado de que sus tres hijos tuvieran las mismas oportunidadesque los otros niños. En los ’60s, lanzó Mas Gráfi ca, una revista pionera bilingüe queincorporaba a los latinos en política, negocios, deportes, entretenimiento y moda.
Hasta hoy, García usa un pin en su solapa para conmemorar a quienes pelearon en la gran guerra. “Para los norteamericanos de ascendencia mexicana, en esa época no era nada. Ni siquiera esperaban que fuéramos a la universidad.” Recuerda sus días en el colegio cuando la consejera les dijo a los hispanos que no se molestaran en tomar clases de preparación para la educación superior. “Nos dijo que tomáramos los cursos que nos prepararían para una vida de trabajo manual.”
Recientemente, uno de sus nietos, que estudió economía en Notre Dame, obtuvo su MBA en Stanford. Joe sonríe y concluye, “Fui a su graduación, y hombre, sí que fue en grande!” (Erick Galindo, ex editor de Hispanic Link News Service en Washington, D.C., ahora informa para el Pasadena Star- News en California. Su correo electrónico es erick.geee@gmail.com)