por José de la Isla
CIUDAD DE MÉXICO – Hubo algo muy raro entre lo que dijera el subsecretario del Ejército estadounidense Joseph W. Westphal este mes en el Instituto de Política de la Universidad de Utah. No, no fue raro. No, no fue disperso. Fue, tal vez, un globo sonda siniestro. El discurso de Westphal del 8 de febrero alzó una descabellada especulación que el Ejército estadounidense pudiera acabar peleando contra insurgentes en México, según el diario de Salt Lake City, The Deseret News.
Lo que resulta raro es que el análisis sobre políticas públicas suele ser claro, de medidas precisas y casi nunca extraño. Se permiten los escenarios, hasta se reciben con gusto, si tienen algún vínculo con la situación para ayudar a visualizar eventos posibles o probables. Pero las declaraciones de Westphal se dirigían a hacer el punto que batallas futuras podrían ocurrir pero NO en el Medio Oriente.
¿Cómo podía hablar con tanta confianza?
Pues, sin atender eso, según él, el siguiente tema inquietante era la intervención estadounidense en México. Pero no se trataba “sólo de las drogas y los inmigrantes ilegales”, se le citó. Si ésa no es una gran indirecta sobre lo que es, no sé qué sería. Sí, se trata de lo que él dice que no se trata. La manipulación del discurso significa que probablemente de eso se trate, o por lo menos entabla el razonamiento o el pretexto o posiblemente una nota de cobertura.
En otras palabras, el tráfico de drogas ilegales es razón por la que intervenir militarmente porque está impulsando la violencia en partes de México (y no queremos que nuestros consumidores de drogas y vendedores de armas causen violencia en el extranjero).
Es un factor importante, aunque él lo presenta con decir que no es lo inquietante. Ni tampoco es la otra fuerza motora, los “inmigrantes ilegales”. (Pero si te pones a pensar, casi toda “inmigración ilegal” no es “ilegal” cuando esas personas están en México. La pregunta que viene a colación, entonces, es ¿por qué presentar este segundo factor en primer lugar?
No, no son las drogas ni son los inmigrantes. Entonces, ¿qué es?
Según el subsecretario, la necesidad de la intervención “se trata de la posible toma de posesión de un gobierno que está justamente en nuestra frontera”.
Esto sugiere que el problema es que México está en NUESTRA frontera y no está lo sufi cientemente lejos ni está del otro lado del mar, o quizá los suficientemente distante, como lo está Centroamérica. Alguien tendría que haberle informado al subsecretario que México ha estado donde está desde los 1840, y que sus fronteras no son un acontecimiento reciente. De ahí Westphal cambió de dirección y dijo que le molestaban los efectos que la corrupción podría hacersurtir en México y que no cuentan con suficiente supervisión civil. (¿Qué, no cuentan el presidente de México, Felipe Calderón y su Congreso?
Para el día siguiente al discurso, Westphal ya estaba dando marcha atrás y disculpándose por decir que tropas estadounidenses pudieran necesitarse para una “insurgencia” en México y que había caracterizado erróneamente a los carteles de drogas y la capacidad del gobierno mexicano de pararlos (en particular debido a los recientes éxitos), ni que soldados estadounidenses tal vez tendrían que ir a combatir de ambos lados de la frontera.
Se esmeró en decir que sus declaraciones frente al Instituto de Política no eran refl ejo de la perspectiva del Departamento de Defensa, ni del presidente ni de ningún otro funcionario g u b e r n a m e n t a l .
De repente él era sólo el ciudadano de a pie hablando por hablar. Esto suena sospechosamente a un globo sonda que se estalló. Tal vez el subsecretario había bebido un poco demás del jerez antes de dar su discurso. Noooo. Eso es imposible. En particular en Utah.
Ni tampoco se comparará su discurso al de, digamos, el de Winston Churchill, en 1946, frente al Westminister College, en Fulton, Missouri, en el que implementó el término, “Cortina de hierro” para definir la puesta en escena de una política.
Para ponerlo en esa categoría, Westphal podría haber hablado de la cortina de drogas o de inmigrantes o de corrupción, para después declarar que seguirían más guerra y más aislamiento esa noble convocación. Claro, si lo hubiera hecho, de hecho lo habrían despedido antes que aterrizara su avión en Washington. En realidad, lo han debido haber despedido por lo que sí dijo y por lo que dijo que no dijo.
Antes del discurso de Westphal, muchos habían especulado que el gobierno de Obama estaba por desarrollar una nueva política latinoamericana. ¿Será ésta?
[José de la Isla es columnista de distribución nacional con los servicios de noticias Hispanic Link y Scripps Howard. Su próximo libro se titula en inglés, “Our Man on the Ground”. Sus dos libros previos son “DAY NIGHT LIFE DEATH HOPE” (2009) y “The Rise of Hispanic Political Power” (2003), Adquiéralos en joseisla3@yahoo.com).